Malezas, cuidado del suelo, brechas de rendimiento, productividad, sustentabilidad y ambiente, cambio climático...Como es habitual en los congresos de Aapresid, los temas de actualidad y los que se van imponiendo estuvieron en la agenda de este evento que finalizó ayer y tuvo un récord de asistentes con 4400 personas. En un año con un nuevo contexto para producir, tras el fin de las distorsiones del kirchnerismo, el XXIV congreso de esta entidad llevó como lema "Resiliar", un concepto de la psicología que mucho tiene que ver con la capacidad para superar circunstancias negativas. Y en un año complicado por los anegamientos en amplias regiones en la agenda tampoco faltó el abordaje sobre la tendencia creciente a la suba de las napas y el efecto que juegan, además, los excesos hídricos en la misma región núcleo.
¿Cuánto ha influido en ello el cambio en el paisaje productivo? ¿Se puede
hacer algo desde lo agronómico más allá de las obras para facilitar la descarga
de agua de los campos?
Según un trabajo que presentó Pablo Bollatti, realizado con otros técnicos
del INTA Marcos Juárez, en esa zona la situación actual es de un 90% de cultivos
agrícolas (69% soja 1°, 13% maíz 1°, 6% trigo/soja 2°, 2% trigo/maíz 2°), un 9%
de pasturas y un 1% de áreas no cultivadas. En cambio, en 1970 había un 80% de
cultivos perennes (alfalfa) y sólo el 20% de agricultura (trigo y maíz 1°).
Dicho de otra manera, cambió completamente el uso del suelo en la región. Y
también varió de manera notoria la profundidad de la napa (explicada en 80,23%
por la variación del balance hídrico anual). De una napa a 10,54 metros en 1970,
la misma pasó a 1,65 metros en 2014 y hoy se encuentra en una situación real de
menos de un metro, realidad que se torna en un dolor de cabeza en años con
muchas lluvias y anegamientos.
Para los técnicos del INTA, con el sistema de producción actual allí se está generando un excedente promedio de 142 mm/año con valores de precipitaciones promedio (908mm/anuales). En tanto, en los años que las precipitaciones son mayores a lo normal, como 2015, donde llovieron 1121 mm, el excedente anual calculado sería de 314 mm. "Ésta es la cantidad de agua que alimenta el nivel freático y genera complicaciones", apuntó Bollatti. De acuerdo con los expertos, hay que "incentivar la producción agroalimentaria pampeana para ajustar los consumos hídricos a la oferta hídrica, reconvirtiendo los excesos hídricos".
Luis Salado Navarro, consultor, presentó un trabajo en base a simulaciones, con modelos de Sinclair desde 1990 para Marcos Juárez, que indican que los doble cultivos tienen la ventaja de usar más agua, pero al mismo tiempo evaporan menos que el monocultivo, sobre todo después del maíz. Y por eso el suelo tiene más agua y ante lluvias copiosas percolan más agua a la napa que el monocultivo, siempre en directa.
Según el especialista, en base a las simulaciones los doble cultivos utilizan el 87% del agua de lluvia y el monocultivo el 70%. Sin embargo, la sorpresa viene por el lado de la percolación.
En rigor, las percolaciones a la napa totales en 26 campañas fueron monocultivo 871 mm, trigo-soja 940 mm, trigo-maíz-soja primera 1920 mm y trigo-soja-trigo-maíz 1220 mm.
"Esto se debe, sobre todo, a la influencia del rastrojo de maíz, que produce una menor evaporación (70% menos) y un mayor contenido hídrico del perfil, que se sobresatura más frecuentemente y percola más que el monocultivo, que evapora más (70% más) y tiene menos agua en el suelo", explicó.
Algunos asistentes a la charla hicieron recordar que el agua tiene otras fuentes de salida, como ríos y arroyos y que eso se debería abordar también en el análisis. "Dada la situación actual, considero que estos resultados muestran que la sustentabilidad de la agricultura en esa región, bajo siembra directa, está en serio riesgo y deben implementarse urgente, las medidas para evitar las consecuencias", señaló.