Abrumada por las encuestas, Cristina Kirchner ordenó un sutil giro a su gobierno. Regresar al viejo sistema de la amabilidad preelectoral. Es lo mismo que ya hizo en 2007 y 2011, poco antes de ser elegida presidenta. La confrontación regresó luego en peores condiciones.
Esta vez les envió un mensaje implícito a los votantes enojados: ella leyó los resultados de las elecciones, dijo sin decir. Mandó gendarmes a las zonas calientes del delito en el conurbano. Hizo modificaciones al impuesto a las ganancias para moderar los efectos catastróficos de la inflación. A pesar de todo, el método pendenciero de su gobierno subyace bajo esa superficie de supuestas cordialidades.
Las encuestas son su perdición. Casi la unanimidad de las mediciones sostiene que Sergio Massa aventaja ahora a Martín Insaurralde por una diferencia de entre 8 y 12 puntos en la provincia de Buenos Aires, según las distintas empresas. La imagen positiva de Massa aumentó entre 15 y 20 puntos. Una sociedad más optimista después de las elecciones le dio a Cristina hasta unos puntos más en su imagen positiva, muy por debajo, claro está, del alcalde de Tigre. Massa está en su hora buena con la sociedad, en un estado de gracia. Ésta no ve nada malo en él, resume un encuestador.
El peronismo se inclina ante el vencedor. El perdedor es historia para nosotros, desliza un peronista que todavía es funcionario. Cristina lo sabe y trata de huirle al mausoleo de la historia.
No hay respuesta si se pregunta cuánto efecto electoral tendrán las decisiones de rectificación que tomó. Las modificaciones al Impuesto a las Ganancias son oportunismo puro. ¿Lo percibe así la sociedad? La decisión llegó después de que hasta los sindicatos hicieran paros reclamando un cambio que la Presidenta rechazaba. El inhumano nivel de ese impuesto al trabajo unió en su momento a los gremios y a la oposición. Nada. Cristina no cambió nada hasta que un vendaval electoral la dejó con un magro 26 por ciento de los votos nacionales. Si el cambio que decidió al final fue una autocrítica implícita a su anterior renuencia, ¿por qué no lo hizo retroactivo? ¿Por qué no devolvió parte de lo que recaudó en los últimos meses, por lo menos? La ficción no admite semejante presupuesto.
Una presidenta serena y afable por primera vez en mucho tiempo les habló a los bonistas que litigan ante la justicia norteamericana. El juicio se frenó porque empezó una negociación secreta con esos fondos denostados hasta ahora por el cristinismo. La Presidenta había maltratado hasta al juez de la causa, Thomas Griesa. Cualquier abogado principiante sabe que en un juicio se pueden hacer muchas cosas, menos ofender al juez. El giro de ahora está espoleado por un riesgo grande: Cristina Kirchner podría dejar el gobierno de la misma manera que lo tomó su marido en 2003. Con el país en default.
Doce años de administración para terminar como empezó. Sería la peor manera de decir adiós.
En los últimos días, funcionarios y candidatos han aceptado, incluso, participar de programas políticos que se emiten por canales de la "corpo", que es como el cristinismo descalifica a los medios independientes. La disciplina es sorprendente. Esos mismos funcionarios y candidatos se habían negado antes, aun en plena campaña electoral, a participar de esos programas. La ficción necesita de una apariencia.
Con todo, la amabilidad se agota en la puerta de los tribunales. Toda la oficina de Alejandra Gils Carbó, la jefa de los fiscales, trabaja con un solo mandato: mover la causa de Papel Prensa. Es el viejo expediente por la compra de esa empresa a la familia Graiver, que motivó en su momento un largo discurso de Cristina cargado de agraviantes deducciones. Ni una prueba cierta. La obsesión actual del Gobierno consiste en conseguir una citación a declaración indagatoria del CEO de Clarín, Héctor Magnetto, y del director de LA NACION, Bartolomé Mitre. Tiene que ser antes de octubre , repite el cristinismo. El propósito del oficialismo consiste en ponerlos en las puertas del procesamiento. Los dos diarios tienen ahora la propiedad mayoritaria de Papel Prensa, la única fábrica argentina de papel para diarios.
