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El discurso de Mariano Recalde difundido en un video esta semana, donde revelaba que le había pedido a la Presidenta que le quitara rutas a LAN para así favorecer su pobre pero muy costosa gestión en Aerolíneas Argentinas, podría tomarse como una anécdota de muchachos asomados al poder con mucha más ambición que preparación. Casi como una juvenilia irresponsable y divertida. Pero es más que eso, y mucho peor.

Ese modo de actuar, prepotente y filibustero, incluyó una alusión insultante hacia los legisladores que pretenden controlar la gestión de los funcionarios.

Todo un signo de época.

Hay otro tramo en la filmación, inmediatamente anterior a la confesión, en el que Recalde avisa que (llegado el caso) va a desmentir todo lo que está a punto de decir. Este ejercicio de cinismo, tan habitual pero tan pocas veces hecho a telón abierto, muestra un grado avanzado de hipocresía política y endeblez moral en quienes se supone portarán la llama que mantendrá vivo el proyecto que avizora para 2015 el final de su ciclo en el Gobierno.

Ese discurso del joven Recalde, con ruido de fondo de copas y risas amigables, ocurrió en 2010. Estaba subido a Internet desde 2011. Pero alguien lo reflotó ahora, cuando la revelación podía producir el daño que produjo. Es una clara señal de descomposición interna.

Sucede justo ahora, cuando estalló el conflicto con LAN a la que no le sacan rutas pero casi: la quieren echar del Aeroparque y la empresa dice que así no va a poder mantener vuelos de cabotaje en el país.

Esa porción de la torta quiere comerse Aerolíneas.

Si detrás de las palabras de Recalde se avizora un naufragio evidente del relato, no hay que ir muy lejos para buscar antecedentes. Basta volver a la tardenoche del miércoles 14 de agosto, tres días después de las elecciones primarias.

Desde Tecnópolis, en su memorable –por lo poco feliz– discurso de negación de la derrota, Cristina reclamó dialogar con los “titulares”, con los “dueños de la pelota”, porque ella –dijo– no es “suplente de nadie” sino la Presidenta de los 40 millones de argentinos. Los “suplentes”, explicó, eran los candidatos que fueron en las listas.

Lástima: en un solo gesto iracundo se derrumbaba como castillo de naipes tanto relato sobre que ahora la política gobierna y no más las corporaciones.

Derrotada y exasperada, Cristina, sencillamente, dijo que la política, en este caso nada menos que los candidatos sometidos al voto popular, son meros mandaderos, títeres de otros, y que lo que ella quería era hablar con los jefes de las corporaciones, a los que convocó en ese acto: empresarios, banqueros, jefes sindicales. Ella vendría a ser la jefa de la corporación más grande de todas, que es el Estado.

Al lado de semejante demostración todo lo demás parece paparruchada. Pero la devaluación del relato encontró estos días otros ejemplos ligeramente patéticos.

Como el del entusiasta Martín Sabbatella que cerró su arenga en la Corte Suprema, durante la audiencia pública por la ley de medios, diciendo “nunca más concentración de medios”. Intentó sonar como una lejana reverberación del “señores jueces, nunca más” con que el fiscal Julio Strassera cerró su célebre alegato en el Juicio a las Juntas. Pero lo de Sabbatella se pareció más al “secuestraban goles como antes secuestraban personas”, frase con la que Cristina sustentó la creación de Fútbol para Todos en 2009, mostrando hasta qué punto podía ser meramente instrumental la proclamada convicción alrededor de los derechos humanos.

Sabbatella, como Recalde, es otro de los que está sufriendo las primeras consecuencias de la descomposición interna.

Derrotado en Morón en las primarias, debió soportar la carga del matrimonio que componen el diputado Carlos Kunkel y la senadora provincial Cristina Fioramonti, que acusaron al partido de Sabbatella, Nuevo Encuentro, de ser “carroñero de votos”, porque con su lista le quitaron volumen al Frente para la Victoria en la pelea por los concejales de Florencio Varela, su pago chico.

Algo parecido le soltó el áspero intendente de Quilmes, “Barba” Gutiérrez, que acusó a los de Sabbatella de “cuestionar nuestra gestión en lugar de hacer campaña contra la oposición”.

Ahora que se viene la noche habrá que andar con cuidado en el oficialismo. Parece que se abrió la temporada de caza de traidores.