Como gran innovación y creatividad en materia de política económica, el
gobierno acaba de anunciar un acuerdo de precios para una cantidad de productos.
Dudo que tenga algo de acuerdo, en el estricto sentido de la palabra, pero de lo
que sí estoy seguro es que no es de precios, sino de números elegidos al azar o
porque al burócrata le parece que ese el precio. En materia de precios no hay
aplican la ciencia, aplican el “me parece”.
A esta altura del partido queda en evidencia que ni Moreno ni Kicillof
parecen haberse tomado el trabajo de estudiar la teoría del valor, que es la que
determina, en definitiva, el precio de los bienes en el mercado.
Se sabe que las cosas no tienen valor por sí mismas sino que son las gentes
las que les otorgan valor a las cosas. Es más, una misma persona le otorga a las
cosas un valor diferente dependiendo de las circunstancias. Un hombre
desesperado de sed en el medio del desierto pagaría fortunas por un vaso de
agua. Ese mismo hombre, sentado cómodamente en su casa (no de Argentina porque
falta luz y agua) con abundante agua corriente no pagaría una fortuna por un
vaso de agua. El valor que le da al vaso de agua una misma persona cambia según
las circunstancias.
Además, las personas no valoran del mismo modo el mismo bien. A mí no me
divierten las motos y no pagaría por tener una. Seguramente Boudou sí pagaría
buen dinero por una moto.
Cada persona valora las cosas de diferente manera que el resto de la gente y
también las valora diferente dependiendo de las circunstancias.
Es más, existe lo que se llama utilidad marginal decreciente. ¿Qué es esto de
utilidad marginal decreciente? Imaginemos a una persona con hambre. Se sienta en
una pizzería y come la primera porción de pizza con muchas ganas. Come una
segunda porción también con muchas ganas. Una tercera con algo menos de ganas.
Una cuarta de gula. Hasta que llega a la quinta porción y ya no puede más. La
sexta le produce rechazo. No quiere saber nada más de seguir comiendo pizza.
Bueno, la utilidad de cada porción de pizza es decreciente. A medida que la
persona del ejemplo va comiendo cada porción de pizza va teniendo menor utilidad
para él. Le otorga menos valor a la cuarta porción de pizza que a la primera.
Bien, imaginemos ahora la cantidad de consumidores que hay en Argentina y la
variedad de bienes y servicios que hay en oferta. Ropa, alimentos de diferentes
tipos, autos, esparcimientos de toda clase, electrodomésticos, calzado,
informática, muebles, artículos de decoración, etc.
Pregunta elemental para Kicillof: dado que los recursos son escasos y la
gente valora cada bien de diferente manera, ¿cómo hace Ud. para decidir qué hay
que producir, en qué calidades, en qué cantidades y a qué precios hay que vender
cada bien? Porque le recuerdo a Kicillof que, encima que la gente valora
diferente cada bien, además una misma persona va modificando sus valoraciones.
¿Recuerda Kicillof el ejemplo de la pizza que di más arriba?
Claro, lo anterior es válido si quien se sienta en el sillón de ministro de
Economía no se considera un ser superior que cree conocer cada una de las
valoraciones que cada una de las personas le otorga a cada bien y servicio que
se ofrece en la economía y, además, no se cree un superhombre que tiene la gran
capacidad de conocer los permanentes cambios de valoraciones que millones de
personas tienen sobre todos los bienes y servicios de la economía. Ni la
computadora más veloz podría hacer esa estimación. Dicho más directamente, una
planilla Excel no puede reemplazar el sistema de precios que se deriva de la
teoría del valor. La economía no es una planilla Excel, es la ciencia de la
acción humana.
Vamos a decirlo de forma más sencilla. Como afirmaban nuestros abuelos: en la
vida todo no se puede. ¿Qué contenido económico tiene esa frase? Que los
recursos son escasos y las necesidades son ilimitadas. Esto quiere decir que uno
no puede comprar todo lo que quiere en la vida. Solo aquello que puede. Tiene
que asignar los recursos. ¿Y cómo asigna los recursos? De acuerdo al valor
subjetivo que le otorga a cada bien. Compra o deja de comprar un bien de acuerdo
a su valoración subjetiva de ese momento. El acto de comprar o no comprar
determina el precio. Millones de personas haciendo lo mismo determinan los
precios de cada bien en el mercado. Por eso se dice que el mercado es un
proceso. Un proceso de descubrimiento en el cual los dueños del capital tienen
que descubrir dónde hay una necesidad insatisfecha para asignar sus recursos. Si
acierta obtiene ganancias y si se equivoca enfrenta pérdidas. Para eso sirve el
sistema de precios que se deriva de la teoría del valor subjetiva, para que los
empresarios asignen su capital buscando satisfacer las necesidades de los
consumidores.
De manera que lo primero que puede decirse de este “acuerdo” de precios es
que consiste en una burrada conceptual que, en cualquier facultad de economía
merece un bochazo con un cero gigantesco. Tal es el bochazo que basta con
revisar la historia económica argentina y del mundo para advertir que los
controles de precios no solo fracasan, sino que, además, distorsionan los
precios relativos y no permiten asignar eficientemente los recursos productivos
porque no se produce lo que la gente quiere, sino lo que el burócrata manda.
Pero doble bochazo y doble cero merece semejante acuerdo de precios, porque
con la expansión monetaria que genera el BCRA para financiar al tesoro en su
déficit fiscal, la realidad es que no suben los precios, sino que se deprecia la
moneda.
¿Cuál es la diferencia entre una suba de precios y la depreciación de la
moneda? Por ejemplo, supongamos que hay una sequía y la cosecha de tomates es la
mitad de la normal. En ese caso la menor oferta, si la demanda se mantiene
constante, suben los precios. Pero no suben todos los precios de la economía,
sino el precio de los tomates. Ahora, cuando todos los precios suben al mismo
tiempo, entonces estamos frente a un problema monetario, es decir, frente a un
problema de depreciación de la moneda, no de suba de precios. Y ese problema no
se corrige con un acuerdo de precios. Se corrige con disciplina monetaria. Pero
para tener disciplina monetaria hay que tener disciplina fiscal.
Pero como lo que acabo de explicar es neoliberal y ortodoxo, Kicillof seguirá
en la suya. Llenando planillas de Excel que no le servirán para nada, salvo para
producir desabastecimiento, productos de peor calidad de los que tenemos ahora y
crear mercados negros.
En definitiva, por desconocer la teoría del valor y su influencia en la formación de los precios, Kicillof ya se ha subido al podio de la legión de economistas que fracasaron en Argentina en contener la inflación. Pasará a ser un caso más de la historia de los fracasos en los controles de precios…si es que alguien considera que tuvo tanta relevancia como para citarlo, aunque sea marginalmente, como ejemplo de los que fracasaron.
Fuente: Economia para Todos