Es difícil imaginar, si no imposible, en qué cambiarían los problemas electorales del Gobierno si esas citaciones se hicieran. No cambiaría nada, seguramente. Pero la insistencia en la persecución indica que el Gobierno cree que la derrota de agosto se debió más a la tarea del periodismo que a sus propios errores. Es un pésimo diagnóstico, que anticipa peores remedios. Todos los funcionarios judiciales que accedieron al expediente de Papel Prensa coinciden en que no hay ninguna pista que conduzca a un delito. Mucho menos de lesa humanidad, como se pretende imponer. La compra de Papel Prensa a los Graiver se hizo ocho meses antes de que esa familia fuera cruelmente perseguida por la última dictadura. Los herederos directos de David Graiver, dueño original de la empresa, desmintieron siempre las denuncias del kirchnerismo.
Sin embargo, Gils Carbó moviliza a su personal. El fiscal Jorge Aguad, con sede en el Chaco, pero a cargo ahora de las causas por delito de lesa humanidad, presiona a sus colegas por orden de su jefa. El fiscal de la causa, Eduardo Taiano, se negó a firmar un pedido de citación a declaración indagatoria de Magnetto y de Mitre. El juez de la causa, Julián Ercolini, le prohibió a Aguad, en junio pasado, que asistiera a una declaración de Lidia Papaleo, testigo de la versión del Gobierno sobre aquella compra.
Ercolini le recordó a Aguad que la causa tenía un fiscal, Taiano, y que él es fiscal en el Chaco con un cargo en Buenos Aires. Gils Carbó no confía en los fiscales federales, porque la mayoría de ellos rechaza sus presiones. La patota de los fiscales federales , la llama. Los fiscales están más expuestos a la arbitrariedad del poder político que los jueces. Pueden ser sancionados con la sola firma de Gils Carbó.
La desesperación y la premura se notan en los detalles. Hace pocos días, Papaleo, que nunca fue heredera de David Graiver, presentó un escrito ante el juez. Son dos carillas que no dicen nada. Sólo repiten viejas afirmaciones. Una "mirada" de Magnetto. Una frase que sólo ella escuchó. En ese escrito no se menciona a Mitre. La obsesión es, sobre todo, con Magnetto.
Haré lo que pueda , le contestó un fiscal a Gils Carbó. Hacé lo que puedas y también lo que no puedas , recibió como respuesta. Al final, terminaron pidiéndole a Taiano que se tomara unos días de licencia para que su reemplazante firme el pedido de indagatoria, que en cualquier caso deberá resolver el juez. Empezaron buscando dos procesamientos y están terminando con un objetivo mucho más módico: llevarle un título de algún diario a la Presidenta. Un título que alegre su vida y pueda saciar su decisión de vengarse.
Gils Carbó es la misma fiscal que llevó un discurso político y vibrante a las audiencias públicas de la Corte Suprema de Justicia por la ley de medios. No se olvidó de ninguna ofensa ni de ningún agravio. Martín Sabbatella, el titular del Afsca, repitió el parlamento de Gils Carbó. Ambos le hablaban a Cristina, no a la Corte. Los dos aspiraban a la simpatía presidencial, no a ganar un juicio en el máximo tribunal de Justicia.
Importaban en esas audiencias los argumentos sostenidos con solvencia jurídica. La política era inservible. Al fin y al cabo, lo que la Corte debe decidir es si la ley de medios audiovisuales es sólo una mala ley o si es también inconstitucional. Si fuera sólo una mala ley, el conflicto es del Congreso, que debería modificarla en su momento. En cambio, si fuera inconstitucional será la Corte Suprema la que tendrá que suprimir los artículos que agreden a la Constitución.
El kirchnerismo tiene un problema permanente con el Estado de Derecho. Valen como ejemplo las palabras grabadas del presidente de Aerolíneas Argentinas, Mariano Recalde, uno de los principales dirigentes de La Cámpora. Más que la sinceridad con que mostró la maniobra contra LAN, importan sus conceptos sobre las instituciones del país. Zánganos , les dijo, a prudente distancia, a los legisladores que deben controlar su gestión. Quiere que lo controlen sus "compañeros" kirchneristas, no el Congreso. Es el presidente de una empresa que recibe multimillonarios subsidios del Estado. Y su padre es legislador. También el padre resultó agraviado por el hijo. Es habitual en el cristinismo cierto analfabetismo institucional y democrático.
Mariano Recalde es ahora la cara oculta de un Gobierno aparentemente amable. Gils Carbó es el inconsciente explícito del cristinismo cordial. Un periodista de LA NACION, Adrián Ventura, fue tratado violentamente en la calle por fanáticos militantes cristinistas. Nadie pidió disculpas ni repudió la agresión. Guillermo Moreno decretó la clausura de Adecua, otra organización defensora de los consumidores y usuarios. El pecado de esa ONG es revelar públicamente las falsedades de Moreno y del Indec sobre la inflación. La ficción amable es pasajera y contradictoria, como toda ficción..