Mientras Cristina Kirchner sostuvo que el 1° de Mayo debía festejarse con nuevos puestos de trabajo , el escenario socioeconómico comenzó a mostrar en las últimas semanas algunos signos intranquilizadores. Y esta situación no es corroborada solamente por algunos empresarios y economistas a quienes la Presidenta identifica con la llamada "cadena del desánimo" , sino por los propios datos del Indec, que confirmaron las dificultades que atraviesa la industria argentina.
De acuerdo con el Estimador Mensual Industrial del Indec, en marzo último la actividad industrial exhibió una caída de 6% respecto del mismo mes de 2013. La producción automotriz, uno de los motores del crecimiento en la década kirchnerista, experimentó en el primer trimestre del año una baja de 14,5% frente a igual período del año anterior, y comparando marzo de este año contra marzo de 2013 la declinación fue de 25,1%. Por si esto fuera poco, el Índice de Obreros Ocupados en el sector manufacturero sufrió en el primer trimestre una caída de 1,2% en términos interanuales, al tiempo que también bajó la cantidad de horas trabajadas.
Suspensiones, reducciones de horas extras y eliminaciones de turnos que comienzan a advertirse podrían ser el paso previo a una destrucción de puestos de trabajo que afectaría negativamente el nivel de empleo en los próximos meses. Ante estas perspectivas, el discurso de Cristina Kirchner viene haciendo excesivo foco en comparar la situación actual con la de 2003, cuando se inició la era kirchnerista y el país afrontaba una situación crítica, aunque bastante mejor que la de 2002. El mensaje oficial parecería estar diciéndonos que, a la hora de efectuar un balance sobre la actual gestión presidencial, hay que comparar 2014 con 2003 y no con 2007 o 2011.
En el marco de esta lucha por el relato, la Presidenta enfatizó en los últimos días la importancia del crédito para la producción, antes que de los préstamos para el consumo, que tuvieron su auge en todo el período kirchnerista. "Si no queremos que haya más aumentos de precios, tenemos que prestarle primero a la producción, y los empresarios tendrán que producir más", sostuvo. En igual sentido, ayer convocó a los empresarios a agregar más valor a la producción primaria y los instó a "comprender que los trabajadores tendrán más productividad y ellos mayores ganancias si invierten en tecnología y podemos dar un salto cualitativo que nos permita producir y exportar más y mejor".
Este mensaje sonaría muy lógico si el Gobierno no pusiera la cantidad de trabas que viene poniendo para la concreción de importaciones. No pocos analistas y empresarios se preguntan sobre la utilidad de préstamos para la producción cuando la mayoría de las empresas encuentra severas restricciones oficiales para importar insumos indispensables para ampliar su capacidad productiva.
El Gobierno luce, así, desconcertado y enredado en su propio relato, al tiempo que la economía y las fuerzas productivas terminan atrapadas en el laberinto del intervencionismo estatal.