A Cristina Kirchner le está pasando lo peor que le puede pasar a un líder populista: que la economía se vuelva recesiva. Cuando se compara el primer trimestre de este año con el del anterior, se advierte que la producción industrial cayó 3% . La de autos, 16,2% . Y las ventas a concesionarias, 25,4%. Los despachos de cemento, 1,8%. Y la demanda de gasoil, un excelente indicador de dinamismo, 3,4%.
La retracción no se debe a un colapso financiero, como el "tequila", la crisis del sudeste asiático o la devaluación brasileña, que condujeron al final de la convertibilidad. Esta vez lo que se derrumba es el consumo, es decir, un factor determinante de la "década ganada" .
Una lectura superficial podría inferir que el kirchnerismo ha traicionado su "modelo". Es un error. El enfriamiento productivo, la caída del salario, la destrucción del empleo y el aumento de la pobreza forman parte de una etapa inevitable del proceso económico que el "modelo" llevaba en sus entrañas. La inducción al gasto y el castigo al ahorro y la inversión desencadenaron una espiral inflacionaria. El tipo de cambio comenzó a retrasarse, provocando una fuga del peso hacia el dólar que es imposible de revertir sin un ajuste en la tasa de interés, es decir, sin una estrangulación del crédito.
Juan Carlos Fábrega llevó la retribución que el Banco Central paga por las Lebacs de 16 a 30%. Entre diciembre y febrero pasados absorbió $ 39.000 millones, 25.000 de los cuales salieron de los bancos privados, que sólo compran esas letras si les ofrecen una tasa semejante.
Los pesos que se le prestan al Central son pesos que se dejan de prestar a los productores o consumidores privados.
En marzo el crédito a empresas y personas cayó en 1900 millones de pesos.
Para evitar el enfriamiento, Cristina Kirchner está apelando a artefactos muy rudimentarios. La semana pasada creó un fideicomiso denominado Fondear. Una caja que promete ser escandalosa. Gracias al decreto de necesidad y urgencia número 606, el Tesoro prestará o regalará dinero sin atenerse a las reglas que obligan a los bancos. La norma lo autoriza a dar créditos, subsidiar tasas, efectuar donaciones o adquirir acciones de empresas, ignorando las regulaciones de la ley de administración financiera del Estado. Ningún artículo consigna la dimensión de esta piñata. Pero la Presidenta habló de "más de 10.000 millones de pesos".
Los créditos y dádivas serán canalizados a través de Nación Fideicomisos, una empresa del Banco Nación que se hizo famosa con los bochornosos sobreprecios en la ampliación de gasoductos: el caso Skanska. Pero esta vez Julio De Vido y sus funcionarios no podrán tocar una moneda. El reparto será organizado por Jorge Capitanich , Axel Kicillof , Carlos Casamiquela (Agricultura), Débora Giorgi (Industria) y Lino Barañao (Tecnología). Nación Fideicomisos está al mando de Enrique Arceo, papá de Nicolás, director de Finanzas de YPF e íntimo amigo de Kicillof.
Una vez que el Congreso convalide el generosísimo decreto, la Presidenta tendrá un nuevo instrumento de campaña. Los recursos de Fondear saldrán de los bolsillos de los contribuyentes y serán ofrecidos sin las insoportables trabas burocráticas de un crédito corriente. Ni siquiera habrá que someterse a la amansadora de un "bicentenario". Como la norma no especifica demasiado, para saber cómo se adjudicarán los fondos habrá que esperar a algún juicio penal. Es el destino del kirchnerismo con sus aventuras filantrópicas: del jubileo de la Anses a Sueños Compartidos.
El Gobierno parece atrapado en una ilusión retrospectiva. Entre 2009 y 2010 protagonizó una espectacular recuperación gracias a la paulatina normalización internacional y a la apropiación de los fondos de las AFJP, que convirtió a Amado Boudou en el favorito de la Presidenta. Es una experiencia irrepetible.
El déjà-vu actual carece de recursos. A la aspiradora Fábrega le alcanzan cinco meses para devorar los $ 10.000 millones con que Kicillof quiere imitar a Boudou. Si se computa la inflación, los hace desaparecer en 30 días.
