La foto es elocuente por lo que oculta, no por lo que muestra. Como todo en el peronismo. Por primera vez en años, los gobernadores de ese partido se autoconvocaron para emitir una señal de cohesión y definir una estrategia electoral.

Ésa es la mentira. La verdad, si existe alguna, es que el sonriente retrato de familia que esos viejos leones compusieron el jueves por la noche en la Dirección de Remonta y Veterinaria del Ejército es, en realidad, un rompecabezas mal armado.
Examinarlo permite comprender las tensiones que el duelo sucesorio está provocando en el oficialismo. El desafío que plantea Sergio Massa, los dilemas de Daniel Scioli y, sobre todo, la estrategia de Cristina Kirchner para emprender la retirada.

Hay fanatismos misteriosos. El sanjuanino José Luis Gioja estaba esperando recuperarse de su accidente para tejer una red que sostenga la candidatura presidencial de Daniel Scioli. Gioja se reunió en un hotel porteño con Gildo Insfrán (Formosa) y Eduardo Fellner (Jujuy), y habló por teléfono con Francisco Pérez (Mendoza), Oscar Jorge (La Pampa) y Juan Manuel Urtubey (Salta).
De las demás gestiones se encargó Juan Carlos Mazzón, eterno gerente del partido que, de tanto jugar simultáneas, ya no recuerda para quién trabaja. Sergio Urribarri, el hipotético desafiante de Scioli, estaba, vaya casualidad, en China. En cambio, Gioja invitó a José Manuel de la Sota, que suele confesar: "Yo no voto por Cristina".

Cuando se estaba terminando la picada, irrumpieron en Palermo Carlos Zannini y Jorge Capitanich. Capitanich fue en representación del Chaco, confirmando habladurías según las cuales en poco tiempo dejará la Jefatura de Gabinete. Tal vez sólo falte vencer la resistencia de su hermano, a quien algunos maledicentes llaman "el «Liuzzi» de «Coqui»". La presencia de Zannini tuvo otro sentido: transformó lo que iba a ser una reunión del peronismo en otra del Frente para la Victoria. Es decir, del kirchnerismo.

Había que prever la llegada de Zannini. Estaban en su casa. O en la del general César Milani, que es lo mismo. Su presencia se comprende por dos preocupaciones principales de Cristina Kirchner. La primera tiene que ver con la gobernabilidad general. Ella sabe que, desde las últimas elecciones, es difícil impedir la formación de una liga de gobernadores. La imposibilidad de una nueva reelección y la crisis económica resucitaron al PJ. Por lo tanto, su objetivo más aceptable es que ese club sesione a la sombra de la Casa Rosada. Es decir, que no se repita lo que sucedió entre 1997 y 2003, cuando los caudillos de provincia, con Néstor Kirchner a la cabeza, se complotaban para acorralar a los gobiernos que reclamaban un ajuste.

El otro cometido por el que Zannini concurrió adonde, ¿por qué no creer?, no había sido invitado, es que la señora de Kirchner debe evitar que Scioli forme una alianza ajena a su jefatura. El año pasado, Sergio Massa la sorprendió soltando amarras y llevándose consigo una decena de intendentes. Massa hizo abortar la reelección. Sería una pesadilla que ahora, cuando ella está más débil, Scioli emprenda su propia aventura arrastrando a un grupo de gobernadores tras de sí.
La invitación de Gioja a De la Sota fue para la Presidenta la confirmación de las peores presunciones.

Ella está convencida de que Scioli ya selló un acuerdo con el gobernador de Córdoba. También cree que, en medio de la tormenta cambiaria, ese contrato incluía la convocatoria a una Asamblea Legislativa para llevar a Scioli a la presidencia. El plan alternativo -especula Cristina Kirchner- es la composición de una fórmula Scioli-De la Sota, para la que el gobernador de Buenos Aires debería romper con el kirchnerismo. La Presidenta elaboró este cuadro basándose en innumerables confesiones de Scioli ante otros peronistas.

La aparición de Zannini en la comida también fue confirmatoria para De la Sota: como él sospecha, Scioli jamás se distanciará del Gobierno. Que la señal de esa atadura haya sido la llegada del secretario legal y técnico fue casi una agresión. De la Sota está cruzado con él en una guerra despiadada. En diciembre se libró una batalla: Zannini impidió el envío de la Gendarmería a una Córdoba incendiada por un enigmático levantamiento policial. Ahora se desarrolla otra: el escándalo de una "cueva" financiera salpica a toda la política provincial. Se llama CBI Cordobensis. Perseverancia del tradicionalismo: en la docta , hasta los negocios dudosos se hacen en latín.

