La economía argentina está actualmente inmersa en una fuerte, generalizada y creciente estanflación. Según el Congreso de la Nación, la inflación asciende a +40.9% interanual en sept’14. Paralelamente, según el PBG E&R el nivel de actividad cerraría el año con una caída promedio del 3.2%; dejando un arrastre estadístico negativo de 2 puntos porcentuales para el próximo año.

Al mismo tiempo, la demanda de dólares aumenta y la caída de reservas se acelera. Si se compara septiembre (usd379 MM) con junio (usd161 MM), la venta de dólares ahorro aumentó un 135% y la cantidad de operaciones creció un 226%.

En síntesis, mes a mes la inflación se acelera, el deterioro del nivel de actividad aumenta, los problemas cambiarios recrudecen y la pérdida de reservas se incrementa. La gente demanda más dólares y las reservas caen porque hay cada vez más desequilibrios.

Justamente, el actual proceso estanflacionario es consecuencia de elementos que se retroalimentan en forma negativa. Primero y fundamental, la inconsistencia entre la política fiscal, monetaria y cambiaria es el origen de los problemas. Segundo, durante los últimos años el público hizo un proceso de aprendizaje en materia de expectativas que potencia el resultado estanflacionario de las políticas oficiales. Tercero y no menor, el gobierno no atiende el importante rol que juegan las expectativas y pareciera no comprender cuál es su mecanismo de formación.

A partir de los errores en la formación de expectativas de inflación, entre 2003 y 2008 la política monetaria expansiva de fuerte emisión del BCRA logró que la tasa de crecimiento promedio del PBI ascendiera a 8% anual con una aceleración inflacionaria que pasó de 3,7% (2003) a 9,6% (2006) y 22,4% (2008).

A diferencia de 2005 / 2008 cuando el BCRA emitía para comprar dólares y acumular reservas, en 2011 / 2012 el BCRA comienza a emitir pesos para financiar al Tesoro (no para comprar dólares) y empieza a perder reservas. Así, el balance del BCRA comienza a deteriorarse, anticipando mayor inflación y devaluación futura; lo cual termina siendo reforzado con la nueva Carta Orgánica del Central (2011) y la institucionalización de la política oficial de desendeudamiento.

El cambio de paradigma de emisión monetaria del 2011 / 2012 más la creación del cepo conducen al público hacia un proceso de aprendizaje que lo lleva a formar sus expectativas de inflación en forma racional. Es decir, a la hora de prever la inflación (devaluación) futura, los agentes económicos empiezan a tener en cuenta el déficit fiscal, la emisión monetaria, la cantidad de pesos, las reservas del BCRA y los flujos de oferta y demanda de dólares.

Dejar atrás la estanflación exige bajar la inflación y que el PBI vuelva a registrar variaciones positivas, lo cual se logra cambiando las expectativas de la gente. Es decir, que los agentes económicos reduzcan sus expectativas de inflación (para así bajar la inflación) y bajen sus expectativas de devaluación para reducir las presiones cambiarias a cambio de inversión, acumulación de capital y creación de puestos de trabajo que permitan expandir la oferta agregada.

Para dejar atrás la estanflación tiene que haber un cambio radical en la política fiscal, monetaria y de desendeudamiento que estimule una drástica baja de las expectativas de inflación y de devaluación del público. Además, el cambio de política fiscal y monetaria es imprescindible para evitar generar presiones de demanda agregada, fuertemente inflacionarias, en un contexto de contracción de oferta agregada.

Está claro que el nuevo presidente del BCRA no cree que la inflación sea un fenómeno monetario. Es más, remarca que las expectativas del público tampoco se relacionan con la política monetaria. Además, según su punto de vista el actual ritmo de crecimiento de los agregados monetarios es el adecuado, consiguientemente no se puede esperar moderación alguna en el ritmo de emisión. Ergo, no es esperable que haya un cambio de política monetaria tendiente a reducir ni las expectativas de inflación, ni la inflación misma.

Si a esto último se le suma que el nuevo titular del Banco Central admite que tiene la misma filosofía económica que el Ministro, Axel Kicillof, se puede deducir que seguirá financiando al Tesoro en su agresiva política de fuerte crecimiento del gasto público y del déficit fiscal con el objeto de estimular la demanda agregada. Para terminar, no ve atraso cambiario y sostiene que las reservas están para ser utilizadas, ergo tampoco hay que esperar que el BCRA desaliente las expectativas de devaluación.

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