Se entiende que en 2008, con precios internacionales en alza, el Gobierno se haya tentado con quedarse con parte de esa renta. Ahora, con precios y demanda externos en baja, costos internos crecientes e inflación local en moneda dura que destruye día a día la competitividad de las exportaciones, los argumentos son incomprensibles.
El Gobierno y sus representantes acaban de sufrir duras derrotas electorales allí donde las economías regionales se las ven en problemas: Mendoza y Río Negro. Peras, manzanas y vinos sufren el aumento de los costos locales en moneda dura. La solución de "devaluar sin devaluar" podría ser quitarles impuestos. Retenciones, por decir lo menos. Pero para eso se necesitaría tener superávit fiscal para resignar. Y el Gobierno está en déficit y no piensa en gastar menos, sino más.
La idea de un tributo para gravar producciones regionales y destinar el producido a incentivar el deporte en centros sociales surgió justo al lado del hijo de la Presidenta, Máximo Kirchner. Se trata de ir sobre impuestos internos, aumentando la carga a consumos que se quiere desalentar y que ya están muy gravados. Y tener dinero para campañas.
Los resultados pueden ser desastrosos, como pasó con los automóviles caprichosamente calificados como "de lujo". El impuestazo los sacó del mercado, cayeron la producción y la venta y el impuesto no se recauda. Es una tormenta perfecta.
Justamente esta semana habrá reuniones para tratar de eximir del tributo a los sedanes locales mejor equipados, esos que según los funcionarios no deberían haber sido tocados por el impuesto que ellos mismos diseñaron para que irremediablemente cayeran bajo su lazo.
Son los modelos con mayor valor agregado y tecnología producidos localmente, los más seguros, los más eficientes en consumo. Sólo un rediseño y un recálculo de las torpes escalas del insólito impuesto podrán restituir la producción y la venta de los modelos en los que por su calidad de producción prefirieron especializarse las terminales locales.
Ahora el Gobierno quiere gravar tabaco, alcohol y bebidas azucaradas para subsidiar deportes sociales, sacar jóvenes de la calle e incentivar a quienes practiquen deportes y tengan asignaciones como la AUH.
El problema es que la producción local ya está en el límite. Los tabacaleros se quejan de que toda la competencia importada está más barata que la que aquí se genera. Que algunas cooperativas en el Noroeste ya acumulan millones de toneladas que no tienen comprador. Y la respuesta del Estado es un proyecto de poner más impuestos.
Como anticipó LA NACION, "el autor del proyecto en danza es el diputado Mauricio Gómez Bull -actual presidente de la Comisión de Deportes en la Cámara baja y hombre muy cercano a Máximo Kirchner-, que ya adelantó que la idea del Gobierno sería que la nueva asignación sea financiada por empresas de los rubros de tabaco, alcohol y alimentos «no saludables», una categoría lo suficientemente amplia y poco precisa que incluiría desde gaseosas hasta galletitas, pasando por golosinas, jugos y prácticamente todos los productos que contengan azúcar en su fórmula".
Cuando, en 2009, se anunció el Fútbol para Todos, Cristina Kirchner dijo que sería superavitario y que el excedente se destinaría a financiar el deporte olímpico. Nunca pasó. Pero se creó un tributo de 1% sobre la factura de la telefonía celular que tuvo ese destino. Los empresarios y productores de los sectores que serían afectados están azorados. Ya viven estrecheces muy importantes y no comprenden cómo lo que les proponen es un nuevo ajuste. Por la vía de una suba de la presión tributaria que luego no podrán trasladar a precios internacionales, por la baja de la demanda, ni a los locales, por imperio de los controles y los sistemas de Precios Cuidados.
Impuestos Internos se ha vuelto un galimatías tremendo que complica todas las cuentas y los precios. El del sector automotor es apenas un ejemplo. Que el Gobierno quiera contener la situación hasta llegar a la elección sin que haya un estallido es entendible. No se entiende por qué desde tan cerca de la Presidenta hay quienes apuestan a subirles la presión tributaria a sectores que ya están con sus números en rojo y cerca de la peligrosa parálisis.