A instancias de un grupo de 130 organizaciones de la sociedad civil, expertos y personalidades vinculadas con la educación, los cinco principales candidatos presidenciales firmaron un Compromiso por la Alfabetización. Se priorizan tres tipos de intervenciones desde el Estado nacional. Dos se vienen ejecutando desde hace mucho tiempo: un programa nacional (en este caso de alfabetización) y transferencias nacionales a las provincias. La tercera, más innovadora y disruptiva, es agregar pruebas periódicas y censales en 3° grado de primaria para evaluar la alfabetización y la comprensión lectora y comprometerse a que los resultados se publiquen en tiempo y forma.
Mientras tanto las noticias dan cuenta de que ciudadanos comunes (una niña que iba a la escuela, un médico que iba a visitar a la madre, entre muchos otros casos) son violentados y asesinados por jóvenes. Los protagonistas de estos hechos de inseguridad son jóvenes en situación de marginalidad, lo cual refleja déficits educativos, una trayectoria larga en la delincuencia y con estrechos vínculos con el narcotráfico.
En este contexto, es pertinente observar los resultados que está dando el sistema educativo argentino por nivel socioeconómico de los jóvenes. Según las pruebas APRENDER el porcentaje de niños que terminan 6° grado con niveles insuficientes en lengua y matemática son los siguientes:
Entre los niños de nivel socioeconómico alto el 24%.
Entre los niños de nivel socioeconómico medio el 42%.
Entre los niños de nivel socioeconómico bajo el 70%.
Estos datos muestran que la degradación de la educación afecta a todos los estratos socioeconómicos, aunque con intensidades muy diferentes. En los hogares de más altos ingresos, 1 de cada 4 niños que termina la primaria no sabe leer, escribir, sumar ni restar. Entre los niños pobres casi 3 de cada 4 no sabe leer, escribir, sumar ni restar. Lo trágico es que los niños pobres son la mayoría. Según el INDEC, más de la mitad de los niños viven en hogares pobres. Por lo tanto, la decadencia del sistema educativo opera como un gran proveedor de mano de obra barata para la delincuencia y el narcotráfico. En este marco, resulta muy pertinente comprometerse con mejorar la educación.
Sin embargo, la educación no va a mejorar impulsando a que la Nación –con plata– arregle las deficiencias de las gestiones provinciales. Es muy sugerente que, según el Ministerio de Educación nacional, en las provincias hay 13 alumnos de primaria por cada cargo docente al frente de alumnos. Esto muestra que el principal problema no es la falta de recursos, sino el ausentismo docente masivo. Por eso, los futuros presidentes no se deberían comprometer a mandar más recursos a las provincias, sino a presionar para que las provincias mejoren la gestión educativa haciendo que premien a los docentes que dan clase y logran mayor aprendizaje de los alumnos y penalicen a los docentes que no trabajan.
Hay que considerar que es muy difícil educar en un entorno social y familiar muy degradado. En muchos casos la educación de los niños pasa a un segundo plano, frente a las urgencias de darles contención. Esto marca la enorme importancia de que la Nación garantice una macroeconomía sana. Bajar la inflación y aumentar el empleo son los compromisos más importantes que la Nación tiene con la educación.
Para no caer en el voluntarismo, el compromiso con la educación debería establecer que cada nivel de gobierno cumpla con solvencia las funciones que le corresponde. Las provincias tienen que mejorar la gestión educativa, en especial, la de los recursos humanos.
El Estado nacional mejorar la macroeconomía y las instituciones laborales para que haya menos pobreza. Pero, además, como plantea el Compromiso por la Alfabetización, hay que establecer exámenes periódicos y censales cuyos resultados sean ampliamente difundidos en medios de comunicación masiva con la pauta oficial. La meta debería ser empoderar a la gente para que presione a sus gobernadores por una mejor educación.
Fuente: Idesa