En dos semanas, Dilma Rousseff se medirá con Aécio Neves, el candidato socialdemócrata, al que superó por apenas 7% de los votos. Las encuestas revelaron que el 80% de los brasileños pretende un cambio. Si se acepta que, como sostienen algunos encuestadores, un tercio de los votos de Marina irán a Dilma, la posibilidad de que en Brasil haya un viraje sigue abierta.

La gran pregunta es quién convencerá mejor al país de que es capaz de sacarlo del estancamiento. Los economistas prevén que este año la economía crecerá apenas 0,29%.

Aun cuando la inflación, que el Banco Central pautó en 4,5%, será superior al 6%.

El problema se volverá más intenso ahora: el corazón del mensaje de Aécio Neves es que Brasil no superará la crisis de competitividad sin modernizar su economía. La perspectiva que se abrió anoche involucra a toda la región. En especial, a la Argentina.

Los mercados son escépticos sobre la capacidad de la intervencionista Dilma para liderar un giro en la economía. Más subía ella en las encuestas, más se derrumbaba la Bolsa de San Pablo. En los últimos 30 días perdió 21% en dólares. Y el lunes pasado, cuando un sondeo de Datafolha vaticinó que ganaría con comodidad el primer turno, descendió 5%.

La gran pregunta es quién convencerá mejor al país de que es capaz de sacarlo del estancamiento. Los economistas prevén que este año la economía crecerá apenas 0,29%

Las caídas fueron más pronunciadas en los sectores más ligados a las decisiones oficiales: petróleo, electricidad, banca.

Los empresarios brasileños saldrán hoy del clima depresivo en el que quedaron sumidos el viernes pasado. Los banqueros son los que tienen más razones para hacerlo: actuaron mucho contra la reelección.

El marketing del Partido de los Trabajadores (PT) intentó dar respuesta al afán de novedad. No sólo maquilló a la malhumorada y ordenancista Dilma con escenas más amables, jugando con el perro que le regaló José Dirceu, u ofreciendo esas conferencias de prensa que siempre detestó.

En el borde del cinismo, utilizó imágenes de las entrevistas que mantuvo la presidenta con los que organizaron protestas en su contra. Los dos eslóganes de la campaña prometieron cambio: "Dilma muda mais" y "Governo novo, ideias novas".

La desconfianza en la gestión de la economía obligó a Dilma a anunciar que, si retiene la presidencia, cambiará de ministro de Hacienda. Guido Mantega, al cabo de ocho años en el cargo, fue condenado a ser un muerto en vida.

Aun antes de que se conocieran los resultados de ayer, los candidatos al reemplazo prometían un viraje hacia el mercado: los empresarios Abilio Diniz, Josué Gomes da Silva, y hasta el inverosímil Fabio Barbosa, quien después de haber presidido el Banco de Santander lidera Abril, que edita Veja, la revista más crítica del gobierno.

En los próximos 15 días Dilma deberá precisar más su nueva orientación. Aécio tiene como cerebro de su propuesta electoral a Arminio Fraga, uno de los economistas más prestigiosos del país.

El PT debe demostrar su capacidad para encarar su propia metamorfosis. Dicho de otro modo, Dilma deberá apropiarse, siquiera en parte, de la agenda de Aécio. La posibilidad de que explore una radicalización a la chavista o a la kirchnerista, aun cuando coincida con sus inclinaciones personales, está descartada con los resultados de ayer. El 60% del electorado votó por candidatos que propusieron reponer el equilibrio fiscal, garantizar la autonomía del Banco Central, reducir la inflación y abrir el comercio exterior.

Además, debido a su mala performance en muchos estados, el PT redujo su capacidad parlamentaria, por lo que estará más subordinado a la alianza con el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), que siempre ha garantizado el statu quo.

Los vecinos de Brasil dependen de que el mercado que consume buena parte de sus exportaciones salga de la inercia. Pero ese movimiento será también costoso. Las reformas que propone Aécio tendrán perjuicios inevitables para los países del área. La economía brasileña no recuperará competitividad sin una devaluación de la moneda o sin una mayor apertura del comercio. O sin ambas decisiones a la vez.

Los vecinos de Brasil dependen de que el mercado que consume buena parte de sus exportaciones salga de la inercia. Pero ese movimiento será también costoso
Una desvalorización del real supondría una barrera más elevada para las importaciones de los brasileños. Y una liberalización comercial beneficiaría a productores de manufacturas más eficientes, en detrimento de los exportadores habituales.

REDEFINIR RELACIONES

Aécio obligará a Dilma a redefinir sus relaciones regionales, que el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) condena desde hace mucho tiempo. Le reprochará haber sacrificado el dinamismo económico en el altar de alianzas que proveen cada vez menos rédito simbólico. Sobre todo la que mantiene con la Argentina y Venezuela, los dos socios mayores de Brasil en el Mercosur.

