Los datos de la economía mundial nos indican que el crecimiento en los años 2023 (2,9%) y 2024 (3,2%) serán inferiores al año 2022 (3,4%) y se ubicarían por debajo del crecimiento promedio entre los años 2000/2019 (3,8%). Esto nos muestra que la economía post pandemia cambió estructuralmente al mundo y que la invasión de Rusia a Ucrania está llevando mucha más incertidumbre a la economía con más inflación y deuda.
Las tasas de inflación e interés de cara a los próximos años serán superiores a las observadas en los años anteriores a la pandemia. En el día de ayer la Reserva Federal anunció una suba de la tasa a niveles del 4,5%/4,75% anual, y su presidente indicó que podría haber un par de subas adicionales, aunque no dejó espacio para especular con baja de tasas este año. En cambio, indicó que es fundamental que el Congreso americano trate de forma inmediata la modificación del techo de la deuda americana, de lo contrario el Estado se quedará con menos financiamiento y eso traería consigo una gran recesión.
En consonancia con estas noticias, el Banco Central Europeo subirá la tasa al 3,0% anual y el Banco de Inglaterra al 4,0% anual. ¿Qué queremos decir con esto? No hay margen para baja de tasas en el mundo, el escenario internacional no es favorable al mundo desarrollado y las materias primas van a sufrir bajas en este contexto.
Argentina 2023
En el primer mes del año se proyecta una inflación mensual entre el 5,5% y 6,0%, esto implica que, para los próximos 12 meses, se proyecta en torno del 100% anual. La recaudación tributaria del mes de enero aumentó el 93,4% anual, cuando se especula que la inflación de los últimos 12 meses rondaría el 98,0%, lo veníamos advirtiendo desde estas páginas, la inflación está impactando negativamente sobre la recaudación. Sin los ingresos del dólar soja el Estado necesitará más financiamiento o emisión monetaria para cubrir su déficit.
El dólar oficial, en el primer mes del año, aumentó el 5,5%, está claro que el Banco Central buscará este año ralentizar la suba del dólar oficial, para convertirlo en un ancla para los precios. El problema es que hay una gran distorsión de precios relativos, y cuando se producen reacomodamientos, estos impactan sobre la inflación.
Por ejemplo, la carne había aumentado muy poco durante el año 2022 y en el año 2023, ante el faltante de animales, en un solo mes pasó de $ 300 a $ 450 con una suba del 50%, y todavía muestra un atraso en su evolución anual ya que en 12 meses aumenta el 66,6% cuando la inflación esperada se ubica en torno del 98,0%. La carne impacta en un 10% sobre el índice de precios, si en febrero aumenta un 30,0% en el mostrador, trasladará 3,0% al índice. Con esta expectativa la inflación de febrero apunta, como mínimo, al 6,0%, por eso creemos que la inflación anual del 100,0% apunta a ser un piso para el gobierno.
¿Qué pasa financieramente?
Los bancos siguen capturando depósitos a plazo fijo sin problemas, en enero estarían aumentando a un ritmo del 120% anual, pero los préstamos al sector privado crecen al 68% anual, esto nos indica que mientras la sociedad ahorra, el financiamiento va a parar a manos del Estado y se desfinancia al sector privado. En este escenario tenemos asegurado que el crecimiento estará ausente en el año 2023. Las entidades financieras están al servicio del Estado para financiar el déficit público, esto hace que los bancos estén atados al Riesgo Estado y esta es la razón de su pobre evolución en el mercado de capitales.
En los últimos meses hemos visto una baja del 10% en el stock de los depósitos a plazo fijo ajustados por inflación, el mercado está observando un divorcio entre la percepción de la inflación y lo que realmente dictamina el INDEC respecto de la inflación mensual, esto llevó a que muchos inversores salieran de los depósitos a plazo fijo ajustados por inflación e inviertan en los plazos fijos tradicionales que hoy pagan una tasa del 6,25% anual, o bien compren dólares como resguardo de valor.
Conclusiones
El mercado mundial no está mostrando un viento de cola para todo el mundo emergente. En el caso puntual de América Latina crecería el 1,8% en el año 2023 y 2,1% en el año 2024, muy por debajo de las expectativas de crecimiento mundial que informó el FMI. El resto del mundo emergente crecería a una tasa superior al 3,2% en el año 2022 y superior al 3,7% en el año 2023.
No vemos un escenario de suba para las materias primas, pasada la guerra el trigo, el maíz y la soja acomodaron sus precios a la baja, marcando que las expectativas de menor oferta desaparecieron en el horizonte y que la demanda no es tan fuerte como parece. En consecuencia, los precios hoy están varios escalones más abajo que durante el año 2022 y nada hace presumir que volvamos a los máximos.
Argentina es un país que tiene pocas reservas, déficit fiscal y no cuenta con financiamiento internacional. Esto la pone de rodillas frente a la actividad económica, que no tiene dólares para realizar importaciones, el sector privado carece de financiamiento porque lo absorbe el Estado y convive en un escenario de alta presión tributaria que aleja a los empresarios de la inversión.
El mercado muestra solidez en la cotización de los bonos argentinos, la principal razón es la compra del Estado de U$S 1.000 millones, se llevaría invertido la mitad de este monto, cuando el Estado desaparezca comprando, todo hace presumir que la toma de ganancias está a la vuelta de la esquina. En este escenario también pueden ajustarse el precio de las acciones, a no engolosinarse, el que ganó dinero tome ganancias y ponerse dólares en el bolsillo.
Por ahora, y solo por ahora, no vemos un escenario de suba en las tasas de interés en el mercado local, tampoco una amenaza de devaluación del real de Brasil, esto ayuda a que la economía no tenga más problemas. La amenaza al crecimiento económico de Argentina viene por el lado de una inflación creciente, gran distorsión de precios relativos y un aumento de la brecha cambiaria que genera incertidumbre. Los problemas son intensos, el mundo en los años 2023 y 2024 no traerá viento de cola. En este escenario, ¿quién podrá defendernos? Ni el Chapulín Colorado.
Por Salvador Di Stefano – Analista Económico y Director de AgroEducación
Fuente: AgroEducación