Si Néstor pareció un futbolista desesperado pidiendo la hora al referí cuando dispuso el adelantamiento de las elecciones, su esposa ahora en un hipotético escenario similar, parece optar por comprar al árbitro.

Los Kirchner parecen haberse convencido de que luego de las movilizaciones del campo que ya comenzaron de nuevo ya no podrán detener de nuevo con amenazas y gritos, como dicen que ocurrió hoy, la reducción de las retenciones por parte del Congreso.

Entonces la maniobra es ahora la promesa de enviar el 30% de lo recaudado por el impuesto a la exportación de la soja a provincias y municipios. Es decir, ya no sólo apretar a los legisladores para que no voten contra las retenciones, sino decirles: "callate que la provincia se lleva su parte". Una parte que no se sabe si se distribuirá automáticamente, que probablemente se direccionará desde la capital a los municipios para "puentear" a los gobernadores díscolos u opositores. Y para que, por más razones, todos los funcionarios provinciales, en nombre del federalismo, deban peregrinar como mendicantes a la Casa Rosada o a Olivos para cosas cotidianas como asfalto, luminarias, cordón-cuneta. Los fondos, por supuesto, así tendrían como condición inexcusable la sumisión absoluta al poder central. Todo ello en nombre del federalismo.

La Convención Constituyente del 94, que el matrimonio Kirchner integró como como cuadro del menemismo, dispuso que no se pueden usar decretos de necesidad y urgencia para la materia tributaria. Hoy, Cristina lo hizo.