Juan Carlos Fábrega se siente poco acompañado por Axel Kicillof en la tarea de corregir los fuertes desequilibrios de la economía, banqueros y empresarios se sienten mucho más cerca del presidente del Banco Central que del ministro. Las razones son varias. "Fábrega tiene razón cuando dice que hizo lo que tenía que hacer en su área de responsabilidad, pero que ahora falta que Axel ataque el déficit fiscal y deje de financiar gasto con la maquinita ", sostienen.
Pero también hay otras cuestiones: "Fábrega sabe cómo funciona la economía, se ha pasado la vida trabajando, el equipo de Economía es de unos cuarentones que no se habían podido conseguir un trabajo importante hasta que los pusieron a manejar el país, no tienen idea", dicen cerca de la banca y de la UIA.
El diagnóstico es que la calma chicha que se ha conseguido es demasiado costosa si no se ataca de verdad el frente fiscal. "Esto es como estar defendiendo la convertibilidad en el final, subir las tasas para evitar la corrida al dólar al precio de matar la actividad, y así profundizar el problema fiscal. ¿Esta gente va a terminar causando una crisis por querer defender estúpidamente una especie de convertibilidad a ocho pesos?", se preguntaba un empresario alarmado por la caída de la actividad.
Las tasas al 30% son un problema para el capital de trabajo de las pymes, señalan. Uno de los problemas, por ejemplo, aparece en el mercado de carnes. Los que tienen campos de cría venden cuando empiezan los fríos. Los engordadores compran, pero lo hacen con crédito. ¿Quién puede hacerlo al 30%?, se preguntaba un empresario del sector. Entonces los criadores tienen que enfrentar precios muy bajos y mal vender sus animales, señalan, a pesar de que este año las lluvias han ayudado. El daño que no hace el clima lo hacen las malas políticas.
¿Alguien se imagina al Gobierno recortando gastos improductivos que le gustan tanto? Por ejemplo, la propaganda oficial y el dinero pagado a los rentados que se hacen llamar periodistas, o militantes, o periodistas militantes.
De otro lado aparecen colosales gastos en subsidios a los servicios públicos. El Gobierno quiere que sea la AFIP la que investigue los estados patrimoniales y gastos de los consumidores para ajustarles los valores. El "precio según la cara del cliente" llevado a nivel de política oficial.
Esa clase de políticas harían que sólo haya prestaciones de buena calidad en los barrios de los más pudientes. Algo que ya se padece.
Una verdadera política tarifaria requiere racionalidad, profesionalismo y, probablemente, también subsidios. Pero de seguro, terminar con las falacias que en los últimos once años causaron una crisis que ha costado millones y vidas.
Las prestadoras no creen en aplicar aumentos según los ingresos de los clientes. Creen que será difícil de controlar y administrar. AySA tiene una lista de 700 clientes que son grandes consumidores. Industrias, hoteles de lujo, lavaderos. Insólitamente, el Gobierno les mantiene el subsidio. No es que ese número vaya a cambiar la situación fiscal, pero es una muestra de la falta de manejo.
Por otro lado, entre la inflación y la devaluación, el Gobierno está viendo una caída de la actividad que es muy poco conveniente. Los siete meses de caída en la industria son una pésima noticia. Allí juega un gran papel la que fue la industria estrella del kirchnerismo, la de las terminales automotrices, herida por la devaluación, el impuestazo, la inflación y el encarecimiento del crédito.
"Kicillof no puede estar pendiente de si aparecen o desaparecen las 12 cuotas para un LED TV, eso no mueve la economía, lo que importa es si hay crédito para capital de trabajo, para mantener la cadena de pagos, que se está cortando", decía hace pocos días un industrial.
El Gobierno apuesta ahora a un régimen de sustitución de importaciones de autopartes para evitar el déficit de divisas en el rubro. Sería bueno que las autoridades se fijen bien en los destinatarios. Porque hasta Guillermo Moreno sacó a los gritos a algunos que en pleno auge del sector destinaron sus ganancias a la especulación inmobiliaria en dólares, en lugar de ampliar sus fábricas, y luego se dedicaron a aumentar los precios y a pedir protección contra las importaciones.
Están las autopartistas de excelencia, que proveen a las marcas más importantes del mundo desde la Argentina. El dilema es si Kicillof y los suyos sabrán distinguir unos de otros