La cantidad de empleados del sector manufacturero bajó 1,2% en el primer trimestre con relación al mismo período del año anterior. Todo según los datos oficiales del INDEC que, a contar por los resultados de las últimas semanas en materia de pobreza, indigencia y exportaciones, no paran de desprestigiarse.
La baja del empleo industrial se compadece con las críticas a la política económica de un documento de la Unión Industrial Argentina que Marcelo Bonelli revela en la página 41 de esta edición.
La entidad fabril, que el lunes escuchó por largo rato la visión del ministro de Economía, Axel Kicillof, sobre las bondades del plan del Gobierno, alertó que “desde 2011, la actividad industrial viene mostrando un marcado estancamiento ”, y destacó que el accionar oficial le pone vallas al crecimiento del empleo.
Cómo viviendo en dos mundos, el Gobierno rescata el pasado cuando la economía crecía y el número de empleos, también. Pero eso fue hace mucho y en los últimos años el empleo estatal fue casi el únicoque tuvo números en ascenso.
La UIA marca en 2011 el comienzo del estancamiento manufacturero cuando, sin decirlo, la estrategia oficial de expandir el consumo (autos y electrodomésticos) se encontró un límite infranqueable: la escasez de dólares.
El Gobierno decidió enfrentarla con la aplicación de un cepo cambiario que, frenando las importaciones, cortó de cuajo la posibilidad de recuperación de la actividad económica.
El año pasado, la industria encontró una forma cosmética de encubrir la baja de actividad. Fue el repunte de la venta de autos impulsado por la idea de que comprar un coche era una forma de ahorrar alternativa ante la imposibilidad de adquirir dólares (el atraso cambiario era evidente).
Pero la devaluación de enero y la trepada de las tasas de interés terminaron con la estadísticas alcistas de un sector que, junto con el de electrodomésticos, había sido a tomado por el Gobierno como mascarón de proa para expandir el consumo. Y eso corrió el telón de otra realidad industrial.
En su afán de tapar el golpe recesivo que implicaron la devaluación y la suba de las tasas, el Gobierno culpa a la menor demanda brasileña por la caída de la actividad automotriz en el país.
Cuando la reducción de turnos, suspensión de trabajadores y adelanto de vacaciones comenzaron a hacerse sentir con intensidad, según la visión oficial, la responsabilidad está en que Brasil crece menos y compra menos autos argentinos. Y no en las consecuencias del ajuste y del golpe al bolsillo que está dando la inflación y que obliga a repensar y postergar los planes de consumo de las familas.
Aún en las manipuladas estadísticas oficiales, la baja del empleo empieza a cobrar intensidad y ese es el costo más doloroso de las malas decisiones económicas.