La imagen de la Presidenta bailando con Sofía Gala en la fiesta de la democracia representó un hito: la ruptura total del relato con la realidad. Cristina intuyó este hecho y lo dijo en su discurso; manifestó su preocupación por lo que llamó “la pantalla dividida”: fue ingenuo y brutal.
El relato necesita que la pantalla no se divida, que sea una sola, no hay otra realidad que la que se presenta.
Si hubiera habido esa noche pantalla dividida, en una estaría Cristina bailando y, al lado, los muertos de Tucumán o de Chaco. Pero esos 12 muertos, lejanos, no le importan a nadie; ya lo dejó claro Estela Carlotto cuando dijo que hay que ver quiénes son, de dónde salieron. ”Algo habrán hecho”, quiso decir quien peleó contra ese mismo argumento durante décadas. Las víctimas se transformaron en victimarios.
La noche del miércoles 4 de diciembre, cuando vía Twitter se empezó a conocer el caos y la violencia en Cordoba, TN fue el primer canal de noticias que dio a conocer lo que estaba ocurriendo. En las redes sociales estallaban las quejas de twitteros del interior contra los medios locales, que no decían una sola palabra.
En América 24 salía al aire un programa infocomercial con Roberto Zaldívar, un oftalmólogo que daba explicaciones médicas. En C5N, “El Angel”, el programa conducido por Baby Etchecopar que charlaba, distendido, con Damián de Santo y en Canal 26 seguían mostrando las imágenes de la tarde de la tormenta en Chivilcoy. Solo TN y Crónica TV hablaban de los hechos.
El paroxismo de la negación fue aportado por el diario Tiempo Argentino: dedicó sus primeras ocho páginas a la cobertura del acto por los treinta años de democracia y el título en su primera página impar fue: “Festejaron los 30 en la Antártida”. Ninguno de sus títulos contenía la palabra “saqueo”, “muertos” o “conflicto”. Sólo uno afirmaba “Cristina denunció que los episodios de violencia fueron planificados”.
Los policías, hartos de su situación salarial, salían por primera vez a manifestarse: con uniforme y dando la cara ante las cámaras. El hecho, insólito, desbordó al poder. Es probable que Zannini festejara los disturbios en Córdoba (era una buena carta contra De la Sota) pero después vio cómo el búmeran se daba vuelta y se dirigía a la Rosada.
Sin representantes, la negociación con los policías fue dificultosa: los gobiernos locales arreglaban una cifra y luego, en la asamblea quedaba todo por el piso por cuatro o cinco policías que lograban cambiar el ánimo de los presentes, que tampoco eran todos.
¿Qué hacer con la Policía? La pregunta no es nueva: en 1968, Pier Paolo Pasolini, el escritor, poeta y director de cine italiano, se la hizo en una de sus columnas habituales en Tempo: “Pensemos una hipótesis absurda –escribió Pasolini–: el Movimiento Estudiantil toma el poder en Italia. ¿Qué harían en tal caso con la Policía? Si la abolieran, claro está, perderían automáticamente el poder. Tendrían que decidirse a mantener a la Policía en su posición. De modo que, aunque todo cambiara hay algo que no ha cambiado y que se ha mantenido como era: la Policía. Porque la Policía es el único punto del que ningún extremista podría censurar objetivamente la necesidad de una reforma.
En lo tocante a la Policía, no se puede ser más que reformista ”.
Aceptado que ésta que debe existir, ¿qué hacer, entonces, con la Policía?
Los proyectos de sindicalización de la Policía duermen en el Congreso hace tiempo. También los que se refieren a las Fuerzas Armadas. No tienen derecho a reclamar, no pueden hablar por los medios a costa de ser sancionados (la Gendarmería, por ejemplo, graba a los nuevos integrantes de la fuerza para poder tener una muestra de su voz e identificarlos si se les ocurre hablar públicamente); quienes defienden a los ciudadanos no son ciudadanos completos: son kelpers. La democracia, así, no permite la libertad de expresión ni de asociación de todos.
