Dicen que son diez mil millones de dólares. ¿Y eso dónde está?”, dijo Axel Kicillof en 2012, un día después de anunciar el plan para confiscar YPF.
Esta semana se supo que, si se cuenta el valor de bonos que Repsol podría cambiar antes del vencimiento, el pago por YPF sería de unos 8.000 millones de dólares.
“Es imposible no pagar una indemnización porque es ilegal”, dijo Axel en estos días.
La capacidad de reformulación del relato es inagotable: la tapa de Página/12 contaba así la información: “El preacuerdo de Argentina, España y México terminó doblegando la resistencia de Repsol”. Podrían haber dicho: les tapamos la boca con billetes.
“Se están haciendo un poquito del PRO”, bromeó Mauricio Macri esta semana, refiriéndose a las nuevas medidas del Gobierno.
¿Le tocará a un ex marxista, hoy supuesto keynesiano, protagonizar el ajuste? Sería un buen chiste de humor negro de la Historia. El ajuste es como el personaje del Conde Drácula en la novela de Mary Shelley: sólo aparece en un capítulo pero esparce el miedo en todo el libro.
Aunque la devaluación se produce en gotas homeopáticas igual sucede, y ahora el Gobierno parece decidido a aplicar la “sintonía fina” que tuvo que dejar después de las elecciones de 2011, cuando se anunció la eliminación de subsidios por zonas, comenzando por las ABC1, pero todo quedó en la nada después de la tragedia de Once.
El Gobierno sueña un sueño imposible: estirar el destino hasta el 2015. Algo difícil mientras, a la vez, se profundiza la etapa “fondo del frasco” y se ilusionan con la llegada de créditos externos. Deberían saber que no es Repsol la única de la cola: agréguense Club de París, CIADI y fondos buitre, y todo eso sin la garantía de que en ese entonces decidan invertir.
Las matemáticas son inflexibles. La pregunta sería: ¿pueden mantenerse los subsidios tal como están hoy?
La respuesta es no. Pregunta 2: ¿Cómo mantener lo que no puede mantenerse? Esa es la respuesta que deberá dar el futuro. La discusión pasa por decidir quién pagará la cuenta. Pero veamos primero el ticket: –Un comunicado de FECOBA (Federación de Entidades del Combustible de la Provincia de Buenos Aires) aseguró esta semana que “la nafta especial tendría que estar, por lo menos, a 20 pesos el litro. Al ministro tendrían que darle un premio porque durante 10 años lo único que hizo fue tomar un país autoabastecido y lo llevó a una dependencia de 13 mil millones de dólares por año”.
Según un estudio de Montamat y Asociados, las distorsiones relativas al combustible son del 72%, lo que significa que si Argentina quisiera ajustar los estándares internos a los precios internacionales debería aumentar un 28%. Las distorsiones relativas al gas son del 24%, o sea que la tarifa real debería multiplicarse por cuatro en el precio promedio, pero por diez en el caso del valor de metro cúbico de gas residencial. Hoy, el valor de una garrafa en, por ejemplo, Pozo del Tigre, el pueblo de Formosa donde tienen “hambre de agua”, supera los 70 pesos y llega hasta los 100 cuando escasea.
El ex secretario de Energía Jorge Lapeña le explicó a Clarín el trasfondo de esta cuenta: “Cuando importamos pagamos 17 dólares el millón de BTU (la unidad con la que se compra y se vende el gas), pero se la cobramos a la demanda (entre residencias, industrias y GNC) un promedio de 3,5 dólares. La diferencia de 13,5 dólares es el subsidio que esta poniendo el Estado para que no se note el costo del gas importado. Hoy tenemos un 80% de subsidio de gas natural licuado. En el caso del gas importado de Bolivia, la importación nos cuesta 10 dólares y el Estado, de ese total, paga 7”.
Las distorsiones de la tarifa eléctrica llegan al 22%, con lo que habría que multiplicarlas por cinco para alcanzar las referencias internacionales. Para un consumo doméstico de unos 300 kwh mensuales promedio la tarifa en Capital es de 3,16 dólares oficiales (menos de veinte pesos). En Chile el valor mensual es de 50,13 dólares; en Uruguay de 70,65 y en México de 43,74 dólares. El abismo en este caso no sólo aparece con el exterior: en el interior la tarifa de luz es entre cuatro y cinco veces mayor que la que pagan los usuarios de Edenor y Edesur: los santafesinos pagan un promedio de 29,88 dólares y los cordobeses 26,58.
“Acá el problema es grave –le dice a Clarín Daniel Montamat– porque es doble. Tenés los precios atrasados y el dólar atrasado, entonces tiene un doble ajuste porque las distorsiones en la tarifa están calculadas al dólar oficial. Entonces, ¿tengo que corregir un 20% el precio del petróleo? Sí, pero con el dólar oficial; si devaluás el ajuste debería ser mayor ”.
Aunque acaba de sufrir un aumento que llevó la tarifa de 2,50 a 3,50 pesos, la empresa Subterráneos de Buenos Aires difundió en junio un comunicado según el cual el boleto del subte debería costar 7,47 pesos si no recibiera ningún subsidio. Ese sería el llamado “precio técnico” del boleto. Otra vez las matemáticas: el precio técnico surge de dividir el costo de explotación anual (1.868 millones) por la cantidad de pasajeros que viajaron durante 2012: 250 millones de personas. En París el boleto cuesta 1,70 euros, en Madrid 1,50 y en Nueva York 2,50 dólares.
“¡Entonces que pongan los salarios como en París y Nueva York!”, se exaltó esta semana en la radio Ismael Bermúdez. Esa discusión ya comenzó: por la inflación creciente las paritarias quedaron retrasadas y los gremios están pidiendo una suma fija de 2.000 pesos para fin de año. Proyectado al 2014, los maestros ya consiguieron en Salta un 28%, y eso marcará el tono de paritarias por demás conflictivas.
Los subsidios del área energética están en los 80.000 millones de pesos por año, unos 12 mil millones de dólares oficiales, lo que significa más de 3 puntos del PBI.
“Sin subsidios, en cuanto a los servicios públicos domiciliarios deberíamos estar pagando un 300% más; y en cuanto al transporte público un 200%”, resume Fernando Blanco Muiño, de la Asociación de Consumidores.
¿Quién le pone, entonces, el cascabel al gato?