"Esta mesa va a ser cada vez más chica, porque estoy cada vez más rodeada de traidores." Cristina Kirchner hizo ese vaticinio ante uno de sus más antiguos amigos, funcionario de su administración, a mediados de la semana pasada. La confesión expresa muy bien cómo se ve la actualidad desde Olivos.
El cosmos de la Presidenta está organizado alrededor de un axioma: hay un enemigo. Desde las sombras, que son su hábitat, ese enemigo está investido de una racionalidad sorprendente. Orquesta fenómenos que sólo en apariencia son de distinta naturaleza. Promueve la corrida cambiaria, instiga un fallo a favor de los holdouts , manipula a los jueces y fiscales, organiza a los chacareros, solivianta a los sindicalistas, fija precios en las góndolas, inspira una sanción del Fondo y redacta la pregunta irritante de un alumno en Harvard. Esa ilimitada destreza le permite, por lo tanto, infiltrar al Gobierno.
Para responder a la amenaza sólo cabe una estrategia: cerrar más y más el círculo de los interlocutores, eliminar la disidencia y vigilar a cada colaborador. La consecuencia inevitable de este programa es la radicalización de la acción política. La idoneidad se vuelve accesoria y la administración es sustituida por la gesta. Cualquier conflicto se transforma en una guerra a muerte.
Esta concepción de la vida pública explica, en parte, la prodigiosa capacidad del kirchnerismo para derrochar poder en conflagraciones apocalípticas. Le sucedió con el campo, más tarde con los medios y, ahora, con la Justicia. Tres contradicciones que, desde la perspectiva de su génesis, integran la misma saga.
La señora de Kirchner está perdiendo los primeros combates frente al Poder Judicial. La ley que confía la elección de los magistrados a una mayoría oficialista provocó una lluvia de demandas.
En la provincia de Buenos Aires se presentaron 19 colegios de abogados con un escrito similar. El juez Alfredo López, de Mar del Plata, y su colega Martín Martínez, de San Nicolás, dictaminaron la inconstitucionalidad del nuevo régimen de cautelares y del Consejo de la Magistratura. Martínez dio un paso llamativo: al aceptar la presentación personal del presidente de la Federación Argentina de Colegios de Abogados, Ricardo De Felipe, abrió la compuerta a una marea de reclamos. En los tribunales no registran un caudal similar desde el "corralito" del año 2001.
La Casa Rosada intenta influir sobre el fuero electoral. Hay magistrados que sospechan que el fiscal Jorge Di Lello se excusó, alegando su afiliación a la Asociación de Magistrados, después de reunirse con Eduardo "Wado" de Pedro, líder de La Cámpora y padrino del secretario de Justicia, Julián Álvarez. También causó intriga que Di Lello contestara con un texto similar cinco reclamos diferentes, uno de los cuales ni siquiera impugnaba las leyes. Álvarez, igual que Carlos Zannini, comentaba desde mucho tiempo atrás que los adherentes a aquella asociación no podrían intervenir en estos casos. Igual se encontrarán con un problema: algunos jueces han renunciado al club. Entre ellos está María Servini de Cubría, cuyo juzgado es crucial por atender a los partidos políticos. Servini viajó al exterior por unos días, pero algunos allegados aventuran que tal vez declare la inconstitucionalidad parcial de la reforma del Consejo.
Zannini, quien debe explicar a diario el fracaso de su pupila Alejandra Gils Carbó para disciplinar a los fiscales, hace gestiones en la Cámara Nacional Electoral. Aspira a que se declare incompetente, de modo que la disputa se centralice en los juzgados en lo contencioso administrativo. Para algunos entendidos esa jurisdicción, otrora tan dócil al kirchnerismo, se ha rebelado: "Los jueces saben que cuando les instalen como filtro una cámara de casación alineada con Olivos perderán todo su poder". Los camaristas de ese fuero emitieron una señal de malestar cuando rechazaron las sanciones de Guillermo Moreno contra los economistas que discuten la inflación.
Varios secretarios de la Corte Suprema redactan el voto negativo de un grupo de ministros que, presumen, formará la mayoría. La Presidenta espera que Raúl Zaffaroni regrese en estos días desde Italia. Mientras tanto, Carlos Kunkel esgrime un argumento derrotista y fascistoide: "A los que fallen en contra de la voluntad popular no les va a ir bien". La advertencia empeora las chances del oficialismo. Kunkel aportó un invalorable adelanto de la situación en que se encontrarán jueces y fiscales si "la voluntad popular" -es decir, la Casa Rosada- llega a controlar la mayoría del Consejo.
