Para reasumir hoy el cargo a ella le bastará con una aparición pública o una simple decisión administrativa. En cambio, para reponer la vibración épica que imprimió siempre a su gobierno necesitará hacer gestos más contundentes. Porque desde hace un par de semanas el principal factor de incertidumbre de la escena pública no es si Cristina Kirchner está en condiciones físicas de ejercer el poder. La verdadera incógnita es si conserva la vocación de hacerlo.
El cuadro clínico de la Presidenta es bastante auspicioso. La neurocirugía fue un éxito. Y la arritmia auricular estaría descartada. Los médicos estudian ahora un síndrome de disautonomía, de origen neurológico, que produce, entre otras alteraciones, cambios en el ritmo cardíaco. El tratamiento al que se sometió, además de sesiones de terapia cognitiva, incluye medicación anticonvulsiva (divalproato de sodio, cuya denominación comercial es Valcote).
Los médicos y, sobre todo, su hijo Máximo celebran que la señora de Kirchner nunca estuvo tan bien como ahora. Aun así, deberá cuidarse del estrés. Además, por unos meses no podrá viajar en avión ni en helicóptero, lo que dificultará las escapadas a El Calafate y el traslado cotidiano a la Casa Rosada.
Nada de esto plantea inconvenientes importantes para el ejercicio de la función. En Olivos prestan atención a otros detalles. En los primeros días de reposo, cuando todavía estaba muy atemorizada, Cristina Kirchner dejó entrever cierto desinterés por seguir en la lucha, que es como ella concibe la política. En su entorno sospecharon que pretendía dejar el cargo y regresar a Santa Cruz.
Con el paso de los días ese abatimiento quedó superado. Pero persistió una distancia emocional con los avatares del Gobierno, que se notó en la postergación del retorno otra semana. El enigma, entonces, ya no es la capacidad. Es la decisión.
Para calibrar este problema, hay que recordar que los peronistas veneran una palabra tomada del diccionario militar: "conducción". Conducción política es el título de su manual de cabecera, que Perón comenzó con esta frase: "El pueblo descubre intuitivamente a su conductor, y éste responde a su multitudinario llamado y se hace presente con todos los caracteres de la aparición del ser largamente esperado que llega de pronto y entra en la Historia con su primer gesto".
La exaltación con que habla de sí misma, el egocentrismo con que dirigió el gabinete, el menosprecio por cualquier organización que pudiera limitarla demuestran que Cristina Kirchner ha salido de ese molde. Por esa razón su fragilidad perturba tanto al kirchnerismo, convertido en estos días en un orfanato turbulento.
Para comprender los conflictos desatados durante su ausencia no hace falta pensar en la hipótesis más extrema y menos probable: que la Presidenta pierda interés por su cargo. Alcanza con imaginar que ella delegue parte de su trabajo en un subalterno. El más inquieto con esa posibilidad es Carlos Zannini.
Al secretario legal y técnico siempre lo fastidió la predilección de su jefa por Amado Boudou. Pero ahora el vicepresidente se ha vuelto más amenazante. No sólo porque es el primero en la línea sucesoria, sino también porque la señora de Kirchner ha confiado en él durante la acefalía. En este contexto, es curioso que Boudou haya recibido las peores noticias judiciales en las semanas en que ejerció la presidencia.
BOUDOU EN LA MIRA
La Cámara Federal Penal revocó la absolución por el uso de helicópteros oficiales durante una campaña electoral. Y la de Casación le negó el sobreseimiento en la causa Ciccone, en la que se lo investiga por enriquecimiento ilícito y tráfico de influencias. En los tribunales aseguran que estas decisiones fueron alentadas por gestores judiciales de la Casa Rosada que responden a Zannini. Sin embargo, el juez Ariel Lijo, que investiga las relaciones de Boudou con su presunto testaferro, Alejandro Vandenbroele, estaría resistiéndose a llamar a indagatoria al vicepresidente a la espera de que el pulgar lo baje la propia Cristina Kirchner.
Las prevenciones del magistrado son muy lógicas. Julio De Vido, eterno rival de Zannini, escuchó hace dos sábados que la Presidenta elogiaba el comportamiento de su vice durante el interinato. Esa impresión debe de haber llegado a oídos de Lijo a través de su hermano Alfredo, activo gerente de De Vido en la Justicia.