Aécio pretende modificar el tratado del Mercosur para negociar con terceros países o bloques sin necesidad del consenso de los demás socios. Dilma entiende el valor de esa recomendación. Ella no consiguió cerrar un acuerdo con la Unión Europea por las trabas que introdujo Cristina Kirchner. Hugo Chávez y Nicolás Maduro ni siquiera aceptaron la negociación. Es posible que, si consigue reelegirse, la ganadora de anoche no tolere más esa demora. Sobre todo porque la Argentina y Venezuela han extendido a los exportadores brasileños el cepo cambiario de sus economías. Carentes de dólares, los funcionarios chavistas propusieron a sus colegas del PT pagar las importaciones en especie. Acaso en poco tiempo Axel Kicillof haga la misma invitación.

Aécio pretende modificar el tratado del Mercosur para negociar con terceros países o bloques sin necesidad del consenso de los demás socios. Dilma entiende el valor de esa recomendación

Es falso que el gobierno del PT realice esas concesiones económicas en homenaje a una confraternidad política. También en este aspecto el Mercosur palpita menos. Lula da Silva había inaugurado una rutina de encuentros trimestrales con los colegas de la región, que Dilma interrumpió. Ella sólo se entrevista con los demás presidentes en el marco de reuniones multilaterales. Con la señora de Kirchner, por ejemplo, no se visita desde hace un año y medio. La última conversación entre ambas, en Buenos Aires, fue pésima. La presidenta argentina intentó verla, hace diez días, en Nueva York, pero Dilma le negó la entrevista.

Aécio lanzará en adelante otro interrogante: ¿por cuánto tiempo más estará congelada la relación de Brasil con los Estados Unidos? Hace un año, cuando salió a luz que la Agencia de Seguridad Nacional había intervenido también las comunicaciones de Dilma, la presidenta suspendió una visita oficial a Washington. Y exigió a Barack Obama un pedido público de disculpas sin el cual no habría más trato. Ninguna de las demás víctimas del espionaje estadounidense hizo esa exhibición de orgullo nacional, por miedo a encerrarse en un callejón sin salida.

El PSDB de Aécio recriminó a Dilma esta intransigencia. Marina Silva fue más allá: prometió que, si ella llegara al Planalto, negociaría un acuerdo comercial con los Estados Unidos. La diplomacia brasileña intentó mitigar este problema. La semana pasada liquidó un viejo conflicto con Washington por el comercio del algodón y estableció un intercambio de información tributaria. Sin embargo, cuando la semana pasada el canciller Luis Alberto Figueiredo estuvo a punto de entrevistarse con John Kerry, en Nueva York, Dilma lo obligó a suspender el encuentro y regresar a Brasilia.

La reparación del puente entre Washington y Brasilia, que Aécio garantiza, reduciría el espacio de una política regional inspirada en el viejo imaginario antiimperialista, que hoy predomina en Venezuela, la Argentina, Bolivia y Ecuador. La liga bolivariana lo entendió enseguida: apenas se conoció el escrutinio, Telesur comenzó a vilipendiar al candidato que amenaza el reinado del PT.

Otra incógnita que comenzará a despejarse en el próximo segmento electoral es el lugar que tendrá la Alianza del Pacífico en la estrategia comercial de Brasil. Dilma intentó en julio aproximarse a "los países de la Alianza", una fórmula que intenta excluir a México, el otro aspirante al liderazgo de América latina. Heraldo Muñoz, el canciller de Michelle Bachelet, programó un encuentro. Pero Maduro desbarató la jugada convocando a una cumbre del Mercosur y el ALBA para la misma fecha.

La reparación del puente entre Washington y Brasilia, que Aécio garantiza, reduciría el espacio de una política regional inspirada en el viejo imaginario antiimperialista, que hoy predomina en Venezuela, la Argentina, Bolivia y Ecuador

En el fondo de este aparente malentendido se encuentra uno de los interrogantes de las elecciones de ayer para América latina: Aécio rompería el balance regional en detrimento de los experimentos populistas, que en Venezuela y Argentina se hunden en el fracaso, y en una sintonía pragmática con Colombia, Perú o Chile.

El otro enigma es más complejo. Brasil se está poniendo frente al espejo de su régimen político. El 80% de la sociedad pretende un cambio. Pero para satisfacer ese deseo debe encontrar un instrumento de reemplazo del PT. Salpicado de corrupción, aliado a lo más conservador de la vida nacional y en poder de un formidable aparato clientelar, ese partido está en condiciones de extender su continuidad en el gobierno por 16 años. Fernando Henrique Cardoso, el líder del partido de Aécio, experimentaría en ese caso su temida pesadilla: que los brasileños queden atrapados por la hegemonía de un partido. Él lo dijo de otro modo: "Que en Brasil se establezca un subperonismo".