PEKÍN.- China tiene buenas razones para ser número uno: una economía de crecimiento interminable que superó todos los "milagros asiáticos" previos; una mano de obra también incalculable, que incluye una clase media cada vez más próspera y sofisticada; un territorio inmenso, tecnología de vanguardia...
Lo tiene casi todo. Sin embargo, hace una semana, cuando el Banco Mundial anunció que, según sus indicadores, pasaría a ser la economía más grande del planeta en diciembre, China lo negó rotundamente.
De acuerdo con el Banco Mundial, desde 2011 hasta diciembre de este año, China habrá crecido un 24% acumulado, frente a un 7,6% de Estados Unidos. De confirmarse estos datos, China es la mayor economía del mundo a partir de este año, desplazando a los Estados Unidos, que ocupa ese lugar desde 1872.
Pero el Instituto de Estadísticas chino no concuerda, por lo menos públicamente, con el Banco Mundial en la apreciación de su poderío. Pareciera conformarse con menos, con un cómodo segundo lugar, con quedarse un paso atrás de la megapotencia mundial. Con ser, en fin, una potencia renuente.
En apariencia, esa modestia se contradice con las aspiraciones de la propia cúpula del Partido Comunista. En su primer discurso como presidente de China, en marzo de 2013, Xi Jinping prometió "el gran renacimiento de la nación china", y desde entonces, junto con el concepto de "sueño chino", estas palabras se convirtieron en caballitos de batalla de su política.
Los dos conceptos buscan dar una idea de grandeza de la nación, de un país que no sólo es capaz de convertirse en un referente internacional, sino que se reconstruye y modifica, gracias al veloz progreso vivido en las últimas décadas.
"Vamos a seguir luchando por la causa del socialismo con características chinas y por realizar el sueño de un gran renacimiento de la nación china", dijo Xi, en su discurso ante los delegados de la Asamblea Nacional.
La idea de renacimiento ya se hizo común en los medios chinos. Se refiere a los ultrajes que sufrió el país durante los dos últimos siglos: tratados económicos desfavorables con potencias occidentales, derrotas militares, invasiones japonesas.
Pues bien, ese período de humillaciones terminó y llegó el turno del renacimiento como antesala del sueño de desarrollo y bienestar, dirigido principalmente a la clase media del país, que para 2020 representará hasta el 40% de la población.
"El concepto del renacimiento chino tiene mucho que ver con el de sueño chino. Ambos aspiran a que China pueda tener un lugar para cooperar por la paz y la prosperidad del mundo. Un lugar digno y respetable. Es lo que inspira a los chinos de hoy", explicó a este diario Han Mintao, profesora de Ciencias Políticas de la ciudad de Tianjin.
Según el Partido Comunista, el sueño chino funciona en tres áreas: la erradicación de los políticos corruptos, la completa reunificación de China y una vida digna para cada ciudadano.
"El sueño chino tiene un tinte norteamericano que realza valores individuales de superación, mientras que la idea de renacimiento le habla a toda la civilización china", dijo a LA NACION Doug Young, académico de la Universidad de Fudan.
Según el gobierno, sin embargo, el sueño todavía no es más que eso, una posibilidad de cara al futuro.
"A pesar de las especulaciones sobre cuándo China sobrepasará a Estados Unidos como la mayor potencia económica del mundo, el país asiático se centra más en la calidad de su economía que en el tamaño", dijo la agencia oficial Xinhua en un editorial, con el que dejó en claro la posición del gobierno chino al respecto: la supremacía por el momento es una "especulación".
"China superó de manera dramática a Estados Unidos en el terreno de la expansión económica durante los últimos años, registrando tasas de crecimiento del PBI del 7,4 y el 0,1%, respectivamente, en el primer trimestre de 2014. Pero en términos reales, sigue existiendo una enorme separación", agregó.
Esta renuencia a aceptar el liderazgo se explica por las obligaciones que ese estatus representa. El éxito tiene su precio. Por ejemplo, de ser la primera potencia, a Pekín se le exigiría una contribución más importante en ayuda al desarrollo y en el presupuesto de las Naciones Unidas. También debería asumir una posición más responsable en cuestiones como el calentamiento global y una actitud más comprometida en temas de seguridad internacional.
En el frente doméstico, el título de superpotencia subiría las expectativas y las exigencias de los ciudadanos por una mejor calidad de vida y alimentaría el fantasma que agobia a la cúpula del régimen: el de la tensión y el quiebre social.
En parte, los chinos son conscientes de estos contrastes. "Somos un país en vías de desarrollo", suelen repetir en sus conversaciones, con lo que oponen el suyo a los países "verdaderamente" desarrollados, representados por Estados Unidos y las naciones europeas.
"Si llegamos a la cima de la montaña, no tenemos a dónde subir, sólo bajar. Además, si tenemos alguien arriba, podemos aprender de sus errores. Es mucho mejor ir segundos o terceros", dice Chunyue Zhang, una joven estudiante.
"Es peligroso para China estar en el primer puesto. Tendremos todas las miradas puestas en nosotros. Además la desigualdad creará más tensiones sociales porque se supone que los primeros deberían tener una buena posición para todos", sostiene Yuekun Kang, otra estudiante que dice haberse sentido "asustada" cuando leyó las noticias que anunciaban el informe del Banco Mundial.
El concepto de "renacimiento" tomó tal envergadura que se inventó una forma de medirlo. Se basa en 28 indicadores como la influencia de China en el mundo, el PBI y el nivel de urbanización. También se usó el nivel macroeconómico, la "armonía de la sociedad", la protección del medio ambiente, la mejora del Estado de Derecho y la unidad China.
La Comisión de Reforma y Desarrollo, que se encarga de la planificación económica del país, dijo que el renacimiento alcanzó el año pasado el 65,3%, mientras que en 2010 era de 62,7% y en 2005 de 46,4%.
En Internet, en vez de festejarse el informe del Banco Mundial, lo que sobró fueron bromas. Las burlas arreciaron en la red social Weibo. Allí se hizo famosa una imagen que comparaba al mentado renacimiento con un programa informático que se estaba descargando con un mensaje que decía: "62,7% descargado, al descargarse completamente lo podremos usar".