La escena sucede durante una marcha de las Brigadas de la Resistencia de Abu Ali Mustafa, el ala militar del Frente Popular para la Liberación de Palestina. La imagen fue publicada por la agencia Arabi Press. Según Alexa, Arabi-Press es una web basada en Siria, y tiene allí y en Estados Unidos su mayor tráfico.

Ante la foto, Cristina reaccionó espantada: acusó a los fondos buitre de fraguarla. “La verdad que los buitres siguen tocando fondo. Ahora falsificando fotos”, escribió la presidente en su Facebook. “Eso sí: hay que reconocerles que esta vez cuidaron los detalles. Utilizaron una foto donde aparezco con un sable en la mano durante la ceremonia de entrega de sables a los cadetes egresados del Colegio Militar de la Nación del año 2007.

¿Creerán que alguien asociará mi imagen con la de yihadistas que degüellan a sus víctimas?

” La presidenta supone que los fondos buitre compraron una agencia de noticias siria y engañaron a sus periodistas para publicar la foto que finalmente es verosímil.

¿O quiénes son los aliados de la Argentina? Nuestro país es extraño: se lamenta cuando no recibe créditos de otros países occidentales y, a la vez, fortifica sus alianzas con Venezuela, Rusia y China, junto a algunas pequeñas dictaduras africanas. Hay una línea que une a nuestros tres aliados: son países en los que el Estado (léase la arbitraria decisión de un político) interviene para impulsar las relaciones. “El problema es que estos países llevan los negocios a un terreno que supera la mera acción de la empresa y en el que se requiere la acción de autoridades políticas, no siempre fundada en motivaciones económicas o productivas”, le dice Marcelo Elizondo, director general de DNI Desarrollo de Negocios Internacionales, a Clarín. “Argentina está promoviendo negocios con países que no son conocidos por ser los más transparentes en sus prácticas; la Unión Europea considera a Rusia y la Argentina como los países más obstructivos del comercio internacional. Según el Indice de Percepción de Corrupción elaborado por la ONG alemana Transparency, Rusia está en el puesto 127, China en el 80 y Venezuela en el 160, el más corrupto de Latinoamérica, entre 170 países. Los tres países con los que más acercamiento tiene Cristina son los de mayor intervención gubernamental en el comercio internacional. “China, organizado bajo un sistema de partido único, y Venezuela y Rusia, caracterizados por personalismos y politización de una gestión pública no transparente”, explica Elizondo.

Entre 2007 y 2011 Argentina modificó su política regional y se acercó más a Venezuela y menos a Brasil. Una consecuencia directa de ese cambio fue el acuerdo con Irán , sostiene en un ensayo Milagros López Belsue, de Nueva Mayoría. Desde 2011, y en particular desde la llegada de Kicillof al Ministerio de Economía, los BRICS pasan a ser la opción estratégica para independizarse de los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón. La idea es que el G-7 es el pasado que compromete la soberanía, y los BRICS son el futuro. Venezuela constituye el país con el que la Argentina ha celebrado más instrumentos bilaterales, representando el 12,5 por ciento del total del vínculo convencional del país a nivel mundial, y el 21 por ciento a nivel regional. 135 tratados han sido celebrados durante las dos administraciones de Cristina, un promedio de casi dos acuerdos firmados por mes. Con Néstor Kirchner fueron solamente 60. Durante el gobierno de Néstor se argumentaba que la relación se basaba en que Venezuela era el único país que financiaba a la Argentina mediante la compra de bonos tras la caída del peso en 2001 (hecho que fue denunciado por Enrique Capriles en la campaña electoral en Caracas, al afirmar que Chávez envió al país 3.000 millones de dólares para pagarle al FMI en 2007).Chávez desembolsó al menos 5.600 millones entre 2005 y 2008 comprando Boden 2012 y 2015; Bonart 10 y Bonos del Sur. Una cuarta parte de los 17.525 millones de dólares de los Boden 2012 fue a parar a Caracas. No fue gratuito para la Argentina: se convalidó una tasa del 16 por ciento en dólares, la misma que pagó Domingo Cavallo en el megacanje. Fue un gran negocio bolivariano: Chávez compraba bonos argentinos y luego pedía a algunos bancos de inversión elegidos a dedo que le estructuraran una nota que luego el gobierno vendía a los bancos de Venezuela al tipo de cambio oficial por cada dólar más una ganancia. Aunque los bonos estaban nominados en dólares, la nota se pagaba en bolívares, con lo cual la excusa para hacer esta transacción era absorber bolívares y mantener viva la cotización del dólar paralelo. Cuando los bancos favorecidos compraban la nota la traspasaban a una cuenta de valores en el exterior. Como en Venezuela hay control de cambio pero no control sobre los activos financieros, todo era estrictamente legal. Una vez que la nota estaba en el exterior el banco la vendía al banco de inversión que la estructuró al tipo de cambio paralelo, y en la operación ganaba la brecha entre el paralelo y el oficial. La relación con Venezuela estuvo marcada por la denominada “embajada paralela”, feudo del ministro Julio De Vido.

