En primer momento la pandemia favoreció al comercio de frutas, al valorarse todo lo relacionado a la vida sana. El consumo de fruta registró un verdadero boom, con valores de venta que hace años no se veían. Pero el entusiasmo no duró demasiado tiempo. Ya en el segundo año las ventas cayeron casi a niveles normales, y en el tercer año incluso se observa cierta apatía. Hay un cansancio en general relacionada a pandemia, encierro, restricciones a los que se sumaron las consecuencias negativas que trajo la pandemia, como son aumento de costos, problemas económicos y serias complicaciones logísticas. A todo esto, se sumó un nuevo evento que está sacudiendo al mundo, que es el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, el cual alteró también al mundo frutícola.
Aumento de los costos
Todos los países sufrieron incrementos entre un 20-30% en lo que respecto los insumos, energía y la logística. Este aumento es difícil de trasladar a los compradores, que por ahora no aceptan incrementar sus pagos. En especial los supermercados que pretenden continuar con la habitual política de precios y promociones. El dilema de los minoristas es que por un lado se encarecen los productos y por otro lado al consumidor se le redujo su poder adquisitivo (por la pandemia o por la guerra).
Problemas logísticos
El traslado de la fruta desde las zonas de producción a los puertos se complicó, pero aún más los de los países proveedores a los mercados. Esto significa actualmente un gran dolor de cabeza, que afecta principalmente los países del hemisferio sur. Faltan contendores, se retrasa la carga y aún más la descarga. No se salva ningún país. Frente a los puertos hay largas colas de barcos a la espera de ser descargados. Durante la pandemia fueron especialmente complicados los puertos de la costa oeste de los EEUU y los de China. Pero ahora se sumaron los europeos, en especial Rotterdam.
A las complicaciones de la pandemia, se sumaron los del conflicto bélico. Hay una incertidumbre con respecto a los barcos que originalmente eran destinados a Rusia, hay redireccionamientos, cambios en las planificaciones, etc. Ya es lo más normal que los envíos que vienen desde los países australes se retrasen entre 7 a 14 días y aún más.
El retraso de los buques llevó que se complica la planificación de las ventas en los mercados destinos. Ya no se sabe cuándo se puede programar una acción publicitaria, una promoción, así como armar programas. Además, todas las campañas se están retrasando, por lo cual falta fruta al inicio y sobra la final. Otro problema en la fruta perecedera como la uva o los arándanos, es el deterioro de calidad que se produce al alargarse el tránsito time. Actualmente las uvas de ultramar que están arribando a Rotterdam, tienen que ser revisadas y reembaladas, con el consiguiente costo que significa.
Evolución del consumo
La evolución del consumo es otro punto muy preocupante. En el primer año de la pandemia hubo un boom del consumo, en especial por aquellas frutas que se asociaban a la salud (cítricos, arándanos). Pero a medida que la pandemia se extendió llegó un cierto hartazgo y luego depresión. El consumo volvió a sus niveles prepandemia, e incluso cayó por debajo. Esto se observa en especial en las frutas tradicionales: cítricos, bananas, manzanas y peras. Solo las uvas y los berries, continúan encontrando creciente interés en el público.
El público está organizando mejor las compras, las planifica y solo adquiere lo que realmente va a consumir. Por lo cual actualmente se venden más unidades chicas. Por ej. ya casi no se ven ofertas de 3-5 kg de manzanas, la mayoría son de 1 kg. El aumento de los gastos está golpeando fuertemente al habitante del hemisferio norte.
La energía eléctrica, la nafta y en especial el gas se incrementaron en niveles antes no vistos (20, 30 y hasta 100% de aumentos). Se registra una mayor inflación que lo habitual. Todo esto afecta al bolsillo del consumidor, el cual ya no está dispuesto a gastar en extras y controla mucho más sus gastos.
Conflicto Ucrania-Rusia
El estallido de la guerra a fines de febrero, alteró no solo la relación comercial con estos dos países, sino a la economía del mundo. Con respecto a las frutas, su incidencia es muy grande ya que Rusia es el primer importador mundial de frutas templadas. A muchos de sus proveedores habituales se les prohibió enviar fruta. A otros se les complica el envío, dado que las grandes navieras dejaron de ir a los puertos rusos. Por otro lado, aún no se sabe cómo va a ser la cobranza, dado que la mayoría de los bancos rusos ya no pueden operar en su forma habitual por las prohibiciones impuestas por los países del norte.
Por otro lado, el rublo se devaluó, aunque en las últimas dos semanas logró recuperarse parcialmente. Para el consumidor ruso le va a ser más difícil adquirir fruta importada, ante las dificultades de envío, los elevados costos, la caída del poder adquisitivo y la devaluación del rublo.
Argentina es un gran proveedor de Rusia (40% de sus mandarinas y uvas, el 20% de las peras y limones, 10% de las manzanas). Cuando estalló el conflicto había 11.000 toneladas de peras en el agua. Las mismas arribarán a San Petersburgo, desconociéndose como será la cobranza. Se realizan algunos envíos a Rusia, tanto de peras, como de limones. Pero son volúmenes acotados y el envío, así como la cobranza encierran una gran incertidumbre.
Fuente: Portal Fruticola