Muchas veces he escuchado la frase: se metió en el barro de la política. Sin duda que muchas veces los comportamientos políticos son muy sucios, sin embargo no debería ser un principio general tener un comportamiento sucio en política. Si entendemos la política como formular propuestas para administrar la cosa pública, no tendría por qué ser sucia. Como todas las actividades en la vida, habrá gente que traiciona y que es inescrupulosa, pero no veo razón para que la política sea por definición inescrupulosa y sucia.
Otro comentario que me han hecho recientemente es que para hacer política hay que hacer populismo. Es decir, prometer cosas que no se pueden cumplir o bien cosas que son moralmente reprochables. Es cierto que la política se ha transformado en una competencia populista donde los contendientes tratan de ganar el voto de una mayoría en perjuicio de una minoría, pero todavía no está probado que una campaña con ética y muy buena comunicación de ideas no populistas no tenga chances de salir victorioso. Siempre es más fácil seguir el camino de la vulgaridad populista.
Toda esta introducción viene a cuento porque en el medio de la campaña electoral se escuchan barbaridades conceptuales de tono mayor. Para que la nota no parezca tendenciosa, empecemos por Carrió, quien muy suelta de cuerpo dijo, refiriéndose a los planes sociales, que los derechos los otorga el estado. Con esta patética afirmación quiso decir que la gente no tiene que votar con miedo a que le quiten los planes sociales porque son un derecho y los derechos los otorga el estado. Yo no puedo creer que Carrió no haya leído filosofía del derecho, porque los derechos son anteriores al estado. Lo que hace el estado es velar para que nadie viole esos derechos. Suponer que es el estado el que otorga los derechos es volver a la era de las monarquías autoritarias en que el rey concedía derechos a sus súbditos. Lo que dijo Carrió es que todos somos súbditos de los políticos que ocupan cargos públicos los que graciosamente nos conceden derechos. Un verdadero espanto para alguien que pretende ser la abanderada de la república.
Por su parte Sergio Massa acaba de afirmar en un tweet que el mercado de capitales representa la timba financiera. Por tratar de caer simpático diciendo cosas que a la gente le gusta escuchar, demuestra su profunda ignorancia al respecto. ¿Qué es el mercado de capitales? Es el sistema a través del cual se canaliza el ahorro para financiar el consumo y la inversión. Un sector de la economía tiene un determinado ingreso que no consume en su totalidad. La parte que no consume se llama ahorro, siempre y cuando no la meta debajo del colchón porque en ese caso sería atesoramiento. Ahorro es la parte del ingreso no consumida que se vuelca al mercado para prestársela a otras personas que quieren créditos para consumir o invertir.
Por ejemplo, si una persona genera ahorros y compra acciones de una empresa, esa compra de acciones se realiza vía el mercado de capitales. Al comprar acciones de una empresa, el ahorrista pasa a ser accionista de la empresa y le proporciona capital para invertir, contratar más personal, etc. O también esa persona puede ir a un banco y hacer un plazo fijo. Con ese dinero el banco puede hacer préstamos para el consumo o para la inversión. También esa persona puede comprar obligaciones negociables en el mercado de capitales. ¿Qué es una obligación negociable? Es una deuda del sector privado. El ahorrista le presta a la empresa mediante ese documento que se denomina obligación negociable y la empresa invierte, amplía su fábrica, contrata más personal, produce más, etc. y al vencimiento del documento paga la deuda.
También en el mercado de capitales están las operaciones de futuro. ¿Para qué sirven? Supongamos un productor agropecuario. Inicia su siembra hace la cuenta de los gastos que tiene para sembrar y cosechar el trigo y luego tiene que estimar el precio al que podrá venderlo cuando lo coseche para poder determinar si va a tener utilidades o pérdidas. Como no sabe cuál va a ser el precio futuro está en la incógnita de cuál será su resultado. Sin embargo el mercado de capitales le ofrece una alternativa que es vender a futuro. El productor estima en qué fecha cosechará y venderá su trigo y vende a futuro. Mira el precio que cotiza el trigo en el mercado de futuro y si el precio le conviene se lo vende a alguien que asume el riesgo que llegada esa fecha el trigo cotice a un menor valor en el mercado del que le pagó al productor. Por lo tanto, el productor se despreocupa de la ecuación económica y solo tiene que ocuparse de producir. El riesgo de la variación de precio lo asume otro que Massa llamaría timbero. Sin embargo ese timbero es alguien que cumple una función en el mercado que consiste en quitarle al productor el problema del riesgo de precio futuro de la cotización del trigo.
Otra función importante del mercado de capitales consiste en que los bancos hacen préstamos hipotecarios a 20 años pero reciben depósitos a plazo fijo a un promedio de, digamos, 60 días. Recibe ahorros a 60 días y presta ese ahorro a 20 años. El banco queda descalzado en los plazos. Su pasivo vence cada 60 días y su activo lo cobra a lo largo de 20 años. Para solucionar ese problema está el mercado de capitales. Inversores institucionales (empresas de seguros o administradoras de jubilaciones) tienen ahorros de largo plazo, por lo tanto los bancos van al mercado a vender sus carteras de créditos hipotecarios y recuperan liquidez para hacer frente a los pagos en ventanilla.
Las AFP en Chile, que aquí eran las AFJP cuyos ahorros nos fueron confiscados por el kirchnerismo, manejan U$S 180.000 millones de ahorros. Todo ese ahorro de largo plazo permite financiar hipotecas a muy bajo costo financiero y plazo muy largos.
De manera que el candidato Massa ha dicho una verdadera burrada al tildar al
mercado de capitales como una timba. Claro que cuando el estado interviene en
ese mercado genera oportunidades de negocios que pueden ser denominadas timaba,
pero no son propias del mercado sino que son generadas por el estado.
En definitiva, con estos dos ejemplos, no tomo nada del kirchnerismo porque ya
sabemos su capacidad para mentir y destruir, podemos ver cuánto falta todavía
para tener una dirigencia formada que pueda conducir el país hacia el progreso
de largo plazo sin necesidad de recurrir a horrores conceptuales o burradas
económicas.
Lo máximo que podemos aspirar por ahora es que el kirchnerismo quede desintegrado en los próximos dos años. Evitar que se use la democracia para luego establecer una tiranía, como ocurrió en Venezuela, es prioritario y tal vez debamos conformarnos con eso.
No obstante sigo pensando que podríamos estar transitando los dos caminos al mismo tiempo: alejarnos de la chavización que propone el kirchnerismo y caminar la senda del crecimiento de largo plazo.
Lamentablemente nuestra principal carencia sigue estando en la calidad de la dirigencia política que no tienen la visión de largo plazo y de estadistas de la generación del 80. Esa generación que hizo de la Argentina uno de los países más ricos del mundo y con mejor calidad de vida.
Fuente: Economia para Todos