El Fondear es ineficaz. Pero revela una tensión más y más fuerte que está atravesando al kirchnerismo. Cristina Kirchner tiembla ante la recesión. Y hace bien. El público que aún adhiere a su Gobierno no tiene expectativas en una regeneración institucional. Y la defensa de los derechos humanos se le ha vuelto problemática. El vínculo más firme con la señora de Kirchner es que ella "todavía da trabajo", como dicen los simpatizantes en todas las encuestas. Si esa percepción se volviera más borrosa, el liderazgo de la Presidenta estaría, en serio, amenazado. Y su principal objetivo, mantener la disciplina del peronismo en los próximos 18 meses, se volvería muy esquivo.
Incentivos
Quiere decir que sobran incentivos para que la Casa Rosada coaccione al Banco Central a fin de que reduzca la tasa de interés. Pero, si Fábrega cediera a esa presión, el dólar podría volver a calentarse. Los expertos creen que, una vez que cese el flujo de divisas de la cosecha de soja, él debería hacer lo contrario: aumentar el costo del dinero para que el blue o el contado con liquidación pierdan su atractivo.
Del modo en que Cristina Kirchner y el presidente del Central tramiten su conflicto dependen el clima económico que dominará la campaña, el tipo de líder que pretenderá el electorado y el peso de la herencia que recibirá el próximo gobierno.
Fábrega presta atención al nivel de reservas. Pero la Presidenta, con la complicidad de Kicillof, está inquieta con el nivel de actividad. Y se niega, en este caso sin la complicidad de Kicillof, a conseguir divisas emitiendo títulos en el mercado. Hay que entenderla: ya reconoció la inflación, subió la tasa de interés y devaluó. Al único mito que le falta renunciar es al del "desendeudamiento".
La escasez de dólares es de difícil solución porque revela un límite estructural: el desastre al que condujo la política energética. Las divisas que se niegan a la industria son las que necesita el Estado para comprar combustibles a precios exorbitantes. Este año esas importaciones consumirán, por lo menos, US$ 13.500 millones.
Miguel Galuccio viene postergando la fecha en que la Argentina volverá a autoabastecerse de hidrocarburos. Cuando se hizo cargo de YPF, dijo 2017. Ahora apuesta a 2023. Los especialistas observan que, aun cuando la petrolera estatal aumentó su producción, la extracción total está como en 2012. Esto significa que los yacimientos que no son operados por YPF no aumentaron su rendimiento, acaso por el pésimo efecto de la estatización.
En vano Kicillof intentó corregir este problema con el decreto 1277, que regularía todo el sector.
El método de Galuccio para lograr ese propósito es diferente: pretende desprovincializar los recursos energéticos. De esa manera, conseguiría que las áreas que hoy conceden las provincias a tal o cual empresa sean adjudicadas a YPF por el Estado nacional. Nada nuevo. Galuccio generalizaría lo que consiguió gracias a su misterioso contrato con Chevron: Neuquén le extendió la concesión de un yacimiento muy valioso para que él se lo entregue a esa multinacional a cambio de US$ 500 millones. Con la desprovincialización, se extendería ese procedimiento a todas las contrataciones. Un temor del gobernador Jorge Sapag, quien se enteró del proyecto en los Estados Unidos, donde buscaba inversores para Neuquén. Un temor de los hermanos Bulgheroni, que sospechan que Galuccio puede codiciar su yacimiento estrella, Cerro Dragón, aprovechando que la Bolsa neoyorquina investiga un presunto pago de coimas.
La adecuación de todo un mercado a las necesidades de la empresa estatal es consustancial al kirchnerismo. Lo que sueña Galuccio para YPF es lo que viene haciendo Mariano Recalde, en detrimento de las competidoras privadas, con Aerolíneas. Es difícil que el Estado no caiga en la tentación monopólica.
Galuccio está ansioso por un triunfo en YPF. Como Fábrega en el Central, él aspira a permanecer más allá de 2015. Con Daniel Scioli o Sergio Urribarri lo tendría asegurado.
Con Sergio Massa hay una incógnita. Los representantes del fondo Mason Capital Management intentaron despejarla, durante una presentación en Goldman Sachs, en Nueva York. Pero el diputado dio una respuesta destemplada: "Habrá que auditar la gestión, porque hay versiones sobre actuaciones que no coinciden con lo que nosotros consideramos ideal de parte del hermano de un gobernador y una consultora". Misterio.
Mientras Galuccio cuida su futuro, la Presidenta maltrata su pasado. El próximo 4 de agosto se cumplirán 20 años de la sesión de la Asamblea Constituyente en la que su tocaya, la federalista Cristina Guzmán, le dio la palabra para incorporar a la Constitución el artículo que otorga a las provincias la propiedad de los recursos del subsuelo. Fue la marca más importante de la señora de Kirchner en la Constitución Nacional.