Para algunos, una fuerte señal de confianza. Para otros, un aval importante, pero no ya un cheque en blanco. Así leían anoche, con matices, entre la dirigencia del campo, los resultados, algunos arrasadores que Cambiemos logró en provincias como Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, claves para el sector, uno de los más favorecidos por la política económica del gobierno de Mauricio Macri. Cerca de la Sociedad Rural Argentina entienden que la reacción de la población ligada al agro fue una respuesta contundente al mensaje que el presidente dio días atrás en Palermo, donde prometió avanzar hacia la mejora de la competitividad, clave para el futuro agrícola. Para Luis Etchevehere, antes del acto de ir a sufragar ayer, el campo ya había dado señales de apoyo. Mencionó las decisiones de siembra de trigo que llevarán a la cosecha récord de 18,3 millones de toneladas o las de maíz, que casi duplicarán su producción, al pasar de 27 a 49 millones. “Es muchísimo y sumémosle el aumento del 104% en venta de maquinaria agrícola y que el vehículo más vendido haya sido una camioneta” destacó el presidente de la SRA, como hitos anticipatorios de los miles de votos que Cambiemos cosechó en la primera trilla electoral del año.
En el otro extremo de la amplia y diversa ruralidad, analizan los votos como un apoyo al rumbo tomado, pero reclaman que se liberen algunas ataduras que vienen de otras épocas, no tan alejadas en el tiempo. Con algunos funcionarios que provienen del sector ya consolidados en sus cargos (el de Ricardo Buryaile en Agroindustria es el más emblemático), en estos comicios fueron muy puntuales, los casos de dirigentes de las entidades que se vistieron de precandidatos. Bien lejos del furor post crisis del campo en 2008 que mostró a varios de ellos peleando por cargos y del apoyo explícito del sector en 2015, “en esta elección, el campo la jugó desde afuera. Dejaron de buscarlo” señalaron desde Carbap. “Estamos mucho mejor que antes” admiten en la entidad base de Confederaciones Rurales Argentinas, pero ponen el acento en algunas trabas burocráticas que persisten desde el gobierno anterior y en la tan prometida reforma tributaria.
“El Estado está sobredimensionado y muchos distritos se gastan la tasa a la hectárea, no en arreglar los caminos, sino en pagar los gastos corrientes de los municipios” remarcó un vocero de Carbap.