Finalmente, la caída estrepitosa de los precios internacionales y la sequía transformaron en catástrofe a la bonanza.

En el marco de la agudización de la crisis sería bueno convocar al diálogo a todas las organizaciones gremiales agropecuarias sin exclusiones, para consensuar un paquete de medidas tendientes a mitigar el problema.

En ese orden, es preciso recomponer las variables macroeconómicas deterioradas, recuperar los precios relativos que permitieron el despegue y actuar sobre los eslabones más fuertes y concentrados de las cadenas agroalimentarias para equilibrar las cargas del esfuerzo a realizar.

En un plano general, nuestra propuesta consiste en impulsar el diseño de un proyecto agropecuario de mediano y largo plazo donde la familia rural se consolide como el eje del desarrollo nacional; la protección de los recursos naturales sea el condicionante de los procesos productivos; la ocupación equilibrada de nuestro territorio el derrotero geopolítico, y la justa distribución de la riqueza, el objetivo final.

La crisis internacional conduce a que cada país trate de protegerse de los efectos del colapso, por lo que debemos prepararnos para enfrentar una realidad de recursos día a día más escasos a los hoy existentes, redefinir prioridades nacionales, rediseñar el origen de los recursos y redistribuir con equidad los ingresos.

El mercantilismo salvaje global con pretendida autorregulación, vigente hasta hace pocos meses atrás, desaparece; los países consolidan fronteras comerciales y las economías nacionales procuran ajustarse a los intereses de las regiones. La Argentina deberá contemporizar estos intereses con sus vecinos en un ámbito de unidad latinoamericana.

A nivel local, es imprescindible que campo y Gobierno salgan de los enfrentamientos, de la discusión cosmética de los problemas, de la política partidaria, de la coyuntura mediática dependiente de las retenciones y de la fría perspectiva corporativa alejada del contexto socioeconómico interno e internacional. Hoy, más que nunca, como ocurre ante catástrofes, debemos unirnos localmente y amalgamarnos con la región.

Mientras el mundo advierte que el paradigma del crecimiento globalizado se encuentra en estado de crisis terminal parecería que la Argentina ha olvidado la catástrofe padecida por la vigencia de ese mismo modelo y de la convertibilidad durante más de una década que expulsaron y desarraigaron a más de cien mil productores y dejaron al borde de la quiebra a otros cientos de miles.

Tal vez, por no sopesar adecuadamente el crecimiento del interior por de cinco años. Tal vez, por demasiados errores de un gobierno que no pudo, no supo o no quiso debatir un proyecto agropecuario sustentable de mediano y largo plazo, marcando el rumbo de la Argentina agropecuaria de cara al siglo XXI.

Nuevos paradigmas son posibles, alejados del crecimiento descontrolado y combustible dependiente, convertidos en respeto a la naturaleza, en seguridad alimentaria, en real redistribución de la riqueza, en crecer y desarrollarse a medida de reales necesidades, en cuidar la sostenibilidad del planeta.

Las dirigencias políticas, gremiales y empresariales están a tiempo para corregir errores, generar un ámbito de debate y discusión sin exclusiones y al más alto nivel político y científico-tecnológico, compatibilizar intereses y satisfacer necesidades de vastos sectores marginados, excluidos y en estado de pobreza extrema, quienes más temprano que antes reclamarán mucho más del Gobierno y de la sociedad argentina. Sería demasiado tarde para lágrimas.

El autor es presidente del Frente Agropecuario Nacional (FAN)