Así fueron descubiertas empresas ignotas que acaparaban todo el comercio bilateral.

En julio pasado el periodista de este diario Matías Longoni dio a conocer que la única firma beneficiada por los embarques de arroz era desconocida en el sector, vendía a precios inflados y sus dueños tenían trato directo con De Vido, el embajador Carlos Cheppi y María Gabriela Chávez, la hija del líder venezolano. La empresa santafesina Bioart SA fue la única autorizada para exportar arroz a Venezuela. En marzo embarcó 10.247 toneladas, y el 17 de junio salieron de San Pedro 27.500 toneladas de arroz con cáscara. En total Bioart SA vendió a Venezuela 23 millones, con un sobreprecio del 30 por ciento. A principios de agosto de 2007, cuando Chávez planificaba una visita a la Argentina para vender gas licuado y comprar bonos, aterrizó en el Aeroparque un vuelo privado que transportaba a funcionarios públicos venezolanos y argentinos.

Allí viajaba el “empresario” Guido Antonini Wilson, con una valija con 790.550 dólares en efectivo. Cuando le preguntaron, Antonini respondió que “la valija era para la campaña presidencial”.

En Rusia la corrupción mueve sumas equivalentes a la mitad del Producto Bruto Interno. De acuerdo con un informe de la Asociación de Abogados, “aproximadamente el 50 por ciento de la economía se desarrolla al amparo de la corrupción”. El informe contiene 6.589 denuncias del mundo empresarial recibidas en el marco del proyecto Manos Limpias. El cálculo del 48 por ciento del PBI es coincidente con otro del Banco Mundial, y supera ampliamente los conocidos en los años de la ex Unión Soviética. En la estructura del estado, según el informe, “el 90% de los servicios nacionales y municipales se realizan a través de la gestión de intermediarios, lo que supone una corrupción velada difícil de medir”. Con 50 instrumentos bilaterales, Rusia constituye el segundo país, detrás de China, y fuera de la región, con el cual la Argentina ha celebrado más tratados. La relación es deficitaria para nuestro país por el alto componente de energía en las compras a Rusia. Las exportaciones argentinas se componen de vinos, frutas, carnes, lácteos y residuos de la industria alimenticia para animales. El 95% de las ventas argentinas es de origen agropecuario. El último gran desembarco de inversión rusa en la Argentina fue FESCO, una empresa privada transportista que ganó una licitación en 2013 para abastecer estaciones científicas en la Antártida. En 2010 se firmó un acuerdo entre Enarsa y la petrolera Lukoil.

En enero se filtraron los chinaleaks, millones de archivos sobre las fortunas ocultas de miembros de la nomenclatura de Beijing, incluido el actual presidente Xi Jinping.

The New York Times, por ejemplo, destapó que la fortuna familiar del ex primer ministro Wen Jiabao se acercaba a los 2.000 millones de euros. Los chinaleaks desataron una campaña moralizadora que ya tuvo sanciones a 84.000 altos cargos del régimen comunista. En todo 2013 el número de cargos sancionados alcanzó los 182.000. El complejo sojero es el gran protagonista de la relación con China, casi el 60% del total. Los porotos de soja representaron en 2013 el 49.8 por ciento del total de exportaciones a China, mientras los aceites crudos de petróleo fueron el segundo rubro con un 11%, el aceite de soja tercero con 8, y los aceites de petróleo el cuarto con 3,4. La empresa argentina con más exportaciones a China es Pan American Energy, y luego, en orden decreciente, la Asociación de Cooperativas Argentinas, LDC Argentina, Alfred Toepfer International, Bunge, Cargill, Nidera y Noble. Sinopec, la séptima petrolera del mundo, adquirió OXI asociada con Repsol Brasil, y también hay capitales chinos en yacimientos mineros de Río Negro y Jujuy. En la industria automotriz los chinos invirtieron en BYD, baterías y autos eléctricos, la electrónica Huawei, en Tierra del Fuego, y otras ensambladoras de electrodomésticos, y en el mercado financiero participaron de la compra del ex Standard Bank, convirtiéndolo en el ICBC, el banco más grande del mundo.