Todo vale. Sí, señora, festeje, celebre, emociónese ; más tambor, más dancing , más abrazos.
Señora, es la hora del éxtasis frente a esa Plaza de Mayo que, si bien raleadita, vibra con su reina. Qué bueno que se anime a sacudir las caderas. Déjese invadir por la alegría. Que 11 muertos no la detengan.
Que la ola de saqueos no nos inhiba. Que la televisión no me distraiga con el tucumano que tiene su cabeza envuelta en sangre. Que dejen de mostrarme aquí y allá locales comerciales destruidos. Yo quiero verla a usted pletórica de felicidad. No haga como miles de personas que, presas del miedo, con el caer del sol se refugian en sus casas.
Usted no, Cristina. La necesitamos chispeante; necesitamos que La Renga suene fuerte y tape el sonido de los disparos que se oyen de Norte a Sur. Bancos de todo el país bajan sus cortinas. Usted no le baje el telón a la fiesta.
No hemos conseguido juntarle mucha gente -vaya a saber si ya no tienen el fervor de otros tiempos, o si optaron por verla en la televisión, o son unos pusilánimes, o los espectáculos musicales que nos salieron carísimos no les parecen suficiente, o La Cámpora ya no junta lo que juntaba, o prefirieron ir a los saqueos...-, digo, no somos muchos, pero seamos machos y pongámosle a esto la mejor cara.
Que el ánimo no decaiga. El cielo de la plaza estalla en fuegos artificiales mientras otros fuegos encienden protestas, cortan calles, queman negocios.
Todos se mueven en el escenario, usted también, y perversas pantallas de televisión partidas muestran otras corridas en Tucumán y en Chaco. Las redes sociales hablan de un muerto del que ninguna autoridad habla, y Gieco canta en la plaza que el dolor y la muerte no nos sean indiferentes.
El espectáculo debe continuar. Yo tampoco quiero parar y escribo como un poseído. El aniversario, la forma en que vivimos el aniversario, me puede.
Qué lindo su discurso durante el acto oficial en el Museo del Bicentenario. Me gusta que haya dicho que sólo iba a tener palabras de concordia y después haya repartido a diestra y siniestra, como para que tengan los policías, los gobernadores que no supieron manejar la crisis, los opositores como Massa que están en el golpe, los que saquean sin necesidad. Me gusta que diga una cosa y haga otra porque me gusta que nos sorprenda.
Qué bien acompañada estaba, señora, por los ex presidentes. Lástima lo de Duhalde y lo de Menem, pero mientras el Turco nos siga apoyando en el Senado y en La Rioja, todo bien. Tenía miedo de que en un arranque de democrática generosidad les diera la palabra a De la Rúa y a Rodríguez Saá, o que los mencionara, pero por suerte no lo hizo. Bastante con que les permitió estar ahí.
Mire si los dejaba hablar y pasaba lo que pasó con Serrat, que al agradecer desde España el premio Azucena Villaflor a los derechos humanos le recordó a usted que la democracia es "el gobierno de todos", como si usted no lo supiese. Hizo bien en llamarlo Juan, en español, y no Joan, en catalán, como él se llama y como quiere que lo llamen. Se ve que estaba dateada de lo que iba a decir el muy cretino.
Sigamos con su discurso, señora. Fue un acierto haber aprovechado la fiesta de la democracia, un éxito de todos los argentinos, para recordarnos los éxitos de su gobierno. A la gente si no se lo decís todos los días, se olvida. Otra gran idea fue no haber usado la cadena nacional, que ya no hace falta: cuando usted aparece en la pantalla, nadie quiere ver otra cosa.
El momento más duro del mensaje fue la acusación a los policías de liberar zonas, planificar los saqueos y ser instrumentos de los destituyentes. Digamos, los llamó violentos, golpistas, delincuentes y extorsionadores. Y como la palabra siempre tiene que ser acompañada por la acción, mandó que les duplicaran o triplicaran los salarios. Estoy seguro de que ningún policía olvidará la lección.
De los muertos, ni una mención. Está muy bien: su homenaje a las víctimas fue un respetuoso silencio lleno de palabras. Ya en la tragedia de Once y en otras había hecho lo mismo. Todos preferimos una Presidenta que honre la vida, no la muerte. Como usted, señora, yo tampoco creo en la teoría del contagio, del efecto dominó. Esto fue fríamente orquestado.
Acá hubo una mente perversa que lo ideó todo, y el primer paso de esa planificación fue pagarles sueldos de 4 o 5 lucas a los canas, cosa de que en algún momento se volvieran locos. Habrá visto que muchos de los amotinamientos no fueron iniciados por policías, sino por sus familias. Se ve que la organización incluyó a mujeres e hijos.
Una novedad del discurso fue su brevedad: no más de 30 minutos. Excelente. La fiesta no estaba en los micrófonos, no estaba en ese museo ni en la sala VIP para invitados. La fiesta estaba afuera. La fiesta era la plaza. La gente. La música. El baile. Usted golpeando una cacerolita. Quién lo iba a decir: Cristina cacerolera.
No me pierda el ritmo, señora. Vamos con el zarandeo. A ver esa cintura. Arriba las manos. Esto no es un asalto ni un saqueo. Es nuestro homenaje a la democracia. Es el homenaje a Alfonsín. Y a la libertad. Y a las Madres. A las Madres que festejan en el VIP mientras 11 madres velan a sus hijos en el interior profundo desquiciado por las revueltas.
Que siga el espectáculo. Que nada lo detenga. Que no se apaguen las luces. Que no se venga la noche. Eso, señora mía. Que no se venga la noche.