Es posible que, de tanto internarse en la batalla por la "democratización de la Justicia", la señora de Kirchner haya olvidado que ingresó en ella para revertir las derrotas de otra refriega, por la "democratización de la palabra". Un balance provisional indica que la ley de medios concedió a Héctor Magnetto algunos triunfos impensados. No sólo porque los tribunales le han dado hasta ahora la razón. Martín Sabbatella logró que el Grupo Clarín compita con empresas sometidas a jibarizaciones reales o ficticias, como Telecentro (Alberto Pierri) o DirecTV. Es lo que podría suceder con Telefé, del grupo Telefónica, que sólo se normalizaría si se forzara la interpretación de los artículos 25d -prohíbe dar licencias a prestadoras de servicios públicos- y 31b -establece que controlante y controlada son la misma persona-, de la ley. Es lo que estudia hacer la Afsca.
Magnetto también debe estar festejando que sus principales rivales, Daniel Vila y José Luis Manzano, incorporaron el programa de Jorge Lanata a su canal de TV en Mendoza. Un refinado analista porteño destacó que esa novedad fue la más relevante de la semana que pasó. Los astutos Vila y Manzano están tomando opciones de corto plazo, sobre todo ligadas a la carrera de Sergio Massa. El intendente les prometió ayer, durante una larga reunión vespertina, que se lanzará como candidato la semana próxima. Sabbatella todavía no autorizó a Vila y Manzano su propuesta para ajustarse a la ley. Además, el concurso de acreedores de Supercanal los obliga a desembolsar 35 millones de dólares. Tal vez Vila y Manzano sumen a Lanata para incrementar el nivel de audiencia y vender parte de su conglomerado. Suena increíble pero, cuando pensó en desembarcar en Clarín, la Presidenta analizó hacerlo con Leopoldo Moreau, un servidor del dúo mendocino con una vieja experiencia en intervenciones de diarios. ¿Juan Manuel Abal Medina dará a su jefa alguna explicación? Es el garante de los pactos con Manzano.
Vila, un hombre del fútbol, debería tomar recaudos. La persecución penal a la que está siendo sometido el presidente de Boca, Daniel Angelici, se debería a que no quiso cambiar los horarios de los partidos. En tribunales aseguran que Zannini, fanático del club, mueve los hilos.
El mayor éxito de Clarín es, sin embargo, económico. La continuidad de Marcelo Longobardi y Lanata en Radio Mitre duplica el rating de su principal competidor, el kirchnerista Cristóbal López, y llevó el precio del segundo a un récord. Magnetto sólo tiene una cosa para decir: gracias.
En el terreno energético la señora de Kirchner sufrió otro fracaso. La sentaron con Isidro Fainé, accionista clave de Repsol, con la promesa de sellar un acuerdo por YPF que incluiría la cabeza de Antonio Brufau. Pero el viernes último Brufau fue ratificado. Ahora a la Presidenta le aseguran que renunciará por su propia voluntad. Ella no sabe qué creer.
Demasiados infortunios para iniciar otra cruzada. Sin embargo, Cristina Kirchner encargó a intendentes y militantes doblegar a supermercadistas y almaceneros. Moreno, dichoso. Ahora la inflación será culpa de La Cámpora.
La amnesia kirchnerista es sorprendente. Néstor Kirchner ya había apelado a los caudillejos del PJ para la misma tarea, y fracasó. El asepiado plan Mirar y Cuidar -Ricardo Forster no hubiera tolerado "vigilar y castigar"- parece una efemérides. Hace 60 años, el 15 de abril, Juan Perón llenó las comisarías de almaceneros "vendepatrias" acusados de sacar ventaja "a expensas del pueblo".
Aquel día Perón salió al balcón y recomendó "dar leña" y llevar "alambre de fardo en el bolsillo". Ante una Plaza de Mayo repleta, adelantó que "es indispensable que establezcamos un control de los precios, no sólo por el gobierno y los inspectores, sino por cada uno de los que compran". Explicó: "Se trata de una guerra psicológica organizada y dirigida desde el exterior, con agentes en lo interno. Hay que buscar a esos agentes, que se pueden encontrar si uno está atento, y donde se los encuentre, colgarlos en un árbol".
Esa noche "la militancia" quemó la sede del socialismo, la Casa Radical y el Jockey Club. La prensa estaba ahogada. Perón administraba el papel para diarios y casi todos los medios eran del Estado. Como las de la Presidenta, la de Perón era una conflagración a todo o nada. Aunque ella es mucho más pluralista. No habla de alambre ni de leña. Sólo pide vigilancia. Hay que entenderla: los tiempos han cambiado, pero el enemigo, no.