Ante a la necesidad de divisas el Gobierno tal como lo hizo en años anteriores, presiona a los productores para que vendan la soja remanente de la campaña pasada. Las existencias no son de la cuantía que hablan los funcionarios, oscilando en torno a las 4.000.000 de toneladas, en tanto la retención se vislumbra extenderse como mínimo hasta fines de febrero.
Si bien con la devaluación ocurrida el agricultor recuperó una rentabilidad prácticamente licuada hasta el 21 de diciembre, el contexto en que se desenvuelve la economía no brinda ninguna motivación para desprenderse apresuradamente de los granos.
Los productores no cuentan con un recurso más eficaz que el stock físico para defenderse de la inflación y, guarecerse de la incertidumbre que genera el propio Gobierno con sus reiterados desaciertos y contradicciones. De todas maneras, obligaciones contraídas con anterioridad y solventar los gastos que demande la cosecha venidera, indican que en las postrimerías del mes entrante y marzo se concentren varias operaciones.
Cabe consignar que la estrategia de vender lo justo y necesario para enfrentar sus compromisos, la vienen desarrollando en los últimos años, tanto para no verse forzado a comercializar cuando los mercados bajan la cotización, como así también para protegerse del debilitamiento del peso y la persistente y creciente inflación.
Independientemente de las erogaciones que demanda la explotación, en marzo operan los vencimiento de impuesto a las ganancia e inmobiliario rural. En virtud de tal calendario de egresos, los que aún cuentan con granos disponibles debe resolver el dilema de cuándo y cuánto vender. Análisis que difiere en función de la situación de cada uno, pero también considerando el estado de los cultivos, que actualmente cambia radicalmente según regiones. Mientras en la zona núcleo, hay sojas con desarrollo excelente, producto de oportunas precipitaciones de enero; en otras como el sur de Córdoba y norte de La Pampa la sequía hizo estragos.
Más allá de las particularidades señaladas, existe entre todos los productores, como en gran parte de la población, la desconfianza como común denominador. La suspicacia imperante radica en la falta de credibilidad que el Gobierno se hizo acreedor. Innumerables fueron los anuncios para el sector y promesas proferidas, nunca cumplidas. En razón de ello la intuición los lleva a manejarse con cautela; ninguno de ellos está tentado a vender para ganar pesos, máxime teniendo que la inflación potencial que se insinúa.
Artículo escrito por Aldo Norberto Bonaveri para Pregón Agropecuario