La película sigue, aunque con matices particulares, con el mismo argumento de los últimos filmes.
Los valores en las posiciones cercanas continúan sobre el soporte de una escasa disponibilidad, no sólo en EE.UU. sino también en el mundo en general. Simultáneamente, la demanda no da signos de aflojar pese a las peores condiciones de la economía global.
Por el lado de la oferta inmediata, el cuadro favorece a los precios de la soja.
Los stocks estadounidenses de poroto y harina de soja son realmente muy ajustados; ello agudiza los movimientos por cualquier pronóstico climático desfavorable.
El único país productor de relevancia que hace de excepción a esta regla es el nuestro. Se estima que poco más del 40% de la producción de soja ya se ha vendido, por lo que nuestros stocks se encuentran por encima de lo usual, pues la elevada inflación y la incertidumbre incitan a un mayo grado de retención.
Sólo en mayo y junio, las ventas fueron grandes, como consecuencia de la premura por afrontar los baches financieros. Pero desde fines de junio, la comercialización ingresó en una suerte de hibernación.
Donde la pendiente de precios se visualiza claramente es en las posiciones más cercanas a la cosecha en América del Norte. Es decir las más lejanas en el tiempo ya que se descuenta un nivel de producción récord; ó algo parecido.
Por ello, el spread entre noviembre y el contrato más próximo -en el mercado de Chicago- puede considerarse inédito.
Y aunque la superficie a cosechar no es visiblemente superior a la de años anteriores, se estima un rendimiento mucho más elevado. Este subiría de casi 27 quintales a prácticamente 30, entre la campaña previa y la nueva.
De esta forma la cosecha de EE.UU., tal como estima el USDA, podría alcanzar la sorprendente cifra de 92,26 millones de toneladas, lo que permitiría una buena recomposición de existencias. Las estimaciones privadas se acercan a esta predicción: Lanworth prevé 91,4 millones de toneladas e Informa Economics, 91,64 millones de toneladas. Obviamente estos números desinflan los valores.
Los precios actuales se establecen en base a la expectativa de cosecha en el norte. Y si bien la tendencia es a la baja, cada tanto hay sorpresas.
Hoy 8 de julio, por ejemplo, los precios tendieron al alza, pues los pronósticos han estimado la proximidad tiempo caluroso y seco para el Medio Oeste.
A diferencia de lo que pasa en Chicago, acá el mercado de futuros tiene un diferencial de menor proporción y con tendencia a disminuir pues la estacionalidad pierde fuerza. En definitiva, los stocks de Argentina son considerables. Y en algún momento, los productores deberán desprenderse de mercadería para comenzar con el grueso de las operaciones de la campaña nueva.
Como dijimos: frente a cierta certeza de que la cosecha norteamericana habrá de ser abundante, los precios tenderían a la baja. Contrarrestando tal tendencia, y a modo de soporte, el petróleo ha comenzado a jugar a favor de los valores de la soja.
La reducción de las existencias de crudo en EE.UU. y la cruenta incertidumbre política en Egipto, que podría derivar en graves problemas de oferta en el Oriente Medio de impredecibles consecuencias, promueven la mejora en el precio del petróleo.
El crudo se ha elevado, así, a un nivel superior a 100 dólares el barril, en EE.UU. Este país debe enfrentar un nivel de inventarios de crudo de tan sólo 9,5 millones de barriles. O algo así.
Pero donde los productores temen recibir una estocada es en la demanda. Porque el mundo ha comenzado a sufrir considerables transformaciones.
La principal, quizás, sea la tendencia al fortalecimiento del dólar. Tal tendencia vendría de la política de estímulo de la Reserva Federal de EE.UU. y de la suba en la tasa de interés en ese país. Ello provocaría una caída en el consumo de los países importadores, sobre todo porque afectaría al valor del yen y al euro.
Debemos sumar a esto, una eventual caída en la tasa de crecimiento de China.
En tal cuadro, lo racional sería apostar a los precios presentes.