El problema es que, aquí y ahora, son parte de una trágica verdad. La enorme expectativa que hay por el retorno efectivo de Cristina Fernández a la presidencia de la Nación incluye un suspense político digno de The West Wind.
Solo la singularidad de los problemas económicos nos hacen tomar conciencia de que los hechos suceden en la Argentina, donde el gobierno insiste en que se puede comer con 6 pesos diarios pero los miembros de la clase media acomodada compran autos importados y de alta gama y paquetes turísticos a cualquier parte del mundo en pesos devaluados, y en cómodas cuotas. Sobre de qué manera regresará la Presidenta se ha dicho y se ha escrito casi todo.
Desde versiones desopilantes sobre el funcionamiento de su lóbulo frontal hasta la especulación, sin ningún dato científico, de que Ella se transformará en otra persona, más buena, más ecuménica, más comprensiva, menos confrontativa y por lo tanto mejor. Solo se sabe, con certeza, que su hematoma se ha reabsorbido, que tiene una arritmia de base a la que hay que controlar muy de cerca, que no puede viajar en avión y quizá tampoco en helicóptero por lo menos hasta fin de año y que el impacto emocional que ha recibido a partir de su nuevo cuadro de salud ha sido enorme.
También se sabe que el doctor Facundo Manes la ha convencido de iniciar un tratamiento de manejo del estrés en el que participan, de manera activa, sus hijos Máximo y Florencia. Una fuente que está al tanto del tratamiento me dijo y me repitió que sus hijos le dijeron que no querían que terminara como su padre. Pero suponer que a partir de ese pedido Cristina Fernández aceptaría trabajar de Jefa de Estado partime es conocerla poco. O nada.
Sí se pueden esperar cambios en el gabinete relacionados con la nueva situación. Un gobernador que se jacta de conocerla mucho me dijo que Ella comprende que necesita un jefe de gabinete más respetado por el resto de los ministros, con capacidad verdadera de coordinación y con más peso político. Alguien parecido al Alberto Fernández de los primeros años de la gestión de Néstor Kirchner. Uno capaz de tomar decisiones propias y en el que pueda delegar algunas determinaciones. El mismo gobernador me explicó que la Presidenta es consciente, quizá ahora más que nunca, de que si no cambia ya algunas decisiones económicas se podría ingresar en una situación de crisis que le explotaría antes del término de su mandato.
¿Dejará Cristina Fernández de dar esos largos discursos por cadena nacional? ¿Se verán a partir de hoy imágenes de la Jefa de Estado en ejercicio de sus funciones? Su ausencia y empatía por su convalecencia determinó que su imagen positiva creciera hasta superar el 40%.
Es probable, incluso, que ella haya decidido prolongar su no aparición para seguir gozando del efecto expectativa y continuar manteniendo stand by a una oposición que no genera agenda propia. Además será clave, para determinar dónde se para cada actor de esta película de la vida real, saber qué lectura pública hace Cristina Fernández de la enorme pérdida de votos del Frente para la Victoria. Y qué piensa, después de todo, sobre las consecuencias del fallo de la Corte a favor de la Ley de Medios, el plan de adecuación del Grupo Clarín y la compra del 22% de Telecom por parte de David Martínez, el dueño de Fintech, el mismo fondo de inversión que posee el 40% de Cablevisión, la parte minoritaria del mejor negocio del multimedios más importante del país.
¿Existe, como sostienen otros dueños de multimedios, un pacto secreto, una tregua, o un arreglo entre la Presidenta y Héctor Magnetto, número uno del Grupo Clarín? ¿Es suficiente, para Cristina, que el conglomerado haya aceptado presentar de manera voluntaria su plan de adecuación? ¿Fue el gobierno el que le hizo un guiño a Martínez para comprar Telecom a precio de oferta y así hacerse más fuerte en Cablevisión para desplazar, de manera definitiva, al Grupo Clarín? ¿O es, David Martínez, un socio que, al final de cuentas, terminará de jugar a favor de Clarín y en contra de este gobierno? ¿Son ciertas las versiones que afirman que, en poco tiempo más, Martínez dará vuelta el mostrador y pasará de comprador a vendedor de las acciones de Telecom a Cristóbal López? La respuesta a casi todas las preguntas es la incertidumbre. Y la incertidumbre también es lo único que hay alrededor de la insistente versión de la aplicación de un dólar turista.
Dentro y fuera del Gobierno hay quienes piensan que para salir de la trampa del cepo cambiario es una locura plantear medidas aisladas como el desdoblamiento del tipo de cambio. Hablan de un nuevo plan integral, encabezado por un nuevo jefe de un equipo económico creíble y capaz de de generar confianza en los mercados. Dicen que con eso, y la renuncia de Guillermo Moreno, el clima de la economía ya empezaría a cambiar. Pero nadie se anima a confirmarlo.