Dicen que Dios aprieta pero no ahorca. A nosotros nos había dejado casi sin aire después de las elecciones, y de pronto llegó esta resurrección política que nos pone otra vez de cara a las grandes ligas. La única macana es que las cosas, por pura casualidad, empezaron a funcionar bien justo cuando la señora decidió dejar el manejo del Estado en manos de otros . Insisto, es una mera coincidencia, pero no van a faltar los cretinos que digan que renacimos gracias a que ella decidió reinar y no gobernar.
El lunes, mientras todos estaban en la playa, anudábamos el histórico acuerdo con España por YPF . La verdad, yo me había olvidado totalmente de este tema. Tan colgado estaba que me había quedado con aquellas imágenes de la Gendarmería echando a patadas a los de Repsol de la torre de Puerto Madero; tratándolos como delincuentes, porque de eso los acusamos: de vaciar la empresa, de destruirla. Me había quedado con las feroces críticas de Cristina al promulgar la ley de expropiación; con la defensa de esa ley que hizo Kicillof en el Congreso con un extraordinario discurso, en el que nos demostró y le demostró al mundo que Repsol era la peor lacra. Y me había quedado, sobre todo, con la promesa de mi gobierno de que nunca jamás les pagaríamos un peso a esos bastardos, y que eran ellos los que iban a tener que resarcir a la Argentina.
Fíjense qué desactualizado estaba. Parece que en todo este tiempo pasó mucho petróleo debajo del puente, porque hasta el propio Kicillof, el incombustible Kichi, le puso muy sonriente su firma al acuerdo por el cual nos comprometemos a pagarles 5000 millones de dólares. Ya había sonreído también cuando nos asociamos con Chevron, porque Kichi ha aprendido de los Kirchner que no se puede hacer una revolución sin dólares. Divisa mata ideología, reconoce en voz baja el flamante ministro.
Despistado como soy, pregunté a mis amigos de La Cámpora por qué teníamos que pagar por algo que es nuestro, y nada menos que a tipos que nos habían querido robar. Me contestaron que les pagamos con la condición de que prometan que no van a volver a intentarlo. También pregunté con qué plata íbamos a pagar. "Cinco lucas es mucho", dije. "Carlitos, Carlitos -me frenaron-. Firmamos nosotros, pero casi toda la deuda la van a tener que pagar los próximos gobiernos. El activo de la expropiación es nuestro, y el pasivo, de los que vengan después."
Otro éxito, ese mismo lunes, fue el aumento de las naftas, de 6,5 por ciento en promedio. Si hay que pagarles a los gallegos, está bueno ir juntando guita. Y si la gente quiere una YPF bien argentina, bien gauchita, que se ponga. Además, a cambio de ese aumento las petroleras se comprometieron a invertir y a producir más. Eso quiere decir que va a haber mucha más nafta, y por lo tanto va a costar menos. Con lo cual la suba del precio termina siendo una buena cosa. Muy buena cosa. Seguro que van a hacerlo más seguido.
Aerolíneas Argentinas contribuyó a la buena onda: tuvo otro choque con un avión en tierra en Caracas, dejó varados a cientos de pasajeros en Miami y a otros tantos en Ezeiza, y un vuelo que salió de Madrid el miércoles tuvo que volver dos horas después por problemas técnicos. Lo bueno de todo esto es que Aerolíneas, como YPF, es nuestra. De La Cámpora. Es decir, tenés donde ir a quejarte. Me mataba cuando era de Iberia y había que ir a protestar a Madrid. Un incordio.
¿Más buenas noticias? El lunes no hubo fuga de divisas. Es cierto, fue feriado, pero un feriado puesto por nuestro gobierno: todo el mundo sabe que no nos gusta recurrir a recetas ortodoxas. Además, no sólo la gente necesita un descanso; la feroz corrida estaba dejando las reservas con la lengua afuera.
¿Más? El impuesto a los autos de alta gama va viento en popa en el Congreso. El plus es que en realidad también los autos medianos van a ser alcanzados. No conseguimos, como había prometido Moreno, fabricar un auto popular, accesible a cualquier bolsillo. Pero sí vamos a conseguir que los autos populares sean considerados de lujo. Para que nadie se sienta menos que otro. Yo, por ejemplo, ya no me voy a avergonzar cuando me cruce por Puerto Madero con Boudou o con Jaime.
A todo esto, Capitanich siguió atendiendo diariamente a la prensa, se reunió con los ministros, fue al Congreso, convocó a la oposición y monitoreó el análisis de la situación económica. En un break de su agenda se corrió hasta Olivos para hacerle el aguante a la señora durante una visita de cortesía de ejecutivos alemanes. Una visita para la foto. No para la foto de los alemanes, sino de ella: había que mostarla activa y de blanco. Sí, de blanco, radiante. Capitanich se sorprendió. Un oportuno alivio de luto, un nuevo capítulo del relato, pensó el hombre que ahora lleva las riendas del Gobierno.
-Lo estás haciendo bien -lo halagó Cristina al recibirlo, enterada de lo que pasa, pero no comprometida con el día a día de la gestión. No ajena, sí distante. Sin discursos, sin peleas. Aliviada. Casi recluida.
-Lo estás haciendo bien -insistió la Presidenta.
-Usted también -dijo él.