Por culpa de esa afección, Cristina Kirchner tuvo que suspender la celebración de la Independencia, prevista para pasado mañana en Tucumán.
El silencio político, única respuesta al escándalo Boudou, se transformó en silencio clínico. Una frustración para Maduro, Evo Morales, Rafael Correa y José Mujica, que visitarían el país para apoyar a la Presidenta en su campaña contra los holdouts.
Ella aplicó al problema de la deuda en default el protocolo del reclamo por Malvinas. Donde siempre dice "Reino Unido", ahora dice "buitres". El sábado, la Presidenta debería estar repuesta. Ese día llegará Vladimir Putin. Y el 19, Xi Jinping, el presidente de China. La búsqueda de esos respaldos hace juego con la creciente politización del pleito con los holdouts.
Primero se denunció la voracidad desalmada de los "buitres"; después, la "extorsión" de Thomas Griesa; ahora, la contradicción es con Washington. El objetivo es que la Argentina integre un bloque contra los Estados Unidos, en una nueva pero dudosa Guerra Fría.
Esta estrategia, si se la puede llamar así, tiene algunas deficiencias inquietantes. La primera es que supone que Daniel Pollack, el special master designado por Griesa, es sensible a la presión de la diplomacia. Pollack recibirá hoy en Nueva York a una comitiva de funcionarios argentinos: el ministro de Economía, Axel Kicillof; el secretario de Finanzas, Pablo López; el secretario legal del Ministerio de Economía, Federico Thea, y el subprocurador del Tesoro, Javier Pargament. Es improbable que hablen de los pronunciamientos del G-77 o de las recomendaciones de la OEA sobre las reestructuraciones de deuda. Pollack ni siquiera ejerce una mediación: es el mero ejecutor de la sentencia de Griesa.
La otra falla de la campaña oficial es que llegó fuera de hora. En el supuesto de que el Poder Judicial de los Estados Unidos sea receptivo de alguna sugerencia política, la del kirchnerismo es extemporánea. Las presentaciones internacionales de Kicillofy Héctor Timerman, igual que las advertencias de economistas extranjeros sobre el riesgo en que ha puesto Griesa a las finanzas globales, hubieran sido oportunas antes de que la Corte de los Estados Unidos rechazara la apelación argentina. La Presidenta tuvo más de diez años para realizar ese ejercicio. Pero recién se despabiló al advertir que sería ella, y no su sucesor, la responsable de pagar. Entonces ordenó saldar contra reloj todas las deudas -Ciadi, Club de París, Repsol-, y creyó que con eso alcanzaría para que los jueces norteamericanos no pusieran al país al borde del default. No funcionó. Ahora el esfuerzo diplomático es muy tardío. De nada sirve despotricar contra una sentencia firme.
El kirchnerismo puso en funcionamiento sus creencias más atávicas. Primero, no hay decisión jurídica ni económica que no pueda ser doblegada por la política. Segundo, la independencia de los magistrados es tan ilusoria en los Estados Unidos como en la Argentina o Venezuela. Hay un tercer axioma, que se activará en los próximos días: el poder de Washington se sentirá menoscabado si en Buenos Aires deciden "irse con otro". Néstor Kirchner giró hacia el chavismo en 2005, cuando advirtió que George Bush no sería su abogado frente al Fondo Monetario Internacional. Cristina Kirchner firmó su acuerdo con Irán, que hasta hoy no puede explicar, al convencerse de que, a pesar de su posición contra el terrorismo islámico, Barack Obamaseguiría aplicándole sanciones comerciales. La indiferencia de la justicia neoyorquina pondrá a la Argentina en brazos de Putin y de Xi, que llegarán a Buenos Aires aprovechando que van a Brasil para la cumbre de los Brics.
Contexto cambiado
El idilio con el presidente ruso comenzó con la anexión de Crimea. La representante argentina en la ONU, que votó en contra en el Consejo de Seguridad, se abstuvo diez días después en el plenario. "No cambiamos nosotros, sino el contexto", bromeó Timerman. Putin llega a Buenos Aires envuelto en la bandera antinorteamericana. El viernes pasado, Moscú canceló a Cuba una deuda color sepia con la Unión Soviética: US$ 35.000 millones, impagables. Además, desde que Estados Unidos y Europa la sancionaron, Rusia invita a sus socios a comerciar en monedas distintas del dólar.
