Los fenómenos exponenciales suponen un cambio de paradigma. El "boom de los commodities" de 2007 fue un fenómeno exponencial y desde entonces la lechería (y tal vez la economía del mundo) se encuentra inmersa en una transición hacia un nuevo paradigma.
Ya en 2008, y no en 2015 como se tenía previsto, la Unión Europea (UE) eliminó los subsidios a las exportaciones porque no hacían más falta. El mismo año las importaciones chinas de leche en polvo empezaron a crecer (vale aclarar que los precios de 2007 no fueron consecuencia de la demanda china), pasando de 100 mil toneladas a 750 mil en 2013 y 900 mil proyectadas por el USDA para 2014. Fue también en esa época que los precios al productor de los principales países exportadores empezaron a converger. Antes había una diferencia del orden de los 0,2 US$/lt entre los precios que cobraban los productores de Estados Unidos y Europa y los precios de Oceanía, la Argentina y Uruguay. Actualmente esa diferencia ya no es tal. Incluso el precio de Nueva Zelanda llegó a estar por encima del de la UE.
Esto haría suponer que el negocio en los países históricamente de bajos precios y por ende costos, ya que de otra manera la producción no habría sido sustentable, en la actualidad debería ser brillante. Sin embargo cuando el precio se arrima o cae por debajo de los 0,4 US$/lt aparecen las protestas en cualquier país que se analice. Esto nos indica que no sólo convergen los precios, sino también los costos.
Hasta 2007 hubo dos "grandes ligas". Una entre Estados Unidos y la UE con sus subsidios, costos y precios altos, y la otra en la que jugaban los exportadores del hemisferio sur sobre la base de bajos costos de producción y bajos precios. La transición hacia el nuevo paradigma parece indicar que empezamos a jugar una sola liga, todos contra todos.
Antes, el bajo costo de oportunidad de la tierra era una de nuestras ventajas competitivas. Hoy la lechería compite por el uso de la tierra en una de las regiones más privilegiadas del mundo para producir granos. Por eso es indispensable la sinergia con los otros dos factores de producción, el capital y el trabajo, para poder tener una lechería que pueda competir, tanto internamente por el uso de la tierra como a nivel global en la transición hacia el nuevo paradigma.
En lo que se refiere al trabajo, antes una de nuestras ventajas competitivas era la mano de obra barata, ahora competimos contra los más capacitados. "Poca y cara" coinciden los referentes internacionales para definir la mano de obra de los tambos. Y cara no es una referencia sólo a los salarios, sino también a las condiciones de vida.
En cuanto al capital, en la Argentina fue casi siempre escaso, caro y de corto plazo. Según los fabricantes de máquinas de ordeño, la antigüedad promedio de nuestras instalaciones es del orden de 22 años mientras la tendencia de las lecherías desarrolladas es hacia el ordeño con robots.
A estas condiciones en las que estamos saliendo a la cancha del todos contra todos se suma el cambio climático. Los fenómenos climáticos extremos ya no sirven para explicar por qué no crecimos. Son un dato para proyectar el crecimiento futuro. Sólo con una importante inyección de capital se pueden morigerar sus efectos.
Para poder jugar con las nuevas reglas, solo necesitamos a nuestra gente entrenada y motivada y que haya previsibilidad para que ese gran cobarde que es el capital se anime a apostar a nuestra lechería.