Si alguien mantenía una esperanza de que haya una negociación con los bonistas que no aceptaron los canjes de deuda de la Argentina y ganaron juicios en Nueva York, ahora que desapareció la famosa cláusula RUFO parece haber sido desairado por la última transcripción de los alegatos del ministro de Economía, Axel Kicillof, en un órgano paraoficial de propaganda.
Kicillof, además, parece querer seguir complicando la relación con los Estados Unidos, al decir que se espera "una reacción" del sistema judicial norteamericano. No se sabe contra qué, porque, como él mismo reconoce, las decisiones que tomó el juez de Nueva York Thomas Griesa fueron avaladas por la Corte Suprema de su país. No parece haber nada más que decir.
Pero el ministro llama a los fondos buitre "mafias" y los acusa de "extorsionar" con juicios a la Argentina y a toda la región, atribuyéndoles querer desestabilizar los procesos políticos democráticos.
Mafias ante las que él se planta, proponiéndose como un moderno Eliot Ness, el famoso jefe del grupo de detectives Los Intocables, inmortalizado en la TV por el actor Robert Stack y en el cine por Kevin Costner, entre otros.
Con renombre por ser el que mandó a la cárcel a Al Capone en los Estados Unidos, Ness quiso hacer una carrera política, pero falló en el intento.
Kicillof está licitando encuestas de su imagen. ¿Para qué otra cosa que no sea una candidatura podría ser? Un cristinista duro, sostenedor del así llamado "modelo", para mostrar que aun fuera del Poder Ejecutivo Cristina Kirchner sigue reinando, aunque sólo formalmente no gobierne.
La guerra antimafia fue ganada por Ness, al menos la batalla contra Capone. Habrá que ver qué pasa con Kicillof y los llamados "buitres".
Ness fracasó en su carrera política. Y su figura se ha vuelto controvertida. El año pasado estalló una polémica cuando quisieron ponerle su nombre a un edificio federal en Chicago.
Los opositores dijeron que la del jefe de Los Intocables es una figura sobrevalorada por Hollywood. Algo así como el "relato", pero en los Estados Unidos. Y que el verdadero Ness terminó mal y hasta dado a la bebida, que combatió en los años de la "ley seca".
Pero tal vez la condena de un Kicillof candidato exitoso podría ser justamente ésa, la de llegar. Alejandro Dolina dijo alguna vez que el diablo tiene dos maneras de perjudicar a los que quieren pactar con él. Una es no dándoles lo que piden. La otra es otorgándoselo, para su mal.
Si Kicillof llegara al gobierno por el voto popular este año, se encontraría a días de asumir que el Tesoro debe pagarle al Banco Central la letra por 10.000 millones de dólares que en 2005 Néstor Kirchner le encajó para sacarle reservas y pagar de una sola vez, por adelantado y sin quita, toda la deuda con el aborrecido Fondo Monetario Internacional (FMI). La deuda suma todo el capital más la totalidad de los intereses.
Un default interno, así nada más como para empezar. ¿Hablaría entonces de la "pesada herencia" que se dejó a sí mismo? Parece difícil.
En mayo de 2016 a más tardar debería hacer importantes pagos por concesiones que él mismo hizo en 2014 al Club de París. Los acuerdos con los compromisos de pago país por país son tantos que todavía se están publicando en el Boletín Oficial. El viernes pasado, en la primera edición de 2015, apareció en esa publicación el acuerdo para pagarle todo a la agencia pública belga que cubre con seguros al sector público y privado cuando hacen negocios en el extranjero: Office National du Ducroire. La fórmula es similar con todos los países. A más tardar el 30 de mayo próximo hay que cumplir con un pago mínimo (como con las tarjetas de crédito) del 11,867% de los atrasos. Para la nueva administración habrá otro vencimiento del 16,5106% a más tardar el 30 de mayo de 2016. A sólo seis meses de haber asumido.
Kicillof sigue hablando del supuesto "desendeudamiento", pero no cuenta que en el caso del Club de París usó una estrategia clásica para desendeudarse: pagar todo lo que le reclaman sin chistar, como hizo Néstor Kirchner con el FMI.
Claro que Kicillof tal vez no pensaba cuando "pateó para adelante" los vencimientos que tal vez le tocaría estar en funciones cuando hubiera que honrar lo que firmó.
Dice Dolina que el bandoneonista Anselmo Graciani era un hombre de gustos vulgares, que pidió al diablo "tocar como siempre había soñado". Y éste, para desdicha del vulgar Anselmo y a cambio de su alma, se lo concedió.