En la Casa Rosada confían en que esa fobia terminará dando un beneficio. ¿Habrá un aporte ruso al alicaído Banco Central? Cristina Kirchner quiere que, antes de que llegue Putin, el Senado trate un proyecto que otorga inmunidad a las reservas monetarias que otros Estados depositen en el país. Esa protección ya fue dada por la ley 24.488, de 1995. Aunque el nuevo proyecto agrega un resguardo contra "cualquier medida coercitiva" -¿el embargo de un tercero?- y menciona entre los depositantes a "otras entidades monetarias".
Putin volará desde Buenos Aires hacia Fortaleza, donde el lunes 14 comienza la cumbre de los Brics: Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica. La innovación que esos países realizarán en el tablero internacional enfervorizará a la Presidenta: crearán un banco que cada uno capitalizará con US$ 10.000 millones. También formarán un fondo de reserva de US$ 100.000 millones, de los cuales China aportará 41.000 millones; Rusia, la India y Brasil, 18.000 millones cada uno, y Sudáfrica, 5000 millones. Los Brics ensayan una institucionalidad paralela a la del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Este nuevo régimen, alternativo al fundado en Bretton Woods, está diseñado, sobre todo, por los chinos, que no consiguen traducir su capacidad económica en poder en los organismos dominados por Europa y los Estados Unidos. ¿Será una de estas nuevas organizaciones la "otra entidad monetaria" a la que se refiere el proyecto que la Presidenta envió al Congreso?
La reunión de Fortaleza se prolongará en Brasilia, adonde los presidentes de los Brics invitaron a sus colegas de la Unasur. Si supera la faringolaringitis, la señora de Kirchner se verá allí con Xi, que el 19 visitará Buenos Aires. El presidente chino anunciará el desembolso de US$ 10.000 millones para las obras del Belgrano Cargas y las faraónicas represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic. Esas centrales serán construidas por la china Gezhouba, asociada con Electroingeniería, de Gerardo Luis Ferreyra, un íntimo de Carlos Zannini.
Los contratos se terminaron de iniciar el 13 de junio pasado. Es decir, 72 horas antes del rechazo de la Corte norteamericana. Los funcionarios argentinos leyeron esa anticipación como un respaldo. Para ellos todos los fenómenos están vinculados entre sí. Salvo las represas santacruceñas con el sistema eléctrico. Conectarlas costará varios miles de millones de dólares. Es un detalle.
A los chinos les resulta simpático que se interprete su incursión en Sudamérica como una avanzada contra Washington. ¿Washington no viene sellando acuerdos militares con Japón, Vietnam y Filipinas? Pero el paradigma de la Guerra Fría es engañoso para interpretar la actualidad. Para China, el grupo preferido es el que integra con los Estados Unidos: el G-2. Ambas potencias coinciden en la agenda de largo plazo: terrorismo, energía, alimentación y medio ambiente. Se volverá a notar pasado mañana, cuando comience en Pekín la sexta ronda de diálogo estratégico y económico de los dos países.
La ensoñación de construir un nuevo orden bipolar releva al kirchnerismo de explicitar una solución para un conflicto que, a diferencia del de Malvinas, tiene vencimiento el próximo 31. Los funcionarios que hoy visitan Nueva York esperan que Griesa despeje la muy discutible amenaza de la cláusula Rufo y de los "buitres" holgazanes, que no iniciaron juicio. Kicillof está atrapado por el dilema de Protágoras: pagando o dejando de pagar, siempre pierde. Así como los holdouts, que se cubrieron del default comprando credit default swaps, cobrando o dejando de cobrar, siempre ganan.
Tal vez sea contraproducente insultar al magistrado. Pero la señora de Kirchner ve en Griesa al emergente de una gran conspiración. El miércoles pasado terminó de corroborarlo. Ariel Lijo fue el invitado más visible en la celebración nacional de la embajada de los Estados Unidos. Para el oficialismo hay una armonía tranquilizadora: a Griesa y Lijo los mueve el mismo titiritero. Además, en la fiesta también estuvo Héctor Magnetto. Todo cierra.
Igual hay un problema: así como la militancia internacional no resuelve la encerrona de los holdouts, la existencia ostensible de un complot no libera al kirchnerismo del lastre en que se ha convertido Amado Boudou. Sobre todo si, como afirman algunas versiones de las últimas horas, aparecen conexiones entre la causa Ciccone y los fondos administrados por el santacruceño Ernesto Clarence, a quien Elisa Carrió denomina "el cajero de los Kirchner". La Casa Rosada debería conseguir la licencia de Boudou. O la Presidenta tendrá más temas de los que no hablar.