El conflicto entre Ucrania y Rusia tiene fuertes impactos sobre la Argentina. Por un lado, porque tanto Ucrania como Rusia son muy importantes proveedores mundiales de productos agropecuarios. En Ucrania, la guerra provoca enormes dificultades para gestionar la producción y la comercialización. En el caso de Rusia, las sanciones comerciales implican menor oferta en el mercado internacional. Esto beneficia a la Argentina por ser exportadora de los mismos productos agropecuarios. Por otro lado, Rusia es un importante proveedor de energía y, por las sanciones, hay escasez. Cuando la Argentina es importadora de energía.
Planteado de manera simplificada, los profundos y abruptos cambios en el comercio internacional están generando nuevas oportunidades, pero también nuevas dificultades. En la argumentación del oficialismo se resalta las pérdidas de divisas por las mayores importaciones de energía. Pero en una evaluación más completa hay que considerar también los impactos positivos que se están dando por el lado de las exportaciones agropecuarias.
La manera más ilustrativa de dimensionar las oportunidades que se le presentan al país es con el precio internacional de su principal producto de exportación: la soja. En este sentido, según datos del Ministerio de Economía se observa que:
Entre 2015 y 2020, el precio de la soja fue de USD 350.
En el 2021, el precio de la soja subió a USD 510.
En lo que va del 2022, el precio de la soja es de USD 628.
Estos datos muestran que el precio del principal producto de exportación está en un nivel récord. Muy por encima del promedio histórico y similar al pico que alcanzó en el último ciclo de bonanza en agosto del 2012. Adicionalmente, en otros productos con alta participación en las exportaciones, se registran tendencias parecidas. Por ejemplo, el precio del trigo se ubica en USD 380, un nivel que es el segundo más alto de los últimos tiempos y asimilable al de febrero del 2008 (el más alto fue en marzo de ese año a USD 400).
Comparando el primer cuatrimestre del año en curso con igual periodo del año anterior, las exportaciones aumentaron USD 4.300 millones, pero las importaciones registraron un incremento del orden de los USD 5.400 millones, de los cuales menos de la mitad se atribuyen a la guerra porque se originan en mayores importaciones energéticas. A esto se suma el incremento en el saldo negativo en los servicios del orden de los USD 2.300 millones, explicado principalmente por la mayor demanda de turismo en el exterior. La principal consecuencia es que el Banco Central no sumó ningún dólar neto a sus reservas y tuvo que apelar a consumir parte del desembolso que recibió del FMI.
Las evidencias muestran que el contexto internacional resulta muy favorable. Pero nuevamente se está desaprovechando debido a la mala organización y gestión del Estado. El principal ejemplo es la necesidad de apelar a cobrar retenciones a las exportaciones más “cepo” cambiario en medio de una bonanza internacional. A esto se suma la escasez de gasoil, justo en el momento de la cosecha de soja. No hay divisas para importar más gasoil, pero se usan fondos públicos para promover el turismo en el exterior, que consumen las escasas divisas, a través de subsidios a Aerolíneas Argentinas.
La mala organización y gestión del Estado no es responsabilidad exclusiva del actual gobierno. Las distorsiones que llevan a desaprovechar la bonanza son producto de la acumulación de malas políticas públicas que viene de vieja data. Por eso, el principal desafío es cuestionarlas y diseñar estrategias para ordenar integralmente el Estado. Para ello se necesita mucha autocritica y audacia para tener mejores políticas públicas.
Fuente: Idesa