Cristina Kirchner se refirió a ella durante un acto en una fábrica de motocicletas el miércoles pasado en General Rodríguez. Según su explicación, la caída se debió a la desaceleración económica de las economías emergentes en las que se prevé un descenso en el consumo de alimentos. La Presidenta recomendó no alentar expectativas negativas en la economía y puso como ejemplo lo que sucedió con la soja. Dijo que "se especuló con que el dólar iba a estar a 25 o 30 pesos, entonces se recomendaba que no se vendiera soja". Luego de la baja "se han perdido dólares por tonelada por productor y también ingresos para el Estado". Por ese motivo, recomendó apostar al crecimiento del mercado interno como el verdadero motor de la economía.

En ese discurso la Presidencia dejó en evidencia varias cosas. Aun cree que hay un componente especulativo, casi de carácter emocional, por parte de los productores agropecuarios. No se reconoce que los productores son agentes económicos que, como tales, asumen el riesgo de vender o no la mercadería que poseen según la información que cuentan sobre el mercado. La Presidenta, de esa forma, omite mencionar que las decisiones son individuales y que hay quienes habrán acertado por haber vendido cuando el precio estaba en un pico alcista y otros que perdieron por creer que los precios elevados iban a seguir siendo altos. De igual, forma habrá productores que se resguardaron de eventuales pérdidas y recurrieron a los mercados de futuros. En todo caso, lo que no parece reconocer Cristina Kirchner es la incertidumbre que genera su propio gobierno sobre la economía. En octubre del año pasado fue ella misma la que dijo que no iba a devaluar el peso. Tres meses después, cuando la mayoría de los agentes económicos advertían el desfase del tipo de cambio, el peso se devaluó un 20% de un día para el otro. Sin extenderse a temas macroeconómicos hay que ver lo que sucede con el trigo. El Gobierno todavía no pagó la devolución de los derechos de exportación al cereal que había prometido hace un año como incentivo para aumentar la siembra del cereal. El trigo de la campaña 2014/15 ya casi está sembrado y en la decisión de aumentar el área tuvo un mayor peso la evolución del clima. Para peor, las lluvias excesivas jugaron una mala pasada y recortaron la superficie en 100.000 hectáreas, según una estimación de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.

En la explicación presidencial sobre la baja del precio de la soja, además, se revela otro mito corriente, que hay dos modelos en pugna, uno que apunta al mercado interno contra otro que defiende el mercado externo. En rigor, desde que se lanzó la globalización económica mundial a principios de los años noventa ya no se pueden eludir los efectos de lo que sucede en otros países, tanto en el movimiento de capitales como en la transacción de bienes. El supuesto modelo "mercado-internista" no puede prescindir de ello. Y, por otro lado, ninguna cadena de producción es sustentable si no hay una sociedad desarrollada.

Respecto de esa falsa dicotomía entre modelos hay que recordar lo que sucedió tras la crisis de 2002. El campo fue uno de los primeros sectores en levantar cabeza, las ventas de camionetas 4x4, imprescindibles para el trabajo, alcanzaron un récord. ¿Quiénes se beneficiaron? Los fabricantes locales y, por supuesto, sus trabajadores. Los ejemplos podrían extenderse al movimiento económico en las provincias, más ventas en los comercios y aumento de la construcción. Según un estudio del movimiento CREA, el 70 por ciento del gasto y la inversión de la actividad agropecuaria se concentra en los lugares donde se realiza la actividad. No hay desarrollo de una sola vía sino vasos comunicantes entre cadenas de producción.

Más allá de la volatilidad de los mercados hay una tendencia de largo plazo que no se ha modificado. Como explica el analista Jorge Castro, el 70% de los 2000 millones de personas que se incorporarán a la población mundial en los próximos 40 años pertenecerán a la clase media. Este segmento, añade, alcanzará a unas 3000 millones de personas en 2030. Eso, inevitablemente, se traduce en un mayor consumo de alimentos

Es cierto que el escenario de baja de precios es inquietante. Los más de cien millones de toneladas de soja que volcarán los Estados Unidos a partir de noviembre, si el tiempo sigue siendo favorable, más los récords obtenidos en Brasil y la Argentina son decisivos y por el momento deprimen los precios.

Según un análisis de Matías Amorosi, de la consultora Globaltecnos, los rindes de indiferencia de la soja y el maíz país superan o están muy ajustados respecto de los rendimientos promedio de los últimos años. En el sudeste de Córdoba , el rinde de indiferencia supera los 30 quintales por hectárea, mientras que en el oeste de la provincia de Buenos Aires llega a los 26 quintales por hectárea. Para el maíz la situación es más crítica. En el oeste bonaerense supera los 90 quintales por hectárea, mientras que en la zona Mar y Sierras llega a 80 quintales por hectárea. De allí el enfriamiento que se advierte en el mercado de alquileres en el que donde está creciendo la modalidad a porcentaje o el pago con el precio a cosecha. El especialista recomienda también pesificar la compra de insumos.

Frente a ese escenario, la baja de los derechos de exportación sería una medida lógica si se quisiera mantener la competitividad del agro. Pero claro, habría que entender que la economía y el desarrollo tienen vasos comunicantes.

RESUMEN

12% Baja

Ésa es la caída de superficie con cebada respecto de 2013, según la Bolsa de Cereales de Bs. As.

LA FRASE

Ernesto Sanz

Senador, UCR

"El campo tiene que ser un aliado, un socio y motor del desarrollo".