La transición noviembre diciembre fue muy favorable en cuanto a precipitaciones y gran parte de las zonas agrícolas del país, lograron recargas muy promisorias. Las mismas permitieron terminar las siembras sin limitantes, incluso los maíces tempranos (los que habían logrado sembrase a principios de septiembre) encontraron buena humedad en la floración. A partir de la segunda quincena de diciembre, el patrón de circulación de escala regional, inició un proceso negativo para el transporte de humedad, el cual produjo un rápido retroceso pluvial que, sin embargo, se pudo sortear satisfactoriamente con las reservas acopiadas. Conforme transcurrieron los primeros diez días de enero, se vio que el retroceso pluvial se había vuelto persistente, lo cual derivó en un enero muy hostigado por la sequía, con excepciones discrecionales en escala reducida. Este patrón recién comenzó a dar señales de cambio en la última semana de enero, sobre el centro oeste bonaerense.


En el mapa se grafica la comparación de las lluvias observadas en el trimestre de verano, con los valores estadísticos (1973-2024). El resultado de la comparación se separa en quintiles estadísticos desde lo más escaso hasta lo más abundante.

En una primera inspección del mapa, vemos que en gran parte de la zona núcleo, las lluvias han logrado valores normales o incluso hay zonas amplias donde los mismos se han superados. Nada de esto sucedió durante el mes de enero, donde las deficiencias fueron muy contundentes en prácticamente todas las zonas productivas del país, con excepción el noroeste de CB y el sur del NOA, también algunos sectores de la región cuyana y el sur de SL. Es decir los totales pluviales del trimestre, suavizan los faltantes de agua de finales de diciembre y gran parte del mes de enero en la zona núcleo.

A pesar de esto en muchos sectores, el faltante de enero fue muy decisivo para la definición de los rendimientos. Por otra parte, el cambio hacia mejores lluvias en la primera parte de febrero, ha permitido mitigar el deterioro de las sementeras y en muchos casos se observó una recuperación muy notable. En definitiva, la distribución temporal de las precipitaciones ha sido clave en el desarrollo de los cultivos de verano y claramente no podemos decir que fue favorable. La franja sur de BA recién comenzó a incorporar lluvias de valor en la segunda quincena de febrero, una zona que quedo muy postergada por casi dos meses. La franja costera sur bonaerense se normalizo por completo con los totales de febrero.

Un párrafo aparte merece lo sucedido en el norte del país. En esta región el comportamiento pluvial deficitario ha sido homogéneo en la geografía y también a lo largo del trimestre. Es posible que en áreas menores se hayan dado tormentas más generosas que puedan haber definido momentos algo más aliviados, pero a gran escala el patrón seco ha predominado en forma muy persistente, de manera inusual sobre vastos sectores de Chaco, norte de SF y este de Santiago. El centro norte de la Mesopotamia no escapa a estas deficiencias, con una transición rápida hacia mejores volúmenes pluviales hacia el centro de ER y el centro de SF.

A lo largo de todo el trimestre de verano, el fenómeno La Niña se mantuvo presente como evento oceánico. Es posible que en alguno momento del trimestre su acople con la circulación atmosférica, haya sumado al patrón deficitario, pero no ha sido el factor decisivo. En todo caso en la franja norte del país puede haber ser más representativo su efecto, pero esto no se ha sido definitivo en el centro sur de la región pampeana.

Debemos tener en cuenta, que desde finales de diciembre, por durante casi un mes, el flujo de aire tropical estuvo casi bloqueado. Esta limitación generaba un continua recirculación de aire con baja carga de humedad en la región pampeana. Luego de las grandes tormentas que afectaron el sur de Brasil, comenzó a llegar aire húmedo a la zona núcleo, lo cual finalmente fue el inicio del cambio que se expresó con mayor eficiencia en febrero. Desde entonces el aire tropical tuvo una presencia muy marcada en el centro sur de la región pampeana, con buena frecuencia de sistemas frontales. Al mismo tiempo, toda la franja norte, se mantuvo mayormente dominada por alta presión en la estructura media de la atmosfera, generando temperaturas inusualmente elevadas en la zona central del norte del país. Esto convergió con el aire húmedo que ingresaba más al sur, dejando un febrero tórrido en gran parte de la región pampeana, favoreciendo el despliegue de eventos pluviales que resultaron muy severos. Obviamente el complejo comportamiento pluvial de comienzos de marzo en el sudoeste de la región pampeana y en particular en la zona de influencia de Bahía Blanca, forman parte de este mismo escenario.