El objetivo principal de populismo no es tener un proyecto de crecimiento de largo plazo, solo se limita a buscar todos los mecanismos que le permitan retener el poder. Conseguir votos hoy es su táctica, aunque ello implique destruir la economía en el largo plazo.
Es más, al populismo como el kirchnerismo, no les interesa que la gente progrese y alcance su independencia económica, es decir, que no dependa del puntero de turno. Una de las formas de captar votos es mediante el conocido clientelismo político, por eso el populismo ataca al liberalismo, dado que el liberalismo sostiene que la gente tenga la posibilidad de crecer económicamente y buscar su propia felicidad sin que el Estado se meta en su vida.
Bajo un sistema liberal, los logros y progresos de la gente son el fruto de su esfuerzo. Esto es contrario al populismo, porque si la gente puede sostenerse por sí misma sin las dádivas del Estado, el proyecto de retener el poder se desvanece en el populismo, dado que, recordemos una vez más, al populista no le interesa mejorar el nivel de vida la gente, solo le interesa usarla para el beneficio de los gobernantes de turno.
Esta introducción viene a cuento porque la desgracia de las inundaciones podría haberse evitado o al menos disminuido notablemente, si se trabajara con políticas de largo plazo de crecimiento y no con tácticas de corto para captar votos y sumisión de la gente.
Mis cuentas dan que los ingresos tributarios sumando nación y provincias, fueron de $ 83.088 millones en 2003 y de $ 784.322 millones en 2012. Es decir, durante el kirchnerismo populista la gente que trabaja en blanco le transfirió a la nación y a las provincias casi 10 veces más recursos de los ingresos que genera el sector privado. Si bien en ese período hubo inflación, no hubo tanta como para explicar el incremento mencionado por el cual el Estado se apropió de tantos ingresos generados por el trabajo de la gente.
A pesar que en 2012 las provincias y la nación se llevaron casi 10 veces más de recursos generados por el sector privado, la mayoría de los gobernadores están en llamas y la misma nación está en serios aprietos fiscales.
Si uno repasa los mecanismos de financiamiento del gasto puede advertir que tanto la desgracia de Once como la de las inundaciones de la semana pasada, podrían haberse evitado si no hubiese habido un proyecto populista. O, dicho de otra manera, el populismo ha dejado de ser solo un sistema económico eficiente para transformarse en un sistema asesino, donde la vida de la gente no vale nada para los gobernantes de turno.
El Estado puede financiarse de la siguiente forma: 1) con impuestos, 2) con crédito interno y externo, 3) con emisión monetaria y 4) consumiendo el stock de capital y ahorros generados.
Respecto al financiamiento con impuestos, algo ya he dicho. Se multiplicaron por 10 los ingresos fiscales, en parte por la inflación y en parte por aumento de la carga tributaria (no ajuste de los balances por inflación, no ajuste del mínimo no imponible, incremento de los derechos de exportación, del monotributo, de lo que aportan los autónomos, etc.). En este punto han exprimido a la población sin ninguna piedad.
En lo que hace al endeudamiento, sabemos que el gobierno no tiene acceso al mercado financiero del exterior, por eso se endeuda en el mercado interno utilizando al BCRA o generando un serio problema para los futuros jubilados.
Sí ha recurrido intensamente a la emisión monetaria como mecanismo de financiamiento del déficit fiscal con tasas de expansión monetaria que llegan al 40% anual.
Pero, además, consumió el stock de capital que había. Los recursos que deberían haberse dedicado a mantener la infraestructura existente fueron derivados a planes “sociales” para conseguir el apoyo del votante. Claro que a cambio de eso dejó que el sistema ferroviario se cayera a pedazos siendo una de las causas fundamentales de la desgracia de Once. El gobierno se ha consumido stock de capital en los siguientes rubros: infraestructura (transporte público, sistema energético, ahorros de la gente en las AFJP, rutas, stock ganadero y varios rubros más).
Ahora bien, era obvio que si no mantenía la infraestructura existente, menos iba a encarar obras de largo plazo cuyo rédito político no es inmediato, lo cual no sirve para el populismo. Así que encarar obras que evitaran inundaciones como las que vimos, que costaron la vida de más de 50 personas tiene una explicación: al populismo no le interesa el bienestar de la gente ni su seguridad, solo le interesa otorgarle a parte de la población una fiesta de consumo artificial y planes sociales que no son específicos para un momento especial, sino una forma de destruir el espíritu emprendedor de la gente, incentivar la vagancia y tener a la gente como súbditos del autócrata.
Tomando solo como dato el incremento de la recaudación mencionado más arriba en que aumentó por 10 en la era kirchnerista, resulta inexplicable que no haya habido recursos para realizar la obras que hubiesen evitado las muertes de la semana pasada o el mantenimiento de los trenes y las muertes de Once. En economía los recursos son escasos y las necesidades ilimitadas. Siempre hay que optar. El gobierno optó por el clientelismo político en desmedro de la vida de las personas.
Si al aumento de los ingresos fiscales generados por la expoliación fiscal, le sumamos el consumo de stock de capital y el impuesto inflacionario, no queda ninguna duda que el gran responsable de las muertes de Once y de las inundaciones es el gobierno nacional que dilapidó recursos en su populismo exacerbado para beneficiarse políticamente, incluso sabiendo que la gente corría riesgo de vida.
En definitiva, aquí se han producido dos grandes masacres, la de Once y la de las inundaciones, cuya responsabilidad le cae de lleno al gobierno nacional por privilegiar el populismo y la chicana política para construir su proyecto político hegemónico.
No estamos ya solo a los dislates de Moreno, la impericia de Marcó del Pont o la incapacidad del resto de los funcionarios que acompañan el proyecto autoritario de Cristina Fernández. Ahora estamos frente a un populismo asesino, que privilegia los votos y el poder por sobre la vida las personas.
Fuente: Economía para Todos