Yo no sabía cómo venía la votación porque no estaba mirando televisión. Creía que el oficialismo llegaba a 39 votos. Había imaginado la posibilidad de una igualdad, pero lo veía muy lejos. Habrá sido a eso de las nueve de la noche que mis colaboradores me avisaron que se podía dar un empate. Dije uy, uy, uy. Les pregunté si estaban seguros y decidí no hacerme drama hasta ver el resultado. Pero ya tenía tomada la decisión". Julio Cobos habla con Clarín desde el auto que lo lleva a Mendoza. Está a altura de Laboulaye, Córdoba. Se escucha un bocinazo de fondo y la comunicación se interrumpe por primera vez. No es un problema con la señal del celular. Es el vicepresidente el que corta para bajarse del auto para saludar a un grupo de productores rurales que se acercaron a la ruta.
Un rato después, Cobos vuelve a atender el teléfono y retoma el relato de lo que él mismo definió como "el día más difícil de mi vida". "Llegué temprano al Senado. Al mediodía se acercaron mi señora, mi hijo y su novia. Ahí comimos un sandwichito. A la noche, no. A la noche ya no me entraba nada", cuenta.
Cobos se mete de lleno en los momentos previos a la dramática definición en el Senado. Dice que le anticipó a Pablo Verani que pensaba pedir un cuarto intermedio y que el senador rionegrino hizo algunas gestiones para tratar de convencer a los presidentes de bloque. "Te van a decir que no", lo previno Verani poco más tarde.
El vicepresidente sigue. Dice que cerca de la medianoche habló con José Pampuro y el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, para avisarles lo que pensaba hacer. "¿Qué me respondieron? Eso no lo voy a decir, pero yo les avisé".
A las 4.25 de la madrugada de ayer, tal como lo habían alertado sus colaboradores más de siete horas antes, Cobos tuvo que desempatar. Votó "no" y se refugió en su despacho junto a su mujer, su hijo y a "algunos amigos que me acompañan desde la época de la facultad". " Ahí no sé, creo que tomé un café y cerca de las 5.30 nos fuimos para casa, en Ezeiza. Me habré acostado a las 7, pero no dormí nada. Empecé a sentir ruidos, y eran los periodistas que estaban afuera...". Un rato después, estaba rodeado de micrófonos y grabadores. Y a las 10.15, el auto ya había partido rumbo a Mendoza.
"Me gusta viajar en auto y me ayuda a relajarme", cuenta después de haber dejado atrás Laboulaye. Había pensado pasar a visitar un tío en Chacabubo, pero a último momento decidió seguir de largo. De todas formas, al viaje no le iban a faltar escalas. Para saludar a los ruralistas en la ruta o para dejar al hijo de Cobos en San Luis, donde estudia física. Las dos hijas del vicepresidente lo esperaban ansiosas en Mendoza. Virginia (profesora de Educación Física) y María Eugenia (una estudiante de quinto año de Veterinaria a la que, en pleno conflicto entre el Gobierno y el campo, se le cayó una vaca encima). "La idea es quedarme en Mendoza hasta el lunes o martes, nunca me tomé un fin de semana y allá ya están de vacaciones", explica Cobos.
Dice que no lo llamó nadie del Gobierno, pero que recibió llamados de gobernadores (Binner, Schiaretti, Saíz, Brizuela del Moral), de Mauricio Macri y Gabriela Michetti, de integrantes de la Mesa de Enlace y de varios intendentes. No sabe nada de una carta de Eduardo Duhalde: "No me la mandó con una paloma mensajera".
Repite una y otra vez que no se le cruza por la cabeza la posibilidad de renunciar. "Yo estoy dispuesto a cumplir mi rol en el Senado y seguir trabajando como hasta ahora. ¿Qué puede pasar si la Presidenta viaja al exterior? Nada, la cesión de mando es una formalidad. ¿Yo qué podría hacer? ¿Un decreto? Aún de viaje, las decisiónes las sigue tomando la Presidenta. Están sus ministros, su jefe de Gabinete... No pasa nada".