Podríamos apostar doble contra sencillo que, cuando se realice una encuesta seria a los habitantes de la Capital Federal y de la ciudad de La Plata y alrededores y se les pregunte su parecer acerca de Cristina Fernández, Alicia Kirchner, Daniel Scioli, Pablo Bruera y Mauricio Macri, ninguno de ellos saldrá bien parado. Dicho de manera diferente: ahora, como es lógico, llueven las críticas y los políticos no saben de qué manera enfrentarlas. Son ellos los que han quedado a la intemperie. Pero dentro de seis meses, ¿qué efecto tendrán estas inundaciones y estos muertos en el ánimo de la gente? Difícil estimarlo.
Una tragedia marca y duele tanto para los involucrados como para toda la sociedad. Los envuelve en una especie de memoria social imborrable e intachable, difícil de explicar y de entender. Marca un antes y un después en la vida de la gente.
Argentina no olvida el atentado de la AMIA y de la embajada de Israel por no haber encontrado a los culpables. Tampoco olvida dictadura militar, la noche de los lápices, las persecuciones, ni la fuga de cerebros. ¿Cómo borrar la Guerra de Malvinas? ¿Quién no recuerda el corralito, los saqueos del 2001, el conflicto del campo y el gobierno en 2008, la tragedia de Once, las inundaciones de Santa Fe del 2003? Nadie. Por eso, tampoco olvidemos que nadie hizo nada para evitar las inundaciones de La Plata. Ningún funcionario dio verdadero respaldo a los afectados. Ésta no fue una catástrofe más para los argentinos, es otra entre muchos desastres más. Son incontables, marcan día a día al argentino, y son imposibles de olvidar. Si olvidáramos, lo haríamos involuntariamente, ya que olvidar algo o a alguien es una acción involuntaria que consiste en dejar de recordar, o de guardar en la memoria.
A pesar de que en 2003 la ciudad capital de la provincia de Santa Fe sufrió una inundación de dimensiones desconocidas, con un saldo luctuoso en términos de pérdida de vidas y de bienes, pocos meses más tarde, el entonces gobernador Carlos Reutemann, acumuló a su favor una cantidad impresionante de votos, aseguran los analistas políticos Massot y Monteverde en su informe semanal.
Los sucesos capaces de conmocionarnos se olvidan con llamativa rapidez por la sencilla razón de que, de una semana a otra, la atención del público pasa de un tema al siguiente sin solución de continuidad. Además, en tren de buscar responsables, no siempre se mide a todos con la misma vara. Podemos apostar a que el mandatario bonaerense, aun con los cuestionamientos recibidos, quedó mejor posicionado que la ministro de Acción Social, y que el lord mayor de la Capital Federal perdió menos puntos en la consideración popular que la presidente.
Distinta es la situación de Alicia Kirchner, cuyo papel, al menos en los tramos iniciales de las inundaciones, fue entre grotesco y vergonzoso. No sólo tuvo la mala suerte de hallarse en París, cuando hubiera dado cualquier cosa por estar en la Argentina, sino que llegar tarde, con guardaespaldas a su alrededor, e increpar a los damnificados, fue todo uno. Tratándose de la candidata natural del Frente para la Victoria en la provincia de Buenos Aires y la ministro de Acción Social de la Nación, nada menos, era la funcionaria en la cual todos se fijarían. Si hubiera querido cometer más errores, en menos de lo que canta un gallo, no lo habría podido hacer mejor.
Todo indica que la cuñada de Cristina ya no sería la figura que el oficialismo nacional presentaría en la provincia de Buenos Aires, luego de ser recibida por los insultos de los habitantes de La Plata por su ausencia frente a la tragedia en esa ciudad. Es por eso que el kirchnerismo propone una candidatura testimonial de Cristina Kirchner pero el riesgo de una derrota podría complicar los planes para la re-reelección. Es ahora cuando aparecen los nombres de Massa y de Scioli como manotazo de ahogado.
Alicia Kirchner podría haber sorteado, sin demasiadas dificultades, los obstáculos interpuestos en su camino en las épocas en las cuales la sola mención del apellido obraba milagros y los votantes se consagraban al matrimonio gobernante en cuerpo y alma. Sin embargo, el panorama ha cambiado de tal manera que la única explicación susceptible de ser tomada en cuenta para tratar de entender por qué Cristina Fernández la sigue respaldando, a sol y a sombra, es la orfandad de eventuales reemplazantes.