“Hay que tener un interlocutor válido elegido por la propia fuerza”, dice el diputado Daniel Cassia, de Compromiso Federal. Cassia presentó en Mendoza un proyecto en ese sentido y mencionó, además, “el derecho al descanso, a la vestimenta. La sindicalización implica no sólo lo salarial sino un montón de otros temas que hoy merecen nuestras fuerzas de seguridad”. Cuando la agencia DyN lo consultó sobre la posibilidad de que el proyecto consagre el derecho a huelga, Cassia dijo que “consagra todos los derechos” y que, en todo caso, después pueden limitarse. Para Raúl Maza, el gendarme que echaron el año pasado por la huelga, “la responsabilidad de lo ocurrido es directamente del Gobierno.
Sigue con la postura de echarle la culpa a otros y no hacerse cargo. La solución es la sindicalización porque la gente si no termina manifestándose y a veces comete errores porque no tiene representatividad. Hoy un gendarme cobra de bolsillo entre $ 5.200 y $ 5.500, el básico es de $ 3.200 y lo presentaron como un logro el año pasado. No llegan ni a cubrir los $ 6.500 de la canasta básica”.
Julio Martínez, diputado del radicalismo, le contó a Clarín que hicieron una propuesta hace dos años, cuando ocurrió el acuartelamiento de gendarmes y prefectos, “porque no tenían ninguna válvula de escape y explotaron como explotó ahora la Policía en 17 provincias.
En uno de los proyectos planteamos que puedan ir al defensor del pueblo por sus problemas, hoy puede ir cualquier ciudadano menos la gente de seguridad. En España, por ejemplo, tienen derecho a hacerlo; y en Alemania o Australia tienen un ombudsman militar. La Constitución, no lo prohíbe, sino que dice que todos los ciudadanos tienen derecho a agremiarse”.
En un documentado estudio sobre el tema, Martínez recuerda que la sindicalización militar y policial está avalada por la OIT (Organización Internacional del Trabajo) en su Convenio 187 de 1948 sobre libertad sindical; también por el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966 e incluso por la siempre citada Convención de Derechos Humanos de Costa Rica. Ya en 1956 se creó en Alemania la Asociación de las Fuerzas Armadas y, casi paralelamente, el ombudsman, designado por el Parlamento para recibir cualquier tipo de denuncias e inspeccionar, sin previo aviso, cualquier unidad militar. La DBWV (así son sus siglas en alemán) surgió bajo el principio del “ciudadano de uniforme”. En el resto de Europa existen 39 asociaciones nacionales de 26 países agrupados en EUROMIL, la Asociación Europea de Asociaciones Militares. En el caso del sindicalismo policial, pueden mencionarse Irlanda, Reino Unido, Alemania, Países Bajos, Islandia, Noruega, Dinamarca, Escocia, Bélgica, Finlandia, Suecia, Luxemburgo y Suiza. Mucho más cerca, en Uruguay desde el 2005 se implementó la sindicalización y también existen sindicatos en Sudáfrica, Australia y Canadá. En Argentina, el ministerio de Trabajo se negó a darle personería al Sindicato Unido de la Policía Federal Argentina.
“Lo que rompe la cadena de mandos no es la sindicalización, sino la ausencia de la misma”, le dice Martínez a Clarín. Víctor de Gennaro, diputado del Frente Amplio Progresista, coincide con la afirmación y presentó otro proyecto en ese sentido. Para De Gennaro, que discutió el tema en una audiencia pública realizada en 2012, significaría un avance en la democratización de las fuerzas de seguridad.” “Ya sea telefonista, administrador de archivos, mucama, instructor o policía, todos son trabajadores del Estado”, dijo en la audiencia convocada por De Gennaro y Amado Vilches, del Sindicato de Policías de Curacao. Y el coordinador de los sindicatos policiales de PIT-CNT de Uruguay agregó: “El caballito de batalla es la argumentación basada en que se trata de un organismo sujeto a disciplina y los sindicatos la quebrarían, pero en realidad no es así.
Los sindicatos policiales vienen a evitar los desbordes de autoridad permanentes que se realizan contra los trabajadores policiales. Me refiero a los desbordes del estamento, es decir, desde arriba hacia abajo, lo que tiene que ver con la ley del gallinero. El tema de sindicalizar la Policía es un riesgo, pero quizá también ayude a terminar con la corrupción en la propia Policía”.
Desde Calafate, ajena a todo, Cristina se dedica a cuidar su jardín.