La aparición del testimonio de un valijero que transportaba efectivo en bolsos sin facturas y sin registrar desde la mutual Propyme, de Guillermo Greppi, hasta la sede de Soho, la empresa de jeans a la que se le acaba de decretar la quiebra, hace sospechar que las cuevas financieras están íntimamente ligadas con la ruta del dinero negro.

El valijero, llamado Walter Gómez, lo reconoció a cara descubierta ayer, en La Cornisa TV y complicó todavía más a Greppi, a quien el legislador Gustavo Vera considera socio oculto del dueño de la empresa de jeans, llamado Nelson Sánchez Anterino. Greppi aceptó hace tres semanas una entrevista para el mismo programa, y negó terminantemente que su mutual fuera una cueva financiera.

Greppi intentó, a través de esa nota, salir en defensa de su amigo, el subsecretario Legal y Técnico de la Presidencia, Carlos Liuzzi, quien cayó en desgracia a partir de que el juez Norberto Oyarbide reveló que un llamado telefónico del funcionario había sido suficiente para frenar un allanamiento a Propyme, que estaba siendo inspeccionada bajo la sospecha de que lavaba dinero y operaba en negro, sin pagar los impuestos correspondientes. Parece que le salió el tiro por la culata.

Porque, a partir de ese momento, la causa por enriquecimento ilícito contra Luzzi se aceleró, y la embestida desde la misma Casa Rosada contra Zannini se intensificó. Ahora Greppi, por consejo de su abogado Carlos Broitmann, se llamó a silencio. No solo para ayudar a Liuzzi, su amigo del alma. También para evitar que la justicia ponga la lupa en todos los negocios similares a los que maneja Greppi. Broitmann es un especialista en clientes muy complicados. No solo defiende a Greppi.

También al mismo Luzzi y hasta a Henry De Jesús López Londonio, alias Mi Sangre, a quien el secretario de seguridad calificó como uno de los narcos más peligrosos del mundo.

El periodista de La Nación, Carlos Pagni, tiene razón. Casi todas las cuevas funcionan igual. Más o menos con el mismo modus operandi. Propyme se hizo conocida por las cámaras de seguridad que se pudieron ver por televisión en el medio del allanamiento. El intento de huída del empleado con el maletín fue desopilante, sino fuera una evidencia de que, en efecto, quería ocultar algo ilegal.

SGI, más conocida como La Rosadita, habría manejado tanto o más dinero negro que Propyme, antes y después de que el empleado de Lázaro Báez, Daniel Pérez Gadin, se la arrebatara al arrepentido Federico Elaskar, quien había reconocido, en el programa de Jorge Lanata, que se encargaba de ubicar en el exterior, millones de euros pertenecientes al empresario K y que no habían sido blanqueados.

La Cooperativa Monetización, de Fernando Caparroz, canjeaba efectivo por los cheques que recibía de Sueños Compartidos, la pesadilla que administraron con impunidad Hebe de Bonafini y Sergio Schoklender. Las cuevas sirven para casi todo. Incluso para conseguir los dólares que el gobierno no quiere entregar y el Banco Central se niega a perder.

Pero son útiles, en especial, para encubrir operaciones financieras de empresas quebradas o a punto de quebrar, como Soho, de particulares desesperados que no pueden tomar más crédito en el circuito legal porque han sido detectados como deudores incobrables por el sistema, y de pequeñas, medianas y grandes firmas que manejan parte de sus cobros y pagos en negro.

Operaciones destinadas a evadir o eludir impuestos. U operaciones maquinadas para que los funcionarios reciban la coima correspondiente sin que el movimiento quede registrado en ninguna parte.

Otra vez, Pagni lo explicó con solvencia cuando escribió que las empresas entregan los cheques a una cueva determinada, y las autoridades de la financiera le entregan dinero en efectivo con el descuento del pago de la comisión ilegal incluído.

¿Cuántas operaciones en negro habrán activado las empresas a las que les adjudicaron grandes obras públicas entre 2003 y lo que va de 2014? ¿De qué manera empresarios improvisados les habrán devuelto a altos funcionarios inescrupulosos la gauchada de haberlos elegidos para un negocio solo por afinidad, empatía o vecindad?

Liuzzi, el amigo de Greppi, el segundo de Zannini, va a tener que explicar ante la justicia, como fue que decidió entregarle un negocio vinculado con la tecnología a su amigo Gustavo Benvenutto, quien no solo es vecino del country Los Lagartos sino que también aparecería como su socio en una constructora.

El juez que maneja la causa parece decidido a ir al fondo de la cuestión, y todavía no recibió ningún llamado desde la Casa Rosada para pedirle que sea misericordioso.

Hasta ahora, Zannini convenció a la presidenta que atacar a Liuzzi es pretender ensuciarlo a él y que si los medios lo consiguen, mañana irán por Ella misma. Cuando todavía el vicepresidente Amado Boudou no terminó de zafar de la investigación por presunto enriquecimiento y por su participación en el caso ex Ciccone, Cristina Fernández necesita un poco de tranquilidad en el frente judicial.

Todavía falta más de un mes para que empiece el Mundial de Fútbol y mayo, entre la baja de la actividad económica y los escándalos, se puede volver interminable.