El mercado de trigo en la Argentina está fuertemente regulado desde 2006, cuando el gobierno nacional comenzó a controlar las exportaciones, aunque en esa campaña se habían cosechado 12,5 millones de toneladas, el doble de las que se consumen en el país.
A pesar del control, o por él, según la opinión del sector agropecuario, llegó la crisis del pan que instaló en la Argentina un debate sobre un comercio relativamente desconocido.
Desde 2006, los exportadores venden al exterior el trigo que sobra después de contabilizar los stocks y restarle a ese monto el consumo interno. Pero 2013 fue diferente: el Gobierno les permitió, primero, exportar 5 millones de toneladas previo adelanto de retenciones por unos u$s 360 millones y después, en marzo, recortó esos permisos a 3 millones de toneladas. Pero los exportadores ya habían comprado a los productores el trigo necesario para exportar.
Con una cosecha nacional de 9 millones de toneladas y un consumo sostenido en 6,5 millones (6 millones para molienda y 500.000 toneladas para conservar como semilla) el Gobierno previó que habría desabastecimiento interno, por eso recortó la exportación.
Al momento, según la última información oficial suministrada por el Ministerio de Agricultura, los molinos, que operan en el mercado interno y muelen prácticamente todo el trigo que queda en el país, compraron entre diciembre de 2012 y mayo de 2013, 2,9 millones de toneladas de trigo, de las cuales procesaron, hasta fin de mayo, 2,7 millones de toneladas. Según estos datos, la industria molinera, con un ritmo mensual de cerca de 450.000 toneladas de molienda, ya habría consumido en junio todas sus compras de trigo.
De las 6 millones de toneladas de trigo que quedan en el país se obtienen 4,5 millones de toneladas de harina, y el consumo local alcanza las 3,7 millones de toneladas. El resto, en un ciclo normal, puede ser exportado por los molinos. Hace quince días, y por la suba del precio local de la harina, el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, impidió las ventas externas del producto.
La molienda y comercialización de harina de trigo es un sector atomizado en el país, pero aún así, hay actores clave del negocio.
La panificación artesanal se lleva 2,5 millones de toneladas de harina de trigo, y las harinas fraccionadas suman otras 300.000 toneladas.
Los grandes abastecedores nacionales de estos segmentos son Molinos Cañuelas, con el 18,6% de la participación del mercado; Cargill (dueño de Trigalia) con el 8,1%; Lagomarsino, con el 6%; Molinos Juan Minetti, con 3,4% y Molinos Río de la Plata, con el 2,8% de la participación. Una treintena de empresas se reparten el 61% de la comercialización restante.
Para poder abastecer al mercado interno, las empresas molineras están ahora comprando el trigo a los exportadores, que no pudieron colocar en el exterior el producto que ya adquirieron. Pero algo en ese mecanismo no está funcionando: los panaderos denunciaron que el precio de la bolsa de harina subió más de 150% desde el ingreso de la nueva cosecha de trigo (a partir de noviembre) hasta mediados de junio. Una posibilidad que pensó Moreno fue que los molinos estuvieran exportando más harina de la deseable para poder volcar el producto que necesita el mercado interno, pero si se observan las ventas externas, esa teoría queda descartada. Según datos oficiales, entre diciembre de 2012 y mayo de 2013, unas 50 empresas exportaron cerca de 150.000 toneladas de harina de trigo. Ese volumen fue, entre diciembre de 2011 y mayo de 2013, de 400.000 toneladas, con lo cual los molinos, que ya no podrán exportar harina hasta que se aclare el panorama, no volcaron más a la exportación este año.
De nuevo, este segmento está liderado por Cargill y Molinos cañuelas, que exportan trigo, y al mismo tiempo tienen la capacidad de molerlo y exportar harina. Junto con Lagomarsino, estas firmas fueron responsables del 53% de las exportaciones de harina de trigo en 2012.