Quienes tienen contacto con ella creen que ha terminado de convencerse de que el Estado debería tomar deuda externa para realizar obras. Y de paso aliviar los problemas de financiamiento para el creciente déficit fiscal.
Hay quienes creen que el vicepresidente Amado Boudou; el ministro de Economía, Hernán Lorenzino, y el secretario de Finanzas, Adrián Cosentino, habrían logrado finalmente convencerla. Pero el país tiene varios problemas pendientes si quiere volver a tomar deuda en los mercados:
Debería conseguir un resultado bastante cercano a su oferta en el pleito
judicial en Nueva York iniciado por los bonistas que no aceptaron los dos canjes
anteriores por sus papeles en default.
Tendría que proponer un plan de pagos para solucionar los reclamos de empresas
que ganaron arbitrajes en el tribunal del Banco Mundial (Ciadi). Es nada menos
que un pedido hecho por Barack Obama.
Necesitaría hacer un acuerdo y una promesa de pago por las deudas con países del
Club de París.
La convicción de que la Argentina avanzará en ese camino responde a la siguiente
lógica:
Aunque el dinero se destine a obras, aliviará el presupuesto, dejando más
recursos libres para otros fines. De este modo, no se debería seguir reduciendo
reservas ni emitiendo al 37% anual. Como dice un experto en finanzas y números
fiscales: "La recaudación no parece poder crecer más del 25% anual, y si sigue
aumentando al 40% la cantidad de billetes se produce la inflación que ya está a
la vista".
El financiamiento permitiría además que el ajuste en las cuentas públicas, que
se hace desde 2012 con reducción de subsidios y de transferencias a provincias,
pueda ser más moderado, en particular en el año electoral.
"Con la inundación quedó definitivamente derrotada la postura de (Axel) Kicillof,
que llama «papagayos» a los que quieren tomar deuda. La Presidenta, cuando
inauguró las sesiones del Congreso, dijo que endeudarse para hacer obras no es
malo", dicen los informantes.
"Y no es que uno esté en contra de los endeudamientos, porque si uno lo consigue para una obra de infraestructura a una tasa aceptable, la contraparte del endeudamiento es el otorgamiento de un crédito. Pero el endeudamiento para pagar deuda financiera es como endeudarse para pagar gastos corrientes", dijo el 1° de marzo último Cristina Kirchner en el Congreso.
Aquí y en Wall Street creen que la Argentina podría conseguir dinero a entre 7 y 8% anual en dólares si hiciera lo necesario. En el mundo hay una liquidez enorme que no encuentra esos rendimientos en muchos lugares. La Argentina podría tener sorprendentes apoyos a su propuesta de pagar a los que no aceptaron los anteriores canjes con una suerte de reapertura del último. Los que quieren volver a prestar no quieren ver caer a la Argentina en un nuevo default.
El problema es que el Gobierno ya prometió muchas veces hacer cosas como éstas y luego cambió de idea. En 2008, y con un decreto, Cristina Kirchner le ordenó al entonces ministro Boudou arreglar la situación con el Club de París y hasta ahora no ocurrió nada. Para obtener un plan de pagos es necesario ser supervisado por el FMI. ¿Está dispuesta ahora la Presidenta, en vista de que las alternativas podrían ser peores? En dos presupuestos seguidos la propia Presidenta dijo que volvería a los mercados internacionales. Nada pasó.
La Argentina es poco confiable. Ya ni los brasileños se animan a invertir. La minera Vale quería provisión ininterrumpible de gas de YPF para su multimillonaria mina de potasio. Se la negaron. Cuando hace frío no puede faltar gas en las ciudades porque se pierden votos. Quería poder llevarse las utilidades, le dijeron que no. Pidió llevarse parte de la producción en pago. Otro no, mientras cada vez les demandaban más cosas. Dicen que algunas, inconfesables.
"Un poco de deuda será un parche, un poco de oxígeno hasta octubre, el fondo del problema es otro", dice un financista con excelentes contactos internacionales. "El costo argentino no sólo es alto y creciente, es además inestable y termina con que el Gobierno primero quiebra y después se apropia de la compañía."