"Todo tiene que esperar hasta el 28", le dijo a un preocupado empresario uno de los hombres que se ocupan de buscar soluciones desde el Gobierno. La alusión remite al 28 de octubre, el día después de las elecciones legislativas. Hasta entonces -es el plan presidencial- deberán esperar la inflación, la suba de costos en dólares y el déficit energético, entre otros males de la economía. En el medio, sólo parches. Y la esperanza en que la economía repuntará gracias a la soja.
En todo caso, el plan del Gobierno sería, de no mediar una emergencia mayor, no tomar medidas decisivas hasta la elección. La pregunta es qué hará ese día, victorioso o derrotado en las urnas, ya que la reforma judicial que ahora es su principal iniciativa prenuncia un ataque sin precedente sobre la propiedad privada del que sería imposible defenderse. Con la dictatorial limitación de los amparos que propone Cristina Kirchner, nadie habría podido escapar del corralito en 2002. ¿Qué preparan ahora las autoridades que cierran el cerco mientras el Estado ya no tiene financiamiento voluntario de ninguna clase? ¿A qué clase de financiamiento forzoso quieren apelar?
Por ahora algunos empresarios han descubierto uno muy claro. El Gobierno cree que en esta etapa las empresas están para perder dinero. Dice que ganaron mucho en los primeros tiempos del kirchnerismo. Ahora tienen que "poner el hombro". No todos están en igual situación. Las distribuidoras privadas de electricidad están al borde de la quiebra. Los petroleros se consuelan con que aún no están tan mal como las distribuidoras. Axel Kicillof le habló hace poco a un grupo de ejecutivos de un tiempo de "rentabilidades negativas". Uno de los asistentes lo corrigió: "Axel, yo no conozco las rentabilidades negativas, se llaman pérdidas".
Dicen que en los encuentros el viceministro ya no es el de antes y tiene menos ánimos. "Hizo un desastre en todo lo que tocó", afirman. Y hasta el bloguero K Lucas Carrasco, antes de que desapareciera su cuenta en Twitter, se animó a burlarse de él por su afición a las planillas de cálculo llamándolo "Excel" Kicillof.
Mientras tanto, la principal inversión extranjera en el país, la multimillonaria mina de potasio de la brasileña Vale en Mendoza, sigue parada. La compañía explicó en el Senado con brutal franqueza que todos los pedidos "extras" que le habían hecho elevaban al doble el costo del proyecto y lo hacían inviable. No aclaró si todos los pedidos eran legítimos, aunque puso en duda su racionalidad. Desde el punto de vista económico, las exacciones ilegales se vuelven intolerables cuando destruyen la posibilidad del negocio. El conflicto con Vale podría ocupar una parte de la cumbre del 25 del actual entre las presidentas Cristina Kirchner y Dilma Rousseff. Los contratistas, por ahora, sólo creen que el Gobierno se las ingeniará para que se sigan pagando los sueldos de los obreros afectados hasta el mágico 28 de octubre. Después se verá.
Y mientras tanto la economía, ¿ayuda o no? No está claro. Para Ricardo Delgado, de la consultora Analytica, "entre abril y junio se define si la recuperación de la economía, aún incipiente, logra consolidarse". Pero aclara que el poder adquisitivo de los asalariados tiene una incidencia decisiva. Una parte importante de esa recuperación, que puede jugar un papel fundamental en el resultado electoral, "sólo será posible si [el Gobierno] logra cerrar la mayor cantidad de negociaciones salariales para ponerlas operativas antes de mitad de año". Cree Delgado que Cristina no puede cometer el error de 2012. Forcejeando por imponer menores aumentos salariales, las negociaciones se postergaron y mucha gente, como dice Sergio Berensztein, "pagó precios nuevos con salarios viejos" por primera vez desde que volvió la alta inflación. El costo, para el Gobierno, fue una brusca caída de la popularidad y la confianza.
Ahora la estrategia es una combinación de aumentos salariales por actividad, con techo puesto por el Gobierno, en una reedición empeorada del ideario menemista a la que, claro, le falta la inflación de menos del 5% por año. Guillermo Moreno, de nuevo el hombre fuerte de la economía, apuesta a que todo cierre congelando precios. Él también juega todo su futuro al 28..