La alternancia que está teniendo lugar entre copiosas lluvias e intensas sequías constituye hechos de inusitada importancia por su incidencia en las más diversas actividades del país.
Pareciera ser que el exceso de lluvias es siempre más beneficioso que las grandes sequías. Es así mientras no sobrepasen ciertos límites. Se recuerda al respecto lo ocurrido en febrero último, en el nordeste de la provincia de Buenos Aires, donde hubo grandes precipitaciones que alcanzaron 497 milímetros en Ramallo en apenas una quincena. Como contrapartida, en el norte y oeste de La Pampa se profundizaba una devastadora sequía.
Las consecuencias de tales precipitaciones están a la vista: los tamberos y la población rural en general son víctimas de la intransitabilidad de los caminos. La humedad ambiente y la multiplicación de hongos y parásitos, en tanto, llevan a la utilización de fungicidas y de agroquímicos, y obligan a encarar costosos tratamientos preventivos.
La ganadería tampoco queda exceptuada de los efectos de esas contingencias climáticas, pues debe proveer la alimentación y procurar la reproducción en campos inundados, en condiciones poco favorables para el trabajo rural.
Un capítulo aparte es el de los suelos que, desnudos de vegetación, resultan propicios a la erosión, tanto hídrica como eólica. Las lluvias, cuando son abundantes y ocurren en campos con declives, dan lugar a una proporción de escurrimientos de suma importancia, con gran pérdida de fertilidad.
Con motivo de la situación bonaerense, su ministro de Asuntos Agrarios, Alejandro Rodríguez, encabezó una reunión de la Comisión de Emergencia y Desastre Agropecuario de la provincia de Buenos Aires, en la que se declaró la emergencia para 15 municipios. Quedaron varios distritos afectados para profundizar los estudios correspondientes.
La emergencia dictada implicará beneficios de orden impositivo y reglamentario. Es de esperar que las disposiciones que se adopten se apliquen sin más demora, evitando las pérdidas de tiempo que en otras oportunidades no hicieron más que profundizar los daños y, en consecuencia, demorar la esperada recuperación.