Falta de inteligencia y sin carisma alguno, la cuñada de la presidente es hoy la principal preocupación de la Casa Rosada respecto de octubre. No es para menos. Porque la gran incógnita sigue siendo qué sucederá en el principal distrito del país; y en ese orden de cosas, si a las encuestas que delataban una caída indisimulable de Alicia Kirchner, antes de la catástrofe natural, se le suma ahora el pobre papel desempeñado por ella.
Ante ésta escasez de candidatos, ¿cuál es el futuro del kirchnerismo? ¿Habrá chance de re-reelección? No les quedan muchas opciones. Según afirmó el portal Lapoliticaonline.com, la propia Cristina graficaba la situación a un importante dirigente del peronismo bonaerense, con el que habló días atrás. “La situación es esta: Scioli no va a ser nuestro candidato porque yo no quiero y Sergio (Massa) no va a ser nuestro candidato porque no pasa por acá”, dijo señalando con el dedo a su alrededor. Hacía referencia a Carlos Zanini y La Cámpora.
Si no es Cristina ni Massa, no sería extraño que el kirchnerismo vuelve a posar los ojos sobre Daniel Scioli, con la fantasía de matar dos pájaros de un tiro: Aprovechar su buena imagen y sacarlo de la gobernación. Esa opción hoy aparece improbable.
Por su parte, el Gobernador negó en varias oportunidades la posibilidad de ser candidato en octubre. El desastre que lo ha golpeado, de alguna manera obliga a la presidente a mostrarse solidaria con el gobernador. Poca si acaso alguna gracia le tiene que haber causado a la Fernández su periplo a La Plata y la reunión con el mandatario provincial. Pero tenía que hacerlo por mucho que le disgustara. Así como debió dejar su ira de lado y viajar a Roma para saludar al Papa, así también, mediando, claro, otras razone, se vio obligada, haciendo buches, a tragarse el encuentro con Scioli, afirman Massot y Monteverde.
De aquí a fines de junio, cuando se definan las listas, cabe imaginar dos posibles escenarios. El primero podría definirse como gatopardista y se resume en esto: que la Casa Rosada no escale el conflicto con la gobernación, pura y exclusivamente por razones de imagen, pero que al propio tiempo, no tenga ninguna intención de firmar más adelante la pipa de la paz con el mandatario provincial para llegar a un acuerdo de cara a octubre. El segundo se abriría paso si Cristina Fernández llegase a la conclusión de que, sin el concurso de Daniel Scioli, es imposible triunfar en las elecciones. Uno sería la contracara del otro. Si se da el primero, Scioli, pasados los efectos de la catástrofe, volverá a ser el blanco preferido del aparato kirchnerista y sobre la presidente recaerá la responsabilidad de llevar adelante la campaña de su cuñada. En el segundo, los dos antagonistas deberían construir una ingeniería electoral acerca de la cual no es posible abrir juicio en este momento. Lo único cierto es que, en tal caso, Daniel Scioli pasaría a ser el socio principal de la estrategia oficialista. ¿Cómo candidato testimonial? Es posible, aunque poco probable. Más bien como locomotora del FPV bonaerense, junto a la presidente, para dotar de andadores a la desfalleciente Alicia Kirchner.
A pesar del dilema interno por el que pasa el kirchnerismo, los argentinos no deben olvidar el dilema actual que los aqueja: ¿A quién voto luego de las inundaciones de La Plata, las muertes y la falta de compromiso de nuestros representantes? Algunos tienen la respuesta, otros no. Pero nadie debe olvidar lo que pasó aquel 2 de abril de 2013 con los habitantes platenses, quienes tuvieron hasta dos metros de agua en sus hogares, perdieron seres queridos, como también bienes materiales; se desesperaron, lucharon, sobrevivieron o murieron.
Aunque no se debe olvidar, tampoco es conveniente martirizar a una sociedad con hechos del pasado, ya que eso haría crecer el rencor y el deseo de venganza. Lo que en algún momento dolió e hizo sufrir no se olvida, simplemente se le hace un espacio para que ocupe un lugar en la historia de todos los argentinos.