Aquel terremoto se originó en el malestar de las capas medias frente al ciclo recesivo que acabó con la convertibilidad.
Hace dos años se abrió otra incógnita. La victoria de María Eugenia Vidal,
que fue la plataforma desde la que Mauricio Macri alcanzó la Presidencia, puso
en tela de juicio la consistencia electoral del peronismo en su distrito
estratégico. Con los cómputos que se conocían esta madrugada, Cambiemos volvió a
amenazar una colina que parecía inexpugnable. Empataba con Cristina Kirchner, la
heroína de la distribución del ingreso. Y produjo una ola inesperada que llegó a
Córdoba, La Pampa, San Luis y Santa Cruz.
Para encontrar un éxito similar hay que remontarse a las elecciones legislativas de 1985, cuando Raúl Alfonsín conquistó, además de Buenos Aires, Capital, Córdoba, Santa Fe, Chaco, Chubut, Misiones, Salta, Neuquén, San Juan, La Pampa, Santa Cruz y San Luis, entre otros territorios. Aquel torbellino se había desatado también dos años antes, cuando Alfonsín doblegó por primera vez a los herederos de Perón.
En noviembre de 1985 los radicales, sobre la inercia iniciada en 1983,
cosecharon los frutos de un shock antiinflacionario lanzado en junio con el
nombre de Plan Austral. Ayer los efectos del ajuste se sintieron en el conurbano
bonaerense. Pero hay numerosos indicios de que Macri comenzó a beneficiarse con
una economía que se va estabilizando e insinúa reanimarse. Mayor actividad
industrial, recuperación del empleo, multiplicación de la obra pública,
expansión del crédito. Los números sobre la confianza del consumidor, que
publica la Universidad Di Tella, recogerán el impacto de esta mejoría. La
convergencia entre el cambio de ciclo económico y el resultado electoral anunció
anoche que el experimento Macri ingresó en la fase ascendente de su curva.
El reñido empate bonaerense está en el centro de esta nueva configuración. Es la batalla principal de las elecciones de este año. Primero, porque el oficialismo entró al poder por esa puerta de manera muy extraña. Que Vidal le ganara a Aníbal Fernández fue una novedad más imprevisible que el Brexit o el ascenso de Donald Trump. Desde entonces, los políticos y los inversores, los diplomáticos y los sindicalistas, decidieron que la consistencia del Gobierno dependía de que Macri pudiera "repetir el truco".
La segunda razón por la que el resultado en la provincia de Buenos Aires es estratégico es que allí se despliegan las consecuencias más delicadas de la política económica. En el conurbano se concentra la pobreza y se concentraron los subsidios. Cambiemos debía evitar una gran derrota en esa economía regional para dar una señal de que sus reformas son viables. Nadie en el oficialismo estaba convencido de lograrlo. Prueba de ello es que, hace pocas semanas, dos de los máximos dirigentes de Pro sugirieron revertir la suba de tarifas. No fueron del todo desmentidos: Buenos Aires es un distrito donde Macri a primera hora de hoy ganaba por poquísimo. O, en un final electrizante, estaba a punto de perder. Razonable. Ni la ex presidenta arrasó en la tercera sección, el conurbano sur, ni Cambiemos lo hizo en la primera, que es la zona norte.
La tercera razón por la que ese feudo es decisivo es que allí compite Cristina Kirchner. La ex presidenta lograba esta madrugada una elección más que razonable. Si perdía, lo hacía por un porcentaje infinitesimal. Ganaron los principales encuestadores: Isonomía, Poliarquía y Aresco pronosticaron paridad. Un resultado coherente con la estrategia que la candidata a senadora adoptó desde 2011: hablar sólo a su propia feligresía, consolidando una minoría que confía en su propuesta populista. No era, es cierto, el resultado que ella esperaba, narcotizada otra vez por encuestas confeccionadas para halagarla, no para orientarla. En adelante tendrá un único propósito. Garantizarse la lealtad de intendentes, sindicalistas y piqueteros. La incertidumbre puede conducirlos a la deslealtad. Desde anoche, oficialistas como Jorge Macri o Joaquín de la Torre hablan con hombres fuertes del conurbano peronista para promover un corte de boleta.
