Para responder a esta pregunta debemos observar la composición social de nuestro país. Para ello contamos con cifras de los ingresos mensuales por categoría social para el año 2013, provistos por la consultora W, una de las más reconocidas en este aspecto. Para obtener la pirámide social objetivamente los economistas y sociólogos se basan en el ingreso que gana la gente. Si se sigue esta metodología se puede dividir a la población argentina en clase alta (ABC1) con ingresos de más de $33.000 por mes en 2013, la que abarca el 7% de la población. La clase media alta (C2), con ingresos entre $12.000 y $ 33.000 por mes siempre en 2013, que incluye al 17% de la población. La clase media típica (C3) ganando entre $6700 y $ 12.000, representa el 30% de los argentinos. Sumando estas dos categorías (C2+C3), la clase media argentina llega al 47% de la población. La clase baja superior (D1), que tuvo ingresos en 2013 entre $ 3100 y $6700 y llega al 32% de la población, y finalmente la clase baja (D2/E) con ingresos por mes en 2013 menores a $3100, que en promedio del año fueron de $2200 por mes y representa el 15% de la población. La clase baja (D1+D2/E) llega al 47% de la población y logró igualar ahora a la clase media (también 47%) que ya no es mayoritaria.

Estas cifras muestran una declinación de la clase media en relación a la que se registraba hace 4 o 5 décadas atrás, época en la que representaba más del 50% de la población. Al irse empobreciendo el país relativamente, también se han reducido las clases medias y altas, y se ha incrementado la pobreza o clase baja. Después de los picos de pobreza de 1989 (42%) y de 2002 (56%) se observó una recuperación de la clase media y alta, y también se redujo algo la clase pobre, pero sin recuperar las cifras previas a dichas crisis. Actualmente la pobreza se ubica en el 27,5 % de la población (cifra de la UCA), nivel que se puede considerar de "pobreza estructural" ya que no baja de ese valor, aun después de 12 años de "recuperación económica a tasas chinas". Esta es la visión económica de las categorías sociales que surge de los niveles salariales y de otros ingresos. En otros enfoques para determinar la situación social de la población se suelen agregar factores patrimoniales como la tenencia de auto, vivienda propia según tamaño y otros indicadores similares, pero los resultados no son muy diferentes a los presentados aquí.

Sin embargo, la composición social es muy distinta si consideramos lo que los argentinos piensan de sí mismos. La misma consultora W, dirigida por Guillermo Olivetto, ha efectuado un análisis de campo al respecto, por lo que podemos comparar las percepciones de la población con su situación objetiva.

Al efectuar la pregunta "¿A qué clase social diría usted que pertenece?", solo el 1% se declara de clase alta (contra el 7% que nos da la economía). Y la gran sorpresa, al menos para mí, es que el 81% se declara de clase media (contra un 47% que resulta de las cifras de ingreso). Y más sorpresa aún es que solo el 1% de todos los argentinos se declara pobre. Los que se ven como clase baja apenas llegan al 8 % de la población y los de clase baja superior llegan al 10%.

Los políticos suelen poner el acento de sus prédicas proselitistas en la clase pobre, en cuyo caso se dirigen al 1% de la población según pertenencia de la gente, o a lo sumo al 19% de la gente sumando las tres categorías sociales que podrían asimilarse a ese mensaje. Objetivamente, según el dato de 2013, la clase baja y la clase media son iguales, 47% de la población, pero los argentinos se perciben como un 81% de clase media y solo un 19% de clase baja. Creemos estar mejor de lo que estamos.

Este comportamiento podría ser una forma de aparentar, típica del argentino, como dicen J. E. Abadi y D. Mileo en el libro No somos tan buena gente, con la frase representativa "Si hay miseria que no se note". Esta percepción distinta de la realidad nos impide reaccionar a tiempo y votar de una manera diferente. Parece que estamos contentos con los resultados económicos, pues más del 80% de la gente se ve bastante bien, se ve como clase media, que es la que tiene un nivel de consumo excelente o muy bueno. En la realidad no es así.

Quizá esta percepción distinta de la realidad es un problema del individualismo argentino. Frases como "a mí me va bien, a los demás no sé", "Yo, argentino", o sea, me salvo yo individualmente, pueden ser un síntoma de esta decadencia general que no percibimos, salvo cuando viajamos a otros países, pues la comparación se hace imposible de disimular y nos muestra nuestro verdadero rostro.

La situación económica y social es tal que pronto las expectativas subjetivas imaginarias van a tener que coincidir con la realidad objetiva. En ese momento, estaremos en condiciones de cambiar. De lo contrario, no...y seguiremos engañándonos.