Como es habitual, la AFIP procura mayores ingresos fiscales aduciendo incumplimientos de normas impositivas por parte de los exportadores de granos, uno de sus temas favoritos en materia de evasión.
En este caso, se refiere al sistema de pesaje de la carga de los barcos, que reconoce dos sistemas: uno de medición de calado y sondaje de tanques, y otro de pesaje electrónico, más preciso. A partir de julio pasado, la AFIP reconoce sólo el primero de esos sistemas. Con anterioridad, los exportadores tenían la opción de utilizarlos indistintamente. Desde que en aquel mes la decisión pasó a la Aduana, que ordenó utilizar únicamente el sistema de calado por sondajes de tanques, se produjo un aumento de los tiempos de las operaciones y de sus costos, así como de la rentabilidad del sistema de calado, auditado tanto por la Aduana como por el INTI.
El sistema adoptado mide la carga en función de la diferencia entre el barco vacío y el cargado, que se opera teniendo en cuenta el grado de inmersión del buque, al arrojar al agua seis sondas, una a proa, otra a popa, dos a babor y otras dos a estribor. Los puertos usan las balanzas y, las navieras, el draft como forma de control de la carga en destino. La queja de los exportadores por los cambios en el sistema de nada valió ante una respuesta tan contundente como controvertida por parte de la Aduana: los exportadores no son confiables.
Por su parte, la AFIP recordó la pretendida deuda con el fisco, motivada por la ley Martínez Raymonda en el pago sobre retroactividad de las retenciones. El sistema utilizado por el ente recaudador no está contemplado en el Sistema Métrico Decimal, mientras que las balanzas electrónicas sí lo están.
Además, comercialmente, se presentan casos insólitos basados en dos sistemas de medición que arrojan diferencias en los montos pactados. Mientras tanto la AFIP estima deudas millonarias que algunos ubican en 500 millones de dólares ?y otros en aún mucho más?, cuyo cobro daría lugar a numerosas quiebras.
A todo esto hay que prestar atención al ?desenvolvimiento del cultivo de trigo, que presenta crecientes dificultades en el noroeste y el nordeste argentinos, regiones afectadas por una intensa sequía que repite la de un año atrás. La cosecha que terminó en estos días sumaría 12 millones de toneladas, según la estimación de los Estados Unidos y, en torno a los 10 millones, según las de nuestro país. Se trata de cantidades francamente no registradas hace un siglo, que dejarían poco y nada para la exportación.