Cristina Kirchner podrá echarle la culpa de su empate a Brancatelli, que ofreció a María Eugenia Vidal un memorable cierre de campaña. Es más fácil eso que advertir que peleaba voto a voto con Esteban Bullrich Ocampo Alvear. También es más fácil que relativizar un diagnóstico económico-social que condena a Macri a un destino de helicóptero.
El oficialismo arañaba anoche en la provincia el paisaje que soñaba. Cristina Kirchner con un poder suficiente como para bloquear cualquier renovación del peronismo. Pero insuficiente como para garantizarle la victoria. Sergio Massa no logró, al cabo de cuatro años, desplazarla de la jefatura. Al contrario, comenzó a derivar hacia una base menos peronista, sobre todo aliándose a Margarita Stolbizer. Florencio Randazzo demostró lo que se presumía: padece de una anorexia política que lo hace verse en el espejo más voluminoso de lo que es.
La señora de Kirchner, Massa y Randazzo lamentarán ahora haber inventado un artefacto que les juega en contra. Fueron la presidenta, el jefe de Gabinete y el ministro del Interior que diseñaron las primarias obligatorias. Esos comicios operan ahora, en la elección de senador, como la primera vuelta de un ballottage. Con los números de esta madrugada, en octubre habrá una polarización entre Bullrich y Cristina Kirchner. Lo más probable es que el caudal de Massa fluya hacia Cambiemos y el de Randazzo hacia su antigua jefa. Por eso Bullrich está en mejores condiciones de ganar en octubre. Si Buenos Aires produce un candidato para 2019, será Cristina Kirchner. ¿A presidenta o gobernadora? A estas alturas, tonterías.
En el interior anoche podían verse los primeros destrozos de un vendaval extraordinario. Juan Schiaretti, líder de un peronismo que gobierna Córdoba desde 1999, también fue derrotado. Era un objetivo personal de Macri. El escarmiento frente a un desaire. Le había ofrecido a Schiaretti una alianza para estas elecciones y le contestaron con un rechazo. Schiaretti atesora 1700 millones de dólares en bonos. Muchos sospechan que eran la catapulta de su candidatura presidencial. Quedó recalculando.
También quedaron en suspenso 34 años de reinado de los Rodríguez Saá en San Luis. Y 30 años de kirchnerismo en Santa Cruz. En el horizonte de las próximas presidenciales se esboza, muy brumosa, la silueta de Juan Manuel Urtubey, que anoche volvió a ganar en Salta. Macri lo identifica como su único aliado en el PJ. Sobre este telón de fondo comenzó a esbozarse una posibilidad insólita. Que, al cabo de 90 años, un presidente no peronista termine su mandato.
La tormenta sacudió también el árbol socialista: ese partido perdió Santa Fe después de una década en el poder. Macri también puede festejar la contundente victoria de Elisa Carrió, estrella ayer en Capital: 49,56% de los votos. Horacio Rodríguez Larreta celebra algo, para él, mucho mejor: Martín Lousteau salió tercero, detrás de Daniel Filmus, que se impuso en la interna kirchnerista.
Es una incógnita cómo se proyectarán los cómputos electorales sobre los mercados. Desde que, el 6 de junio, se supo que Cristina Kirchner sería candidata, el riesgo país de la Argentina subió 70 puntos básicos respecto de Brasil. ¿Habrá que esperar su retroceso, sobre la hipótesis de que Bullrich está más cerca de ganar las generales? De esto depende el nivel de la tasa de interés, clave de bóveda del gradualismo.
Otros actores tomarán posición frente al escenario que quedó planteado. Los sindicalistas, que se movilizarán el 22, debatirán si declarar o no un paro general. Y en Comodoro Py discutirán la velocidad de los procesos. Cristina Kirchner ya consiguió fueros. Pero los juicios orales de Amado Boudou, por Ciccone, y de Julio De Vido, por la masacre de Once, podrían celebrarse en plena campaña electoral.
Macri hará sumas y restas hasta octubre, pensando en el propio largo plazo. Pero su atención se concentra en las próximas horas: hoy debe explicar a Mike Pence, el vicepresidente de los Estados Unidos, que el resultado bonaerense no condena a la Argentina a un reflujo populista.