La renuncia de Juan Carlos Fábrega a la presidencia del Banco Central es una muy mala noticia. Significa que la Presidenta ha decidido rodearse solo de incondicionales, para que le digan lo que más le gusta escuchar: que Ella no cometió, ni comete ni cometerá jamás, ningún error; que hay un complot en marcha para interrumpir su proyecto nacional y popular. Fáb rega no fue un héroe. Ni lo quiso ser. Solo advirtió a la Presidenta que por este camino el gobierno iba a chocar. Y no basó sus argumentos en conspiraciones internacionales ni fantasmagóricas.
Fábrega quiso renunciar antes en dos oportunidades. Una fue cuando la Presidenta, a través del secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini, lo mandó a coronar el proyecto por el que bancos y grandes empresas iban a presentar un fondo de garantías para acordar con los holdouts. La salud mental del hasta hace poco responsable del Central se empezó a resentir al escuchar por la tele al ministro Axel Kicillof dinamitar primero el contrato que casi estaba finiquitado y a la Presidenta luego acusar a un par de banqueros de deshonestos.
El segundo intento de renuncia fue días después, cuando se enteró que, desde adentro del gobierno, empezaron a enviar información a periodistas militantes y también de "la corpo" sobre las actividades de su hermano Rubén Cleofás, quien trabaja en una "cueva" financiera. Lo acusaban de corrupto y de contar con información privilegiada. Fábrega intentó confirmar si la Presidenta sabía sobre la existencia de la operación, y si la avalaba. El discurso de Cristina Fernández de Kirchner de la semana pasada en la que sugirió que desde la entidad monetaria no se hacía todo lo necesario para evitar maniobras especulativas con las operaciones de contado con liqui lo terminó de convencer. "Ella cree que soy un traidor, un corrupto o las dos cosas. Y en todo caso quiere que me vaya" le dijo a un empresario que lo fue a ver a su despacho horas antes de presentar su dimisión.
Nadie está defendiendo aquí a Fábrega ni al hermano, pero ¿no resulta sospechoso que los funcionarios k se vuelvan corruptos justo cuando se están yendo, cuando los quieren echar o cuando ya no lo son? Los que trabajan con el ministro de Economía afirman que no fueron ellos los que empujaron a Fábrega, y temen que la presunta impericia técnica de Alejandro Valoni genere problemas aún más graves en materia de política cambiaria. Sin embargo, otros k, más cerca de las organizaciones como Nuevo Encuentro y Unidos y Organizados, creen que Valoni viene a terminar con los corruptos de las finanzas y los bancos.
En el seno del propio gabinete hay clima de alarma y desasosiego. Los que tienen proyecto político propio tratan de interpretar cuál será la próxima jugada de la Presidenta. Solo dan por descontado que el jefe de gabinete Jorge Capitanich ya está renunciado y que la primera mandataria está terminando de decidir quién será su reemplazante. El senador Aníbal Fernández nunca pierde la esperanza. De hecho, pensó que sería él el sucesor natural de Juan Manuel Abal Medina.
El Presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, parece hoy por hoy, el candidato más fuerte. Sin embargo la jefa de Estado dudaría en ofrecerle el cargo, porque lo considera imprescindible debido a su "muñeca política" para manejar los proyectos del Poder Ejecutivo en la Cámara Baja. Kicillof no desearía esa posición. Y la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, sería otra de las candidatas: tiene voz de mando, es de extrema confianza y el puesto le podría servir de trampolín para presentarse como postulante a gobernadora en la provincia de Santa Cruz. Pero esta supuesta solución traería aparejada otro inconveniente: la imposibilidad de Máximo se transforme en candidato a intendente de Río Gallegos.
"O va la tía o va el sobrino, pero Cristina no quiere, para su provincia, una boleta donde aparezca todo el tiempo el apellido Kirchner" me dijo un integrante del gabinete que se precia de conocer el pensamiento político de la Presidenta. Es el mismo que asegura que en enero el gobierno argentino le va a pagar a los fondos buitre, que la jefa de Estado nunca eligirá a Daniel Scioli como su candidato presidencial y que solo dejará de ayudar a Mauricio Macri si aparece, dentro del "cristinismo", una figura que le garantice la victoria. "Ella va a hacer todo lo que esté a su alcance para no entregarle la banda presidencial a Scioli o a Sergio Massa, pero eso no significa que desee volver en 2019", especuló.
La alta fuente de la administración que me contó eso supone que Cristina Fernández tampoco se va a presentar como candidata a diputada nacional, senadora nacional, gobernadora de la provincia de Buenos Aires o gobernadora de la provincia de Santa Cruz. "Está cansada. Y todavía le queda más de un año de gobierno, en condiciones mucho más adversas que las que vivió hasta ahora. La veo con más ganas de ocupar un cargo con brillo internacional que de aterrizar en la política doméstica".
Le pregunté si dentro de sus planes no estaría forzar una salida anticipada para después argumentar que los poderes concentrados no la dejaron terminar de gobernar. Lo negó, de manera terminante: "Cristina, en eso, es como Néstor. A veces parece que está a punto de incendiar todo, pero a último momento guarda el arma y empieza a construir política. Ella nunca se va a suicidar", remató. Mejor así.