Como la alianza con De Vido es insuficiente, Boudou busca otro soporte: el establishment. Con el ministro de Economía, Hernán Lorenzino, y el representante ante el Fondo Monetario Internacional, Sergio Chodos, pretende convertirse en el garante de un supuesto giro del Gobierno hacia el mercado. El único indicio de esta reorientación es el pago de los arbitrajes del Ciadi a cinco empresas, entre las que está el fondo Gramercy, que conduce Gustavo Ferraro, un viejo conocido de Boudou y Lorenzino. La normalización del Indec y un acuerdo con el Fondo demandarían una remodelación del gabinete que incluya la expulsión de Guillermo Moreno. Otro objetivo de De Vido, que su amigo Jorge Brito verbalizó durante el fin de semana.
Zannini dinamitó de un plumazo las ensoñaciones market friendly de Boudou y Lorenzino. El jueves pasado autorizó un dictamen de reforma al Código Civil y Comercial que, en sus artículos 765 y 766, pesifica todas las deudas en moneda extranjera. Esta eventualidad se vuelve más alarmante ante la perspectiva de un desdoblamiento cambiario. ¿Quién decidiría con qué paridad se liquidan los compromisos en moneda extranjera? La muralla entre la Argentina y el mercado financiero se ha elevado todavía más.
EL INTERLOCUTOR
Para conocer los movimientos de Zannini, Boudou podría hablar con los kirchneristas que están por incorporarse al Senado. El secretario legal y técnico les advirtió que "el interlocutor del Poder Ejecutivo es Miguel Pichetto". Sin embargo, el afecto por Pichetto tampoco es absoluto. Las vacilaciones de la Presidenta abrieron una disputa por el control de la presidencia provisional de la Cámara alta, peldaño siguiente al de Boudou en la escala del Estado. La votación será en febrero.
Hoy, el cargo es ejercido por Beatriz Rojkés de Alperovich. El abnegado Pichetto aspira a sucederla. Pero los kirchneristas no le tienen confianza porque ven detrás de él a Daniel Scioli. No se equivocan: a Pichetto le gustaría secundar a Scioli en una fórmula presidencial. Zannini quiere ubicar debajo del inestable Boudou a Marcelo Fuentes, un talibán de la Presidenta. Estas alternativas se discutieron la semana pasada durante dos horas interminables de reunión entre Zannini, Juan Manuel Abal Medina, Fuentes y Pichetto.
Si los últimos comicios, al descartar la reelección, abrieron el trámite sucesorio, el desasosiego por la salud y el ánimo de la Presidenta lo aceleró. El oficialismo espera que, al retomar el mando, Cristina Kirchner ordene un proceso que se insinúa caótico.
La fragmentación se extiende por toda la superficie oficialista. Hasta la celebración del Día del Militante ayer se dividió en tres. La divergencia incluye al kirchnerismo empresarial. Por ejemplo, en una de las reuniones que mantuvo con Marcelo Tinelli para comprar Ideas del Sur, Cristóbal López preguntó, entre bromas y veras: "Imagino que me ayudarás a alentar a Scioli, que es mi candidato a presidente, ¿verdad?". Tinelli contestó, con el mismo tono: "Siempre que vos me acompañes con Rodríguez Larreta en la ciudad".
La manifestación más temprana de esta diáspora se produjo en el PJ bonaerense. Allí tomó el mando un grupo de intendentes derrotados detrás de Martín Insaurralde: Fernando Espinoza, Raúl Otacehé, Hugo Curto y Alberto Descalzo. Esa logia desnudó una crisis de autoridad que afecta tanto a la Presidenta como a Scioli. La rebelión podría tener consecuencias gravísimas. Por ejemplo, la sanción de una ley de municipalización de las policías, que agravaría la indefensión de la provincia frente al crimen organizado. Un capítulo crucial del debate sobre el narcotráfico.
También Insaurralde se sumó a la intifada peronista. Apareció en Tigre, junto a su Jesica, en un encuentro con Sergio Massa, tan casual como mal actuado. Insaurralde, que seguirá controlando Lomas de Zamora a través de Guillermo Viñuales, presiona a Scioli para arrebatarle el Ministerio de Obras Públicas.
Los recelos sobre la situación de la Presidenta condicionaron también a Massa. El flamante diputado se declara ofendido cuando lo consultan por sus planes para 2015. ¿Querrá que le pregunten por 2014? Massa inició una gira presidencial por las provincias, que prolongará en España. Además, reforzó su alianza con los sectores más duros del sindicalismo. Sólo encontró una piedra en el camino: Francisco se negó otra vez a recibirlo. Igual que a Hugo Moyano. La reticencia no se debe a malentendidos del pasado. El Papa tiene un único objetivo: poner a la Iglesia al servicio de una iniciativa de diálogo que ayude a Cristina Kirchner a llegar sin sobresaltos al final de su período.