El cuento ya lo contaron antes y les salió bien. El público les pidió más. Ahora están empezando a repetir la rutina: hay una necesidad, se inventa una épica . Funcionó otras veces, por qué no va a funcionar ahora, se preguntan con sentido común. Claro que ni el cuento, ni los que lo cuentan, ni el público son los mismos. Pero allá van.
¿Cuál es la necesidad?
La re-reelección de Cristina. Porque atrás de ella no hay nada. Porque ella –siguiendo el ejemplo de Néstor– no deja crecer a nadie. Y como Perón, dice que su único heredero es el pueblo y entonces no hay heredero. Es ella eterna o es nada.
Para saciar esa necesidad hacen falta votos, justo en un momento en que el humor social les viene medio de contramano. Fácil de entender: ya está haciendo bulto la suma de inflación, inseguridad, desigualdad, intolerancia, corrupción y fatiga de que nos estén retando a cada rato por cadena nacional. Entonces hace falta recurrir a la vieja treta de la épica a medida.
¿Cuál es la épica que viene?
La del voto joven, que los chicos vayan a las urnas desde los 16, que se amplíen derechos, que haya inclusión ciudadana, casi una cruzada contra los grandes que no te entienden . Una épica simpática, de la que nunca habíamos tenido la menor noticia en los nueve años que el kirchnerismo lleva gobernando. Una de dos: o se les ocurrió hace 15 minutos para ver cómo fogoneaban la necesidad de la re-re, o la tenían pensada y lista para salir a la cancha desde hace años, esperando el momento oportuno. Que justo es ahora, de pura casualidad nada más.
Claro que está bueno que los chicos puedan votar desde los 16.
Cuando menos, está bueno que se pueda discutir sobre eso. De paso, también podríamos hablar de la deserción en la escuela secundaria , que llega al 50%. Podríamos hablar del trabajo precario de adolescentes y jóvenes, de la marginación que empuja a muchos de ellos hacia los bordes del delito, del narcotráfico que les apunta y suele alcanzar a muchos como consumidores y víctimas. Porque si es por ampliar derechos , bien se podría ir ampliándoles los derechos a la salud, la educación, el trabajo y la seguridad.
Pero quizás eso no encaje con la épica que hace falta en este momento bisagra , donde o se consigue que Cristina quede a las puertas de la eternización monárquica, o se corre el riesgo de que se venga en banda todo el modelo, con lo bueno y lo malo, lo que debería conservarse y lo que habría que remover sin demora, con los militantes ilusionados y los sinvergüenzas que vieron el filón y se colgaron del proyecto con un entusiasmo de alquiler (eso sí, de un alquiler carísimo).
De épicas convenientes hemos tenido bastante en estos años. El uso instrumental de los derechos humanos fue la primera y más exitosa de esas experiencias. La ley de medios tuvo lo suyo en ese mismo sentido. El matrimonio igualitario fue una pieza perfecta. La estatización de las AFJP escondió detrás del relato de epopeya la necesidad de hacerse de caja cuando por un ratito el viento económico dejó de soplar de cola. La estatización de Aerolíneas, buena herramienta de propaganda, está resultando un fracaso de lujo y gasta más que hijo de rico.
Como el paso del tiempo y el uso abusivo van mellando el dispositivo, algunas de las épicas recientes se borronearon un poco.
La expropiación de YPF apenas alcanzó a tapar, bajo cierto entusiasmo muy pasajero, el despropósito de la política de energía de todo este ciclo. Y ni siquiera se encontraron con la caja que soñaban. Ahora buscan remontar la pendiente por la que cayeron.
La recuperación de la soberanía monetaria, como se llamó con indudable humor la expropiación de la imprenta Ciccone, es un bochorno que no puede ser defendido si no es explicando que la orden de Cristina fue defender a Boudou del modo que fuera.
Ahora viene el caramelo del voto adolescente, articulado directamente con el intento de la re-reelección. Si hasta la idea de habilitarles el voto voluntario puede abrir la puerta a la reforma de la Constitución.
El cuento de la épica a medida ya lo escuchamos. Pero ellos son persistentes y determinados hasta la desesperación. Y además, es justo decirlo, nadie parece tener por ahora un cuento mejor, ni agallas ni argumentos suficientes para disputarles de verdad el favor del público.
Esto es lo que viene. El que avisa no es traidor.