El presente, según Borges, es una consecuencia del destino inevitable. La crisis de las automotrices no comenzó este año. Las dificultades ya aparecieron en 2013, cuando hubo un récord de ventas de unidades.
Las alarmas sonaron en 2011, por los problemas de Brasil. Con menor demanda interna, el gobierno de Dilma Rousseff lanzó planes que privilegian la producción local de unidades y autopartes.
El bajón económico fue mayor en el socio más grande del Mercosur en 2013 y afectó más la exportación de unidades. Desde hace rato tanto la Argentina como Brasil perdieron además como mercado a la convulsionada Venezuela. En los buenos tiempos sólo GM, entre Brasil y la Argentina, exportaba a Venezuela una cantidad de unidades que equivalía al total producido por la marca en la Argentina. Los envíos han llegado ahora a ser cero.
El Gobierno intentó encontrar la forma de recuperar el mercado venezolano para las terminales locales, pero propuso un esquema con un fondo fiduciario que recordaba demasiado a aquel de la maquinaria agrícola que terminó con el escándalo de la "embajada paralela".
No sólo por los problemas de los países de destino sufrió la producción local. La inflación en dólares padecida hasta enero último subió los costos. Tanto la producción argentina como la brasileña habían perdido competitividad en Chile, Colombia, Ecuador y Venezuela, decían en el sector.
La Argentina y Brasil tienen problemas adicionales que afectan al sector, que no está incluido en el Mercosur y que tuvo un régimen especial que está vencido. Los intentos de renegociación han sido infructuosos. El único miembro del bloque que puede darse el lujo de cerrarse es, justamente el más grande. Su mercado interno colosal justifica instalar una fábrica que sólo sirva para vender allí. La alemana BMW pudo instalar una de motocicletas y hacer un gran negocio, aunque la falta de competitividad de Brasil no le permita exportar. Ningún otro socio puede. Ni siquiera la Argentina.
De manera que la tormenta perfecta del sector de automotores, piezas y partes, comenzó hace un tiempo, pero se intensificó y completó en los últimos meses. La inflación acumulada, la devaluación, el impuestazo, las subas de las tasas de interés y consecuente encarecimiento del crédito fueron las combinación exacta para demoler la actividad de la industria estrella de la "década ganada". La política agregó "otra causa, otro efecto y otra cuita".
La solución no está a la vista. Sin acuerdo, como hasta ahora, el intercambio de vehículos ¿habría libre comercio como todo el resto de bienes comprendidos en el Mercosur? Parece difícil. También que no haya algún arreglo. Los dos países tienen grandes dificultades para vender a otros mercados. Bien lejos están de hallar una salida como México, en el marco del Nafta. Una vez más en palabras de Borges, es probable que a Dilma y a Cristina no las una el amor, sino el espanto.