CBI proveía cajas de seguridad y, de paso, un canal para el dinero negro. En noviembre entró en bancarrota. Y cerró cuando su vicepresidente, Jorge Suau, apareció muerto. La empresa fue fundada por Fabián Maidana, actual presidente del Banco de Córdoba. Y entre sus depositantes están el secretario privado y el secretario de Transportes del intendente Ramón Mestre (UCR). Maidana aclaró que abandonó CBI cuando De la Sota lo designó en el banco. Mestre dice que sus subordinados deben dar explicaciones en la Justicia.

El denunciante más estridente del affaire de CBI es Luis Juez, rival de De la Sota y de Mestre. Juez ha ventilado mucha información sobre estos negociados. Y su asesor, el ex delegado de la SIDE Horacio French, comentó a varios abogados que posee tres carpetas sobre Maidana y seis sobre Mestre. Es curioso que no las presente ante la Justicia.

De la Sota cree que detrás del caso CBI está Zannini, a quien atribuye un pacto con Juez. Además, el fiscal Enrique Senestrari, que milita en la agrupación oficialista Justicia Legítima, depende de Alejandra Gils Carbó, quien reporta a Zannini. Pero Zannini tiene pocos motivos de festejo: el dueño de la financiera, Eduardo Rodrigo, declaró que su bancarrota se produjo por un retiro de fondos del empresario Euclides Bugliotti, dueño del shopping donde funcionaba la firma. Bugliotti es uno de los principales aliados del secretario legal y técnico en Córdoba.

Primero Liuzzi, ahora Bugliotti, ¿Zannini se pondrá a llorar de nuevo?
Para los amantes de las conspiraciones: Bugliotti sacó 40 millones de pesos de CBI mientras comenzaba el amotinamiento policial. Se entiende, entonces, que De la Sota comentara en Palermo: "Zannini me quiere voltear". Cuando terminó de decirlo, entró el verdugo. Casi de telenovela venezolana.

Gioja llamó a De la Sota al día siguiente de la comida para jurarle que no sabía que Zannini asistiría. El cordobés se comunicó con Scioli para decirle lo de siempre: "Si seguís encerrado en el kirchnerismo, estás muerto". Lo mismo le quiere hacer entender Eduardo Duhalde, quien por enésima vez vuelve a la política con esta explicación: "Estuve con Francisco y me pidió que ayude a Daniel". Prodigiosos peronistas: durante años fueron ventrílocuos de un general exiliado en Madrid, y ahora hacen hablar a un papa en Roma. Duhalde quiere persuadir a Massa de conformarse con la gobernación. Se ve que el "Pato" Galmarini no le explicó que su yerno es, en muchos sentidos, lo más parecido a Néstor Kirchner que hay en plaza.

Atado al mástil kirchnerista, Scioli se tapa los oídos ante toda insinuación de disidencia. Quedó claro en Palermo: Capitanich lo destituyó de la jefatura del PJ sin la menor consideración. "La señora quiere que el presidente no sea un candidato, así que va a ser Fellner", informó. Cuando Fellner simuló alguna resistencia, Scioli lo alentó. Gioja y Buzzi se mostraron resignados. Pero todos aplaudieron.

El tucumano Alperovich con más entusiasmo que nadie: ya tiene un acuerdo con el Gobierno para postular a José López, el secretario de Obras Públicas, para ser su sucesión. De la saga autonomista de Gioja quedó lo siguiente: el PJ va a armar una lista kirchnerista para que María Servini de Cubría no lo intervenga por falta de uso. El detalle a observar será quién designa a los apoderados de esa nueva conducción. Serán los que, en última instancia, controlen las candidaturas.

La liga federal se adaptó a la estrategia de Cristina Kirchner. Su objetivo es contar con el mayor poder disponible para el 11 de diciembre de 2015. Si el PJ convierte a Scioli en un candidato inevitable, ella querrá rodearlo con su propio aparato, sobre todo en el Congreso. El modelo es conocido: Scioli-Mariotto.

¿Qué estabilidad tendría ese nuevo presidente? Nadie se hace esa pregunta. Ni Scioli.

Pero la clave de las ensoñaciones presidenciales no hay que buscarla en Remonta y Veterinaria. Apareció en Chile. Durante la asunción de Michelle Bachelet, la señora de Kirchner llamó a Diego Santilli (Pro) para decirle: "¿No es una transición ejemplar la de Bachelet con Piñera?". El comentario se enhebra con uno más antiguo. Cuando, en 2011, llamó a Mauricio Macri para saludarlo por su triunfo porteño, le comentó: "Ahora quedamos vos y yo".

El peruano Alan García suele decir que los presidentes no pueden determinar la identidad del sucesor. Pero sí la de